jueves, 3 de septiembre de 2015

Maestros de verdad

Encuentro esta entrada de hace cuatro años en este blog y la reposteo porque siento que aplica para todo lo que estoy viviendo en este momento:

"Yoga es relación

Las posturas son lo más fácil.  Lo difícil es mantenerme imparcial antes las imperfecciones y errores ajenos,  alegrarme por el éxito de los demás y sentir compasión genuina por los más necesitados.  Si mis relaciones no fluyen, de qué me sirve tener toda una serie de revelaciones en mi mat?  de qué me sirven si no las pongo en práctica en el día a día,  en medio de la rutina y la repetición?  pido más Luz para que el año que viene me traiga relaciones más amorosas... todo empieza por mí misma.  Si puedo celebrar lo bueno en los demás,  será porque de seguro puedo reconocer lo mejor dentro de mí.  Mis relaciones me sirven de espejo:  cuando me vuelvo muy crítica,  es porque ando un poco desconectada conmigo misma.  Cuando respiro y descanso en savasana,  me doy cuenta de lo absurdo de los juicios y del gozo de la aceptación.  Es esto lo que anhelo realmente sentir en mi vida:  el gozo de la aceptación de quién soy y la serenidad de establecer relaciones genuinas desde esa autenticidad."

Empecé a escribir en este blog hace cuatro años.  Mis primeras entradas eran cortas y tímidas como esta. Poco a poco,  a medida que mi práctica fue profundizando mi pluma también comenzó a expandirse. Una vez una estudiante me dijo que no entendía cómo podía yo exponer mi vida ante los demás tan explicitamente:  el camino espiritual consiste precisamente en eso.  No todos tienen que hacerlo igual,  esta es sólo mi manera.  Pero he comprendido que me ayuda a ser transparente en todos los sentidos.  Parece que también le ayuda a otra gente por los escritos que recibo.   Y sentirse uno bien en cualquier lugar y con cualquier persona es la marca de un yogi.  No hay que amoldarse a la situación:  basta con ser uno mismo y automáticamente se atrae o repele ciertas personas.  

Y el camino se va limpiando solo.

Los maestros en el camino aconsejan ignorar a todos aquellos que de una y otra forma nos ponen obstáculos en el camino.  Pero hay que discernir entre quiénes más bien nos ayudan a ver partes ciegas de nuestra personalidad de aquellos que realmente son un dolor de h.... y sólo quieren disuadirnos de continuar.  Mucha gente no se alegra por los éxitos ajenos,  más bien se enfurecen. Los envidian,  los sabotean.  Pero esta gente sólo hay que ignorarla, dice mi querido maestro y continuar uno con más fuerza.

Otros sí nos tocan los botones y estos más bien nos están haciendo un favor.  Si nos tocan los botones pero hay amor de por medio es más fácil.  A pesar de ver nuestras propias faltas nos sentimos amados incondicionalmente y eso da pie para que queramos mejorar.  Eso sucede con un buen maestro:  amorosamente nos muestra adónde estamos pegados,  adónde tenemos miedo y resistencia pero igual nos acepta,  nos enseña,  nos corrige.  No hay rechazo,  al contrario, hay un profundo deseo de que superemos nuestras limitaciones y podamos ser cada día más quién somos.

El ojo certero de un maestro o maestra amorosos no tiene precio.  Una de mis maestras me ha dado tanto a través de su tacto sensible,  sus palabras claras y sobre todo,  su vibración.  Es madre como yo.  No quería tener hijos: su práctica era su vida y los embarazos siempre se traen el asana al suelo.  Sin embargo,  Guruji mismo le buscó un novio,  los casó y ahora ella vive a sus 51 años plena en su maternidad y en su quehacer.  El ojo del maestro es certero si está lleno de amor.  Pero mucha gente se siente amenazada por el cambio y se resiste a más no poder.  Esos son los que se quedan en el camino,  los que huyen y se esconden no sé adónde.  Muchos dicen que practican en su casa pero en mi yoga el maestro es imprescindible.  Si no hay maestro y no tenemos más opción que abrir la alfombra solos, pues hay que hacerlo.  Pero maestro siempre hay y si no hay cerca, uno va al maestro.  Deja vida,  familia y trabajo porque es importante.  No se rinde,  no se cuenta excusas tontas,  deja de engañarse.

Tengo en este momento un puñado de estudiantes de este tipo:  de esos que ya se hartaron de excusas y decidieron dar el paso.  Son personas todos muy distintas pero comparten algo conmigo: una sed profunda por la verdad.  Hay muchos caminos a la verdad y yo he explorado varios.  Pero cuando uno encuentra agua,  ahí se queda.  No da más vueltas.  Al inicio nos mojamos apenas los pies.  Pero hay que lanzarse al agua de picada en algún momento.  Sino nos estamos engañando de nuevo,  aunque parezca que practicamos.  Cuanta gente que parece que practica,  que parece que enseña.  Y lo peor:  gente que la sigue y cree que son maestros extraordinarios.  Mi camino me ha llevado a viajar mucho y he podido cultivar ese gusto,  como por el buen vino,  por los maestros de verdad.  Soy muy privilegiada porque puedo contar varios en mi vida:  gente valiosa y comprometida que no hace mucho ruido pero que son material de primera clase.

Dicen que atraemos al maestro que nos corresponde,  igual que atraemos a la pareja perfecta o a los hijos.  Yo puedo "rajar",  como decimos en mi país,  sentirme muy orgullosa de contar con seres que me han enseñando lo verdaderamente valioso en esta práctica:  la sutileza de lo invisible,  la importancia de la auto-observación y la devoción.  Sin esos elementos el yoga es una linda gimnasia,  una calistenia llamativa que no lleva a más que ensalzar las virtudes de aquello que precisamente estamos tratando de olvidar.  El yoga puede más bien ser un veneno en manos inexpertas.  Eso no lo digo yo sino mi querido Guruji que aunque no esté físicamente aquí está con nosotros cada día en este shala,  en mi escuela en India y en todos los corazones de aquellos que lo respetamos y amamos.

Relaciones genuinas desde nuestra autenticidad:  esa es la marca de un yogi.  Esto lo aprendemos a través de la relación con nuestro maestro.  Somos la biografía de nuestro maestro. Y todo poco a poco se va acomodando,  en el día a día de nuestra práctica en la alfombra y en la vida.  Con paciencia, devoción y mucho amor Dios nos va curtiendo,  nos va rompiendo,  hasta que realizamos que somos mucho más que esa estructura vieja que construimos por miedo.

Y el día que derribamos la última pared de esa construcción vieja,  la vida comienza.  A veces toma muchos años realizar la estructura y otro montón tomar el mazo. 

Pero un día estamos listos para derribar la última pared. 
Y es entonces que la vida esta,  esta ronda,  realmente comienza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.