viernes, 25 de septiembre de 2015

Encontrar el camino

Mientras manejo mi carro de camino a la farmacia en busca de medicinas para la gripe,  siento una paz profunda.   Dijo una vez uno de mis maestros que encontrar el camino es la mitad del camino. Así lo siento.  Sé que me puedo relajar porque estoy ya montada.  No tengo que preocuparme,  voy un paso a la vez.  Encuentros y desencuentros se suceden y sé que son sólo parte del paisaje.   Decido ir hacia adentro,  a ese lugar intacto desde donde observo todo.  Y nada mejor para eso que un lugar hermoso por fuera también.

La invitación llega de una playa en Costa Rica que amé por muchos años.  Adónde encontré amor, paz,  enseñanzas y muchos amigos.   Un lugar paradisíaco que no he visitado hace mucho tiempo. Pero que ahora me llama con su agua sanadora,  su arena limpia y los brazos de alguien que he amado y nunca dejé de amar.

Los amores son así:  nunca terminan.  Puede llegar la separación física pero si tenemos una conexión con alguien,  una conexión profunda,  esta permanece para siempre.  Llega el momento de reconectar, en el plano material de nuevo:  compartir,  de reír,  de simplemente ser sin ninguna preocupación.  El simple devenir de los días en este mundo que puede moverse muy rápido o decantar suavemente sin prisas-  eso lo elegimos nosotros.  Elijo desconectar esa mente impaciente que anhela un desenlace, una explicación y alberga expectativas.  Me dejo llevar por una avioneta hacia la cálida agua de mi mar Pacífico.  Tres días de silencio en buena compañía.

Tres días para comprender qué fue lo que me sucedió.

Mi cuerpo colapsó.  Llevo una semana sin practicar.  Primera vez que me sucede.  Hay otros impulsos adentro,  entre ellos escribir,  estar quieta,  ver películas con mis niños,  comer despacio.  La casa se siente en paz,  todavía vibrando con el tsunami de hace pocos días.  Pero no hace falta la acción externa si sabemos hacia adónde vamos.  Sólo una profunda compasión por estos cuerpos que también se cansan y enferman,   emociones que se acumulan y mentes que piden un alto urgente.

Decanto de un mes de mucho fuego y pasión.  Decanto en el agua,  mi elemento preferido.  Hace años me hice tatuar el kanji del agua en mi hueso sacro.  Un recordatorio de que anhelo vivir mi vida con la humildad de este elemento que siempre busca el lugar más bajo,  más escondido y que alimenta todo sin juicios ni diferencias.  El agua me llama.  Mi corazón suavizado por tantos momentos infinitos que pude vivir en los últimos días.

Gratitud inmensa por todas las almas que acudieron al llamado.

Llega la hora del silencio.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.