miércoles, 9 de septiembre de 2015

Kleshas a Lakshmis

La conexión entre intención y acción es uno de mis retos principales en mi práctica espiritual.  He leído muchos libros,  he escuchado muchos maestros y maestras.  Pero de nada me sirve si yo misma no pongo en práctica las enseñanzas.  Hay enseñanzas muy grandes y muy fuertes:  por ejemplo,  la del desapego,  la de la compasión,  la de la confianza ciega en tu maestro.  A veces siento que son gigantes y mi ego chiquitito se queda congelado.  Ni para adelante ni para atrás.  Y generalmente ahí es donde me ataca el miedo y la ilusión.

A lo largo de los años he comprendido que no se trata de soltar todo de un solo.  Tampoco de perdonar de un solo.  Se trata simplemente de estar en disposición de hacerlo.  Veo a mis niños pintando y me fascina observar el proceso de cuando son bebés y sus garabatos son torpes e ininteligibles.  Con la práctica y los años sus dibujos se van definiendo,  refinando y finalmente, pueden decidir qué quieren dibujar con maestría y mucha creatividad.  Es igual con mi práctica como yogini.  El yoga nos pide mucho más que contorsionarnos en nuestra alfombra y sudar.  Nos pide entrega.  Nos pide confianza.  Nos pide valor y mucha paciencia.

Estas cualidades creo que son las que realmente me han cambiado la vida.  La práctica nos rompe por dentro,  nos rompe todo aquello que es falso.  Aquello que nos asfixia,  que nos detiene.   En la vida formamos nuestro destino a través de decisiones y si estamos un poco más libres nuestras decisiones serán más inteligentes y sensibles.  Si estamos llenos de miedo, inseguridades,  culpa y resistencia, las decisiones van a ser muy pobres. Es más,  si estamos con nuestro músculo interno de decidir atrofiado hace falta un evento externo- a veces radical-,  para obligarnos a movernos,  a cambiar,  a decidir.

Conozco un ser muy lleno de amor y consciencia.  Su vida marcada por la muerte de uno hijo pequeño.  Su reacción ante la muerte pudo haber sido deprimirse,  esconderse,  maldecir a Dios, suicidarse.  Hay muchas formas muy dolorosas de enfrentar la realidad.  Sin embargo,  conozco a este ser desde hace muchos años y lo he visto durante este tiempo reconstituirse a pesar del dolor inmenso que existirá para siempre en su corazón por la pérdida de un ser amado a tan tierna edad.  Me ha enseñado de cerca sobre el poder del santosha:  el don que tienen los yogis de estar bien en cualquier situación externa,  por difícil que sea.  No que haya sido fácil para él,  pero observo como siempre que está presente todos a su alrededor estamos contentos.  Es un ser muy risueño y amoroso.  A esto le llamo yo convertir los obstáculos en Gracia.

Podemos echarnos a morir cuando nos damos cuenta que nuestra decisiones anteriores nos han llevado a un lugar de sufrimiento.  O podemos decidir de nuevo y hacer los cambios necesarios para que nuestra vida sea tan plena y emocionante que cada mañana al abrir los ojos anticipemos con emoción los desenlaces del día.  Es posible.  Sólo tenemos que limpiar nuestra percepción.  Hay formas de formas:  lo esencial es encontrar la que nos cae como anillo al dedo y comprender que si nuestro parabrisas está limpio podemos ver el mundo allá afuera con claridad.  Si está sucio, podemos estrellarnos.  Podemos volcarnos,  podemos aniquilarnos a nosotros mismos y hacer mucho daños a los demás.

La historia de auto-aniquilación es conocida para todos los buscadores espirituales.  Todos hemos mordido el polvo. Hace falta estar en el sueño con el corazón roto para pedir ayuda,  para ir hacia el único lugar donde podemos encontrar alguna respuesta real:  hacia adentro.  Algunos de nosotros estamos tan convencidos que esta es la única salida que hacemos votos para nunca abandonar esa búsqueda.  A esto se le llaman Sannyas:  un sannyasin básicamente ha renunciado a encontrar la felicidad verdadera en el mundo del samsara.  Sabe que puede encontrar placeres temporales en el reino de la ilusión pero que eventualmente todo va a mutar.  Sabe que las respuestas importantes no vienen de la impermanencia,  aunque realizarla sea una de las claves para  dejar de buscar allá afuera.  
Al que pide se le dará,  decía Jesús a sus discípulos.  

Aquí en mi cama,  despues de una semana de trabajo interno profundo con muchos Kalyanamitras, reitero mis sannyas,  mis votos que tomé hace más de doce años de no rendirme no matter what.  Y el camino continúa abriéndose con milagros cotidianos que no anticipaba.  Mi testigo silencioso me invita a ver cada obstáculo como una oportunidad de transformar una fluctuación mental de baja frecuencia en otra llena de amor y de gracia.

Y el camino es fascinante,  simplemente extraordinario.
Aún en la simpleza de un día cotidiano sé que al Gracia nunca se olvida de mí.




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