domingo, 20 de septiembre de 2015

Alguien

Alguien me dio una vez una caja llena de oscuridad.  Adentro había un muñeco negro.  Me asusté, me impactó.  Pero con el correr de los años me doy cuenta que fue el mejor regalo que pude alguna vez recibir.

Inicialmente me enojé.  Rabié,  blasfemé,  grité.  Lloré de cólera.  Sentí mis entrañas revolverse. Pude conocer el significado de la venganza, algo nuevo para mí.  El regalo se sentía quemante en mis manos y no lo quería para nada.  De hecho,  lo odié desde que lo puso en mis manos.

Eso no era mío.  Yo no merecía eso.  Yo era demasiado "perfecta",  "bondadosa",  "desinteresada". El regalo no iba conmigo para nada.  Esto era un craso error.

Sin embargo,   el regalo estaba hecho de brea y no podía deshacerme de él.  Me seguía a todo lado. Trataba de refugiarme en mi cama y ahí dormía conmigo.  Estaba en mis sueños.  Me desgarraba el alma.  Por qué yo? Por qué alguien tan "evolucionada"  terminó con este karma?  Debía de haber una gran equivocación.

Cargué con el regalito por muchos años.  Entre más trataba de deshacerme de él más se me pegaba. Hasta que entendí que no era resistiendo que podría deshacerlo.  Sólo aceptándolo como mío,  como mi propia sombra.  El regalo no era casual y esa persona que me lo dio tampoco.  Yo andaba por la vida en una negación absoluta de mi pasado y de mi responsabilidad en el asunto- no sólo en esta vida,  sino en todas las anteriores. Pensaba que nadie percibía en mí ese peso,  estaba realmente preocupada por parecer "dulce",  por ser "correcta", por "aconsejar a todos",  por ser "agradable".

Pero todo eran máscaras para esconder al bendito muñeco.  Casi como un voodoo.

Hasta que un día providencial comprendí que mi amigo,  ese que me regaló el muñeco,  tenía un profundo cariño por mí.  Conociéndome bien,  sabía claramente que era lo peor que podía regalarme, sabía de mis constantes preocupaciones con la imagen que de mí pudieran tener los otros,  mis esfuerzos diarios y cansados por pertenecer.  Con el muñeco nadie se me acercaba.  Así que no tuve más remedio que congraciarme con él.  Llegó a ser mi compañero de cuarto, de comida y de meditación.

Nos volvimos inevitablemente amigos.  

Como dije, pasaron los años y un día me dí cuenta que el muñeco no estaba.  Ya me había acostumbrado a su presencia y de hecho,  me hizo muchísima falta.

Qué había pasado?  
Adónde se había ido?

Empecé a sentirme,  por primera vez en mi vida,  más liviana.   El muñeco había desaparecido  y me preguntaba qué  habia pasado.  Será que ya lo había aceptado por completo.  Tal vez y solo tal vez,  ya había dejado de luchar y de esconderlo.  Pude relajarme sabiendo que me había enseñado una de las lecciones más importantes de mi vida:  me enseñó que sea quien sea yo en esta vida- alma,  espíritu,  humanidad e imperfección-,  siempre tengo la posibilidad de estar inconforme o de aceptar lo que la vida me trae.   Mi inconformidad venía de querer esconder quién era en todas sus dimensiones o querer aparentar algo que no soy.   Mi paz de poder ser una sola pieza en este juego constante del Lila,  el juego cósmico en que estamos sumergidos mientras habitamos este planeta y comprender que lo que resisto sólo persiste.

Sé de muchos que en este momento están con el muñeco a cuestas.  No tienen sosiego.  Se les nota adónde quiera que van.  Sé que la lucha perpetúa el sufrimiento y que la inconformidad lo solidifica. Se va desvaneciendo con nuestro enfoque,  deseo por la verdad y compromiso.  Se nutre de la ambición y el apego.  Se muere de hambre con la devoción y la gratitud.

Termino ya casi el viaje con el grupo de turno y comprendo que todos hemos sobrevivido a una fuerte sacudida interna.  Seres valientes porque no es nada fácil verse.  Nada fácil aceptarse con todo y muñequito.  Alguien nos dio un regalo similar a todos hace muchos años y algunos hemos cargado con él con mucha fatiga.   Hasta nos hemos acostumbrado.  El desenlace está cerca y el destino apremia.  Me pregunto quiénes están realmente dispuestos a ver a su muñeco a los ojos.  No hay tiempo de seguir quejándose ni justificándose.  De querer achacarle el muñeco a quién nos los dio. Quiénes así hagan quedarán empotrados a su muñeco como una sola carne.  Y quiénes abramos los ojos con fe lograremos liberarnos.

Alguien una vez me regaló una caja llena de oscuridad en forma de muñeco. Y sólo tengo gratitud para este ser.




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