miércoles, 30 de septiembre de 2015

Todo a su tiempo

El yoga que practico y enseño es un método,  no un estilo.

Ahora en Occidente hay mil y un "estilos" de todo.  Sus bases son dudosas y algunos incluso han sido fabricados por cualquier hijo de vecino.   El mundo del yoga no se ha salvado:  la proliferación de pseudo-métodos también es pan de todos los días.  Es por eso que me siento muy segura y honrada de poder transmitir algo con sustancia,  probado por miles de años y nacido en la fuente del yoga, India. Un método además con un maestro vivo.  Hay muchos que estudian de lejos con maestros retirados, muertos y eso no sirve de nada.  El maestro vivo y activo en nuestra vida es un requisito indispensable,  decía Osho.

Algunos creen que por haber practicado yoga en el pasado y salir en sendas fotos de hace muchos años con sus maestros les da la credibilidad para enseñar hoy.   Pude constatar hace poco que eso no es así.  Gente que tiene credenciales supuestamente serias pero cuyas vidas actuales son un desastre. No es que tenga juicios hacia el licor y las drogas: cada uno escoge su camino.  Pero si uno está en este camino tiene que ponerse serio.  No es posible que un maestro ande fumando a escondidas, tomando cuando le da la gana y su vida sea un caos emocional y mental.  En ese caso necesita la mano fuerte de alguien que lo guíe fuera de la oscuridad. Necesita ante todo la humildad de reconocer que está mal.  Pero una doble vida es simplemente inaceptable,  más cuando hay estudiantes de por medio.

De igual forma,  hay muchos que tienen prácticas de asana espectaculares y que no saben qué diablos están haciendo con sus vidas.  Otros cuyas fotos son de revista pero carecen de toda devoción o respeto por alguien que no sea ellos mismos.  Me pregunto yo quién podría estudiar con gente así. Será que hay seres tan ignorantes?  Y de hecho los hay.

Esto me enoja y entristece muchísimo.  En el mundo del Avidya  (ignorancia) todo es posible.

Hace unos años tuve una estudiante a quien apreciaba muchísimo.  Su práctica de asana era impresionante.  Su disciplina férrea.  Sin embargo,  llegó la hora del examen final sin quererlo. Después de siete años de practicar conmigo decidió finalmente irse a Mysore.

Mi alegría fue obvia.

En esa misma época llegaron dos estudiantes nuevas al estudio.  Gente muy dedicada y en un año me comunicaron que querían ir a India.  Estaban más que listas,  en actitud sobre todo.  Le comuniqué a la primera que iban a compartir apartamento con sus compañeras y que por tanto,  tendrían que turnarse el sofá.  Su reacción fue absolutamente desconcertante para mí.  Me dijo que ella tenía derecho a la cama y que no pensaba dormir en ese sofá.  Que ella había practicado mucho más tiempo que "esas dos nuevas" y merecía un trato especial.

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De inmediato le dije,  con mucho pesar en mi corazón,  que no podía recomendarla con mi maestro. Me dí cuenta que el asana puede tapar orgullo,  vanidad,  sentido de superioridad y mucha arrogancia. Me pregunté cómo no me había dado cuenta antes.  La mujer en cuestión  salió de mi estudio, fue a India a la fuerza con otra estudiante que también se descarriló y usó mi nombre sin mi permiso para presentarse ante Sharath.  Fue muy doloroso para mí estar supuestamente detrás de alguien así.  Así que ahora me cuido mucho más de a quién sugiero el viaje a la Meca.

Todo en la vida tiene un tiempo.  Más que asana,  mi maestro quiere ver actitud.  Humildad, capacidad de escuchar,  paciencia,  devoción,  respeto,  gratitud.  Cuando veo a alguien así de inmediato les planto la semillita de Mysore.  Pero otros quieren adelantarse escudándose en prácticas de asana acrobáticas.  Ya puedo ver más allá de la forma gracias a Dios y no quiero enviarle a mi maestro a cualquiera.  Aquellos que vienen a mí a cumplir con los dos meses son precisamente los que no tienen que ir todavía.  Aquellos que vienen porque aman su práctica,  porque entienden que este es un camino lento y están dispuestos a esperar:   esos son los que eventualmente pondrán un pie en India con todo mi apoyo.

La historia de mi ex estudiante tiene un final triste.  Insistió,  forzó su viaje.  Perdió su maestra, perdió su comunidad.  Probablemente perdió su práctica porque las prácticas basadas en el Asmita (ego)  siempre se caen.  Sé de ella porque aquí mi país es muy pequeño.  No regresará nunca más a Mysore.  Ir a India sin el apoyo de nuestro maestro es una forma muy absurda de irrespetar las bases mismas de este método.   Este camino consiste principalmente en dejar nuestro ego a un lado y escuchar a alguien que nos puede ver más allá de nuestras máscaras.  Eso es lo que mi maestro ha hecho por mí y ahora yo puedo hacer por mis estudiantes.  NO es cómodo- para nada.  Mucho más glamouroso tomarse fotos en India para gente que no entiende lo que se hace ni el procedimiento ni les importa.  Aparentar algo que no es.  Pero algunos sabemos que esa satisfacción es efímera y que siempre terminaremos recibiendo lo que damos.

Hoy es un día importante para mí.  Envío mi aplicación a mi escuela sabiendo que miles de aplicaciones cruzarán el cielo cibernético hoy.  Lo hago con desprendimiento,  con amor a mis maestros y con mucha fe.  Espero que así sean la mayoría de aplicaciones que lleguen hoy a la compu de mi maestro.

Y que cuando estén allá en persona puedan responder a su pregunta "Who is your teacher?" con honestidad,  alegría y sobre todo,  un deseo profundo de transformación.

Yo voy por el mundo hablando de quién es mi maestro porque para mí  no hay nadie igual.  Ha sido duro conmigo, infinitamente duro.  He derramado muchas lágrimas gracias a él.  Y no puedo más que agradecerle el haberse ensañado con esa parte falsa dentro de mí que creía que sabía...

Hoy sé que lo único que sé lo sé gracias a su ayuda:  sé que el yoga es un camino de acción,  no de prédica.

Sé que lo que hago en el día a día es la mejor muestra de mi avance espiritual.  Así que salgo a este mundo hoy último día de setiembre después de mi práctica, lista,  abierta,  agradecida por tantas bendiciones.  Con fe que el camino es estrecho pero que hay gente lo suficientemente honesta y pura en su corazón para querer recorrerlo no matter what...

Sobre todo con una sonrisa sincera y muchísima gratitud.








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