domingo, 30 de agosto de 2015

El cisne blanco

Tierra de verdes palmas me recibe.
Tierra de contrastes,  de humo,  de rostros curtidos,  amigos cálidos y alegres.

Tierra hermana.

Paso tres días en un lugar que se está volviendo uno de mis preferidos en la tierra,  después de mi país y de India.  Tuve instantes de verdadero gozo que podría imaginar como samadhis pequeñitos: encuentros,  palabras,  paisajes,  risas y bromas.  Reí con ganas,  me conmoví desde muy adentro. Una hermosa mujer se me acercó después de una de las clases a decirme que nunca en su vida se había sentido tan feliz.  Extasis. Otro valeroso hombre me invitó a dar una vuelta en su finca en un aparato que sube cuestas empinadas y se agarra como con tentáculos.  La experiencia fue más intensa que un montaña rusa y todos en ese Polaris nos sentimos como de cinco años de edad.

Extasis con mucho miedo.

Recibo hoy muchos mensajes amorosos y muy sinceros.  Alguien me dice que en la práctica de ayer no podía parar de llorar pero que sus lágrimas la llenaron de una paz y alegría que nunca imaginó. Fue un torbellino para todos:  la Energía es tan sabia e inteligente y sabe cómo movernos a todos cuando nos reunimos y vamos juntos hacia adentro. Nunca tengo un plan de clase:  llego y me conecto a la vibración del cuarto,  a la gente y me dejo llevar.  No podría repetir una de mis clases. Son un fenómeno que nace en el momento y luego desaparece.  Ahí radica la magia para mí de dejarse uno guiar por el Prana y aspirar a ser un instrumento de esta fuerza cósmica que no tiene principio ni final.

Dentro del todo el amor y conexión siempre hay alguien que se va por la tangente.  Llegan tarde, entran en otras,  están perdidos en sus pensamientos.  No logran engancharse.  Sin embargo,  es tan fuerte la ola que al final de la clase sé que algo sintieron- y tal vez ese algo haga la diferencia.  Lo importante es que llegaron,  que hicieron acto de presencia.  Lo que suceda después de sólo de la incumbencia de esas almas.  Lo que cada uno de nosotros hace con las experiencias que nos topan es absolutamente personal.

A veces quisiera que gente que amo se moviera.  Los veo vivir en una modorra existencial y siento un desconsuelo en mi alma.  Pero sé que no tengo nada de qué preocuparme.  No soy responsable de sus avances.  No soy artífice de nada,  con costos de mi propio proceso.  Así que me relajo y entrego todo al Shakti para que nos mueva a todos,  nos coloque donde genuinamente tenemos que estar.  Para que todos los seres que conozco,  quiero y admiro se sientan plenos y satisfechos como me siento yo mientras escribo estas letras.  Serena y con el corazón lleno de amor.

Los encuentros de este fin de semana tienen mucho que ver con este sentimiento de plenitud.  Me llena profundamente enseñar a grupos que escuchan,  que están serios,  que quieren avanzar y ir profundo.  Como dije, siempre hay un par que están en la luna pero la mayoría de mis estudiantes este fin de semana estaban presentes,  abiertos y muy receptivos.  De ahí fue que me agarré para dar mis clases y la respuesta fue inmediata y apabullante.  Confiar en el Amor trae más amor inevitablemente y lo constaté este fin de semana a unos pocos kilómetros al norte de mi querida Costa Rica.

Los cisnes nacen feos.  Nacen desproporcionados y torpes.  Les toma muchas lunas convertirse en esos seres sublimes.   Los cisnes tienen una paz interna que desde pequeña me llama mucho la atención.  La llamaría el poeta un anhelo de transcendencia en el éxtasis.

Y siento que talvez,  tal vez eso fue lo que nos sucedió a todos los que compartimos este fin de semana en esa tierra cálida,  potente y abundante.

No hay dolor más grande 
que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre
que la vida consciente.


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