jueves, 21 de mayo de 2015

Frágil

Me siento a escribir y ni siquiera sé por dónde empezar.  La maravilla de la escritura es que ayuda a ordenar ideas y sentimientos.  A medida que las letras van apareciendo es como si el inconsciente saliera a la luz y puedo entender mejor la maraña de emociones en un día intenso como hoy.

La maternidad consiste en tener el corazón de uno caminando por el mundo.  En mi caso,  en catorce piernas que se mueven en estos momentos en Alemania,  México y Costa Rica.  Mi práctica más seria y profunda es poder sostener a mis cachorros desde mi corazón y entregarlos cada día a ese Poder que los creó en mi vientre,  que los formó perfectamente y que los hizo nacer en este mundo.  Cuando recuerdo la maravilla que fue cada embarazo,  cada parto,  cada mal noche que ahora parecen dulces desde lejos,  siento que puedo confiar en que mi corazón ande caminando allá afuera,  más allá de mi control.  A pura fe.

Sin embargo,  hay días en que la fragilidad de la vida se anuncia y por más que trato de no sentir en el momento (en la emergencia sólo queda correr y actuar rápido),  después me embarga un sentimiento de total resquebrajamiento.  Es como si mi alma crujiera literalmente.

Hoy Theo,  mi enano de 5 años,  decidió que quería curarse más rápido de la tos y se tomó completa la botella del jarabe.  La muchacha estaba limpiando como hace todos los días,  yo andaba dejando a otros tres en el kínder,  escuela y colegio.  Regresé a la casa,  tomé mi clase,  tuve una práctica bella y poderosa y luego empecé a escuchar los gritos.

Terminamos en el hospital por intoxicación.   Primera vez que me pasa en mis veinticinco años de mamá.  Siempre hay una primera vez para todo pero el incidente de hoy me dejó sensible,  con muchas ganas de llorar y repasando una y otra vez en mi mente qué pude haber previsto para que no sucediera.

Todos los días aprendo en esta vida dulce y maravillosa que es compartir con tres seres pequeñitos, llenos de sorpresas y maravillas.  En su lógica pequeñita él quería curarse más rápido,  cómo no entender su deseo?  En mi lógica adulta esa botella nunca tuvo que estar a su alcance.  Así que me he castigado todo el día sintiéndome culpable,  recordando cómo olvidé guardarla después que se la dí en el corre corre de la mañana.

El hospital fue una experiencia dura,  pero más dura ver a mi cachorro inerte y sin fuerzas.  El miedo a lo que ya todos sabemos que nos sorprenderá algún día (la muerte de quiénes amamos) sacó la cabeza y me mostró su lengua.  Acababa por cierto de estar en una postura  en mi práctica de yoga que supuestamente conquista el miedo a la muerte.  Ja!  Fácil la postura esa comparada con lo que pasé hoy.

Termino mi día llena de lágrimas pero al mismo tiempo tan agradecida de que la crisis pasó.  Mi maestro mandaba a todos sus estudiantes a hacer familias,  a tener hijos,  a ser papá y mamá.  El mismo sirvió muchas veces de casamentero.   Hay algo en la vida familiar,  en el día a día,  en la cotidianidad que nos ayuda a bajar a tierra las enseñanzas espirituales.  Por eso él llamaba a la familia la Sétima Serie:  la más avanzada.  Hay una espiritualidad calida y dolorosa en observar e intentar sostener nuestro corazón en un cuerpecito pequeño y frágil.  Es un recordatorio  tangible de nuestro papel como canales sin apego,  algo casi imposible por el amor tan grande que les tenemos.

Así que descanso en la paradoja:  ese encuentro contradictorio entre el amor humano,  tan poco aprehensible,  esquivo y lleno de miedo y el amor eterno que compartimos como almas,  ese que nos hizo terminar juntos en esta vida,  ese que nunca termina y que sé que sobrevivirá a estos cuerpos y al tiempo.  No sé cuánto nos quede pero sé que hoy pudimos estar juntos y cerca y que al final,  todo salió bien:  aprendí bien mi lección de estar presente y mi corazón se abrió un poco más con dificultad.

Lo escucho en el primer piso y le doy gracias infinitas a Dios por su vocecita dulce,  sus ojos soñadores y su ternura en mi vida.

Sé que hoy fue un buen día a pesar de los imprevistos.
Como lo es cada día de nuestra vida,  aunque el corazón duela. 



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