sábado, 29 de junio de 2019

Mi música

Escribo en medio de una intensa ola de calor que acosa toda Europa.  

Todos nos sentimos pesados,  cansados y sudorosos.  El calor da dolor de cabeza,  cansancio y hoy,  para peores,  nos perdimos en la ciudad.  Caminamos por más dos horas en círculos a más de 40 grados,  intentando ubicarnos a pesar de un GPS que nos llevaba de aquí para allá y varias veces por el mismo lugar.

Sentía que me asfixiaba.  Sin embargo,  vimos esta ciudad hermosa de Torino en lugares que no planeábamos y encontramos una tienda de música.

Un tesoro. 

La música me acompaña desde que tenía 7 años.  A esa edad mi padres me vieron probablemente con mucha energía extra y decidieron ponerme en clases de piano.  Mi primera maestra era española,  doña Lolita.  Recuerdo que no quería ir a las clases y me subía en los árboles del patio para escapar.

A los 10 años,  di mi primer concierto en la escuela.  Una pieza completa de memoria.  Recuerdo el miedo que tenía de tocar frente a todos y equivocarme.  Mi madre mi vistió como una muñeca y todo salió bien.

Es más,  hasta me gustó.  Yo quería dejar el piano y mi mamá me dijo que este sería el último concierto:  que me preparara y que si no quería seguir estaba bien.  Psicología a la inversa me liberó de la presión de hacer algo a la fuerza...y continué. 

Continué en el conservatorio todo mi infancia y adolescencia.  Del colegio me iba cada tarde para la universidad y mi música se volvió más compleja bajo la guía de mi segunda maestra,  mi querida Maria Clara,  otra española llena de pasión por su quehacer,  estricta y dulce a la vez que me enseñó la disciplina y me adentró en la técnica.  Le tuve siempre mucho respeto.  Me enseñó el arte de disfrutar la música y sentirla y las muchas horas sentada al piano refinaron mi oído y cultivaron la disciplina interna de enfocarme.  

Hoy atribuyo esas muchas horas de entrenamiento diario a mi capacidad de enfoque y concentración,  cualidades vitales para mi trabajo y práctica del yoga que es ahora mi camino.

Con mi maestra,  conocí los barrocos,  los clásicos y los impresionistas.  Me perdí en el romanticismo y también exploré autores modernos.  Tocaba Bach y sus preludios y fugas a tres y cuatro voces;  las sonatas de Mozart y Beethoven;  los nocturnos de Chopin y estudios de Brahms.  Sentía a cada autor a través de sus acordes y ligaduras y sentía lo que sintieron cuando compusieron sus obras.  Conocía la personalidad intensa o la languidez,  la poesía,  la pasión,  la intensidad y la magia de Rachmaninoff,  mi compositor preferido.

Ayer entré a esa tienda y todas las sensaciones volvieron.  Me sentía como una niña en una tienda de juguetes.  Volví a sentir en mis manos las partituras que amo,  pude olerlas y compré algunas para una hermosa amiguita de 7 años que está empezando a tocar.  La música regresó a mis oídos mientras leía las notas.  Notas acariciadas y repetidas por años ante mi maestra,  y pude escuchar su voz recordándome sentir,  disfrutar y entregarme,  darme por completo a esta música misteriosa que nos transfigura.

Y es así como me entrego cada día a la música de mi práctica de yoga.  Ya no tengo piano:  se quedó en mi casa en Costa Rica.  Se venderá como todo el resto de mis cosas y alguien tal vez lo toque de nuevo.  Pero la música la llevo por dentro y sé que encontraré un piano pronto.  La vida es una espiral y nos devuelve a los lugares que hemos amado.  Aquí en Torino,  nos perdimos en la ciudad sí,  pero ya encontré mi música.  Me llevo a Rachmaninoff,  por supuesto,  mi sueño poder estudiar su segundo concierto para piano muy pronto.  Me llevo también la Catedral Sumergida de Debussy, uno de sus preludios más amados por mí.  Se van conmigo Beethoven y sus sonatas,  esperando el momento para de nuevo interpretarlas con pasión y energía y la Suite Bergamasque y los arabescos,  mis favoritos. 

En este compás de espera que cada día parece alargarse más entre procedimientos legales, ineficiencia procesal,  escritos,  incidentes,  apelaciones y el tedio inherente a un proceso legal que nunca busqué,  más la ausencia de mis criaturas,  ansío mi música de nuevo con renovada intención.  Quiero tocar para mí,  aflojar mis dedos que ahora sólo han escrito en este teclado por años y visitar de nuevo esos acordes que me hicieron tan feliz.  Muchos de ellos muy difíciles,  sobre todo cuando tenía que presentar un examen concierto de una hora y media ante un jurado muy serio.  Pero la fascinación con las emociones ligadas a cada nota permanecen aquí conmigo como si fuera ayer. 

Entonces no sabía qué me traería la vida.  Pero llevo la música siempre por dentro  y el alma de cada uno de esos maestros es una con mis fibras internas,  que crecieron entrelazadas a su música.  Expresión única y perfecta.  

Mientras escribo,  escucho el concierto número dos en do menor...parece describir mi propia vida con unos acordes mega potentes en el inicio,  seguidos por la intensidad de una mano izquierda monstruosa y ágil.  Las cuerdas llevan la melodía y escucho a mi maestra diciéndome 

¨Liga...¨

Liga una nota con la otra,  una frase con la siguiente.  Es una conversación,  un diálogo.  El piano implora:  la orquesta le contesta.  Son uno mientras comparten esta melodía de amor visceral,  teñida de colores púrpura,  azules profundos y rojos sangre.  De pronto,  la mano derecha se dispara y alcanza un pico que es suavemente contestado.  Cada frase una declaración de que en esta vida hay amor,  sí.  Amor puesto en negras,  blancas y corcheas.  Amor en clave de sol y de fa.  Amor en instrumentos que expanden nuestros sentimientos,  que nos hace audible nuestro corazón.

Los genios nunca mueren y vivirán para siempre en el compromiso de aquellos que comprendemos todo lo que vivieron y quisieron decirnos para acompañar nuestras propias experiencias.  Una compañía incondicional,   una dulce respuesta a la inquisición constante de nuestros espíritus.

Sí,  es intensa esta vida.  Y esta música me lo recuerda.  La he escuchado tantas veces y conozco cada entrada,  cada compás.  Aquí con mi partitura, sigo cada compás y las notas escritas apuntan a un lugar en mi alma que no se cansará nunca de escuchar.
  

Este es el sonido de mi corazón.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.