lunes, 10 de junio de 2019

La Gracia del Guru

La figura del Guru en Occidente es desconocida.

En Oriente,  existe un respecto insondable hacia las enseñanzas y aquel que las entrega.  Enseñé en Japón una vez y fue una experiencia muy hermosa.  Mis estudiantes escuchaban,  realmente escuchaban.  No tenía que repetirles las instrucciones.  

Era magia pura. 

Después de tres semanas de enseñanza en la bella ciudad de Málaga,  me voy agradecida tanto con los que escucharon como con los que no.  Entregar lo sagrado de las enseñanzas es como sembrar semillas y algunas caen en tierra fértil  que ha sido preparada con amor y dedicación por años.

Me voy feliz de saber que estas semillas seguirán creciendo y darán,  en su momento,  frutos jugosos y flores inolvidables.

Otras semillas cayeron en tierra árida,  ahogada de tristeza y desesperanza.  No sé qué irá a suceder con ellas.  A veces me pongo triste,  pensando en que morirán en medio de patrones mentales enfermos,  actitudes de mucha arrogancia y mentes confundidas.  Pero sé que no es mi responsabilidad darle agua a la semilla, sino de cada un@ que creó en su vida el espacio para recibirla.

La ironía de la vida es que nos damos cuenta de lo que hemos perdido hasta que es demasiado tarde y algunas semillas mueren no más haber sido sembradas. 

Cuando estoy con mi maestro,  cada palabra suya me mueve y me interesa.  No hay nada casual en sus conductas,  aunque a veces me detone sentimientos y resistencia.  Antes,  tenía opiniones al respecto e incluso mi mente ignorante encontraba formas de hacer las cosas ¨mejor¨...hoy veo hacia atrás semejante actitud como una muestra más de la gran ignorancia en que yo vivía,  donde creía tener la última palabra para todo y para todos, incluso para él. 

Me da una profunda pena y hasta vergüenza. He aprendido a escuchar y a ir más profundo incluso que las palabras.

Dicen que este es uno de los super poderes que nos llegan a los yogis:  la capacidad de sensibilizarnos tanto que podemos ¨leer ¨ los pensamientos de los demás,  aún incluso cuando ellos no los tienen claros.  He ¨leído¨ muchas mentes en estas semanas y algunas me han alegrado el día.  Otras me lo han amargado, sobre todo porque veo que el poder de una mente inestable no tiene piedad para destrozar de un manotazo lo creado en muchos días. 

Los venenos del alma,  los que todos traemos en distinta medida al nacer,  son la ignorancia,  la confusión mental,  la ira,  la envidia,  la ambición,  la pereza y el deseo.  Todos nacemos con distintas proporciones de cada uno y uno de ellos nos enseñará sobre todos los demás.  

El antídoto para todos es el mismo: tener la humildad suficiente para decir ¨sé que no sé nada¨ y abrir nuestra mente y corazón a alguien en quién confiamos.  Ese ser,  el maestr@,  puede cambiarnos la vida si bajamos la guardia y nos rendimos de corazón.   Pero por más que lo intente,  el maestro o maestra es inútil si seguimos cerrados,  si tenemos juicios hacia su persona o su forma de vivir y enseñar,  si lo criticamos y nos sentimos de alguna forma superiores a ellos.  

La bendición de las enseñanzas es que algunos bebemos del parampara como del néctar más exquisito,  con una sed de vidas y una gratitud infinita. Nos salva la vida este néctar, si lo tomamos con fe.

Dudar del maestro es equivalente a sacarlo de nuestras vidas.  Y está bien, porque tal vez llegará otro y otra que sí hará el ¨click¨.  Es imposible superar la selva del samsara con nuestra mente desencajada.  Es imposible salir de la jungla del condicionamiento sin ayuda del Guru.  Y el Guru ya es más que el maestro:  es la presencia misma de Dios en la tierra encarnado en un cuerpo físico.  Es una manifestación de la energía que nos ha tocado el alma gracias a nuestras acciones pasadas.  

Ante este milagro algunos todavía reclaman,  incluso al mismo maestro,  sus propias cuitas y dramas personales y le proyectan todas sus miserias. 

Tales seres no merecen un maestro.  Tales seres merecen darle la vuelta a varias encarnaciones y darse duro en la cabeza con el sufrimiento que espera tras cada esquina.  Tales seres son una pérdida de tiempo para quienes enseñamos porque se tragan la energía del grupo con su actitud narcisista y egoísta y su hipervigilancia crítica.  

Cada palabra cae en terreno árido y se seca y a veces,  incluso se escupe de vuelta en la cara del maestro con desprecio e ingratitud.

Ahí es como llega entonces el momento de la despedida.  Por cada paso que el discípulo da hacia el maestro,  el maestro da tres hacia él.  Se mueve porque el deseo por la verdad es urgente.  Pero ante quién desprecia las enseñanzas,  el maestro desaparece.  

Desaparece incluso por vidas enteras porque deshonrar la gracia del guru tiene efectos devastadores en nuestro camino espiritual.  

He aprendido a través de los años que no puedo salvar a nadie.  Cada ser es el creador de su realidad y el responsable de su propia vida.   Si alguien desea continuar en la oscuridad,  no hay mucho que pueda decirle.  Llega un punto en que me doy por vencida.  Ir contra corriente me quita energía para aquellos que realmente están deseosos de verse con honestidad y avanzar con dedicación.

La vida se expande o se contrae de acuerdo a nuestro valor.  He cruzado el mundo entero muchas veces para tocar los pies de mi maestro y lo seguiré haciendo mientras Dios me dé vida.  Lo hago porque su compañía me hace mejor persona,  porque cuando estoy con él siento que soy invencible y sé que puedo lidiar con cualquier reto que me mande la vida.  Quiero a mi maestro entrañablemente y estoy sumamente agradecida con lo que me ha dado y sigue dando,  no sólo a mí,  sino a miles de personas en el mundo entero.

He encontrado a alguien en quién confiar.  

Es de esa confianza que derivan todas las enseñanzas del yoga.  Es ese el origen y la fuente de todo lo que he aprendido en mis años de estudio con él.  Nunca osaría criticarlo.  Sé muy bien que es humano pero hay una relación de respeto y devoción que he aprendido a través de los años y me ha salvado de mí misma y mis ideas de ¨como tiene que ser ¨.   Lo que me ha dado supera con creces sus defectos humanos y sé que trabaja con ahínco y da todo para sostenernos con la entrega de su propia vida.

Su presencia y ejemplo me han liberado.  Su gracia y su amor.   No tengo palabras para agradecer su existencia y deseo que todo aquel que ande buscando encuentre la luz de un maestr@ en esta vida o al menos,  encuentre algo que lo inspire a ser mejor ser humano.

Lo llamo el yoga del buen corazón.  El yoga del sí.  El yoga de la fragilidad de ser humanos y la vez,  estar ahí el uno para el otro en las buenas y en las malas,  cubriéndonos la espalda. 











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