lunes, 3 de junio de 2019

El paradigma de la masa



Vivimos en un mundo lleno de expectativas sociales que aprendemos a interiorizar desde pequeños. 

En mi país Costa Rica,  se nos enseñó a leer por generaciones con un libro sumamente machista que todavía recuerdo:

¨Mamá amasa la masa.

Papá lee el periódico...¨

Así crecimos las generaciones anteriores de costarricenses,   pensando y sintiendo subliminalmente que mamá estaba destinada a amasar la masa eternamente,  a ser el alma y corazón de la cocina y a llevar sobre sus hombros unilateralmente el bienestar de la familia.  

Papá a su vez,  cultivaba su intelecto.  Papá no ayudaba a mamá en la cocina.  Vivían juntos pero cada uno en su propio microcosmos.  

El de Papá le permitía accesar el mundo y sus eventos;  el de mamá se limitaba a la masa.

Masa cada día. 

Masa tres o cuatro veces diarias.  Masa que entraba en el cuerpo y se volvía cerebro,  corazón y músculos. 

Masa que no dejaba respirar. 

Comprar la masa en el mercado,  traerla a la casa,  transformarla en tortillas,  comerla y volver a empezar de nuevo en la noria de la repetición,  absortas en lo absurdo de la cotidianidad y el servicio a aquellos que sí les está permitido leer el periódico y conocer el mundo.

Masa que terminan amasándose con lágrimas de rabia,  masa que envenena,  masa que se come pero enferma,  masa que se vuelve vómito ante tanto abuso por generaciones. 

Desde pequeña,  esta imagen de una mujer amasando la masa sin fin me impactó.   Yo no quería amasar ninguna masa.  Me parecía insípido.  Había un mundo allá afuera mucho más interesante,  desde las bicicletas con mis amigos hasta las copas de los árboles,  la música de mi piano y el rugido de las olas del mar.  

Yo no podía estar quieta en una cocina pequeña.  Algunas veces le ayudé a mi abuela a hacer bizcocho y me enseñó a hacer arroz...lo hice más por la alegría de su compañía que por la comida...pero sabía claramente que ese no era mi destino. 

Lo supe desde mis 7 años.

Otras jugaban con muñecas y Barbies.  Yo agarraba mis barbies y les cortaba el pelo.   Las desnudaba y bañaba en el mar. Me parecían aburridas y monótonas a pesar de ser tan perfectas. Mis Barbies tenían aventuras y viajaban por el mundo.  Aprendí los nombres de todas las capitales del mundo desde muy pequeña.

Y mientras tanto,  muchas mamás amasaban la masa y sus pobres hijas no tuvieron más remedio que repetir el sinsentido.  

Mi madre me modeló algo diferente:  mamá lee, se instruye,  estudia.  Mamá viaja y también asiste a conferencias.  Mamá enseña.  Mamá medita.  Mamá hace yoga.   

Mamá también piensa.  Mamá no es sólo sirvienta.  Así que eso de seguir mi intuición lo traigo desde pequeña y las imposiciones sociales siempre las sentí ajenas.  Sabía que seguirlas me asfixiarían la vida y el corazón.  

Desde entonces, mi destino estaba marcado.

Yo no iba a amasar ninguna masa.  No sabía en ese entonces que mi fuego me llevaría a tierras lejanas,  que me mostraría una cara de la vida que pocos se atreven a descubrir porque los miedos anclados en su psiquis desde pequeños les impide moverse.   Hay un mundo maravilloso que nunca conocerán a pesar de que está aquí en toda su magnificencia esperando ser descubierto.

Planté la semilla del mundo entero en cada uno de mis niños y sé que en sus mentes no hay fronteras.  Desde siempre conocieron personas de todos los lugares y aprendieron a abrir su corazón en muchos idiomas y que el amor y las sonrisas no necesitan traducción. 

Aspirar a accesar nuestro máximo potencial en la vida significa necesariamente que nos separaremos del rebaño.  La mediocridad me enferma,  me parece patética:  seres humanos que viven vidas repetitivas,  predecibles e incoloras.   Y mi destino ha sido ser honesta conmigo misma y esto,  por supuesto que toca botones.  

Sacar a muchos del paradigma de la masa,  sacar a muchos de esa inercia insondable es mi deseo y lo hago con mi propio ejemplo de vida.  Además,  a aquellos que estén listos les comparto con gratitud las herramientas para que también empiecen a vivir vidas llenas de colores donde sientan más pasión por todo,  más amor y fe.

Seguir nuestra propia voz requiere agallas y cero intermediarios.  Sin embargo,  para accesarla necesitamos apoyo.  No es fácil salir del silencio, más cuando nuestras mentes han sido adoctrinadas por un sistema que nos quiere zombies.  

Un sistema que aniquila a los pensadores,  que condena a los filósofos y cierra la boca a los líderes. Un sistema que anula a los libre pensadores y espera que nos acoplemos a reglas patriarcales donde se separa a la gente,  se condena lo nuevo y se reprime al que habla su verdad y se sale de la media. 

La conformidad es la muerte del alma, dijo un sabio que admiro hace muchos años. Ralph Waldo Emerson comprendió que el camino hacia la auto confianza implicaba cuestionar muchos paradigmas sociales y sólo desde el cuestionamiento es que podemos encontrar nuestras verdades personales y crear una vida que nos satisfaga internamente. 

La genialidad consiste en creer en nuestros pensamientos y en aquello que es verdad para nosotros,  aunque contravenga lo socialmente aceptado.  Cuántas mujeres seguiríamos hoy amasando la masa?  Gracias a Dios ya muchas no.. pero todavía quedan y hasta que la última de nosotras no sea libre,  el resto no podremos avanzar.  


Pienso en aquellos que sufren y por supuesto,  pienso cada día en mis niños amados que se encuentran en este momento en una encrucijada forzada de afectos y temores.  Los niños aman a sus padres por igual y es injusto y violento ponerlos a escoger.  Mi lucha por la custodia compartida va más allá de mi propia familia por todos los niños que son utilizados por seres de muy baja consciencia para alcanzar metas pecuniarias y dañar con saña al exconyuge.


Hay un momento en la vida cuando llegamos a la convicción de que la envidia es ignorancia y la imitación suicidio.  Ese día debemos vernos a nosotros mismos con sinceridad y decidir cómo vamos a vivir el resto de nuestras vidas.  Todos llevamos un poder por dentro pero se vuelve real hasta que lo ponemos en práctica y acción.  

Un ser humano está en paz hasta que saca su corazón y da lo mejor que tiene.

Aún en medio de un extremo dolor emocional,  sé que tengo mucho amor que dar.  Sigo encontrando almas en mi camino que me apuntan a ser la mejor version de mí misma,  que me inspiran a dar lo mejor que tengo y siento que esto me protege. 


Si podemos tomar responsabilidad por nuestras decisiones y aceptar las consecuencias de nuestro destino,  ese destino nos abrigará dulcemente en su regazo.  Abrazarnos con todo lo que somos y anhelamos significa soltar todo aquello que no somos ni nunca fuimos.  Significa apartarnos del rebaño si es imperativo porque el rebaño puede estar dirigiéndose al acantilado.

Significa detenernos,  contemplar lo que hay y mover nuestra Reina.  Cuando la Reina muere, ahí termina el juego. Pero mientras la Reina viva,  el juego de la vida continúa y mantener a esa Reina viva,  vibrante y contenta es nuestra primera misión.  

Todo el resto se acomodará a su tiempo si nuestro corazón está intacto.  Y la mejor forma de accesar a nuestro corazón es la coherencia y sintonías íntimas con quién somos y nunca dejaremos de ser.  











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