viernes, 1 de noviembre de 2013

Preguntas y respuestas: para mi querido Marco

Desde la última entrada que hice sobre las decisiones las cosas se han movido vertiginosamente.
Consciente de que no es momento, sin embargo, de tomarlas debido a  los tránsitos planetarios y otras variables,  me siento a escribir para decantar los acontecimientos de los últimos días.

La llamada llegó en medio del ajetreo matutino,  de los rides a los chicos al kinder,  presas,  carreras y quién sabe qué más cosas que hoy no recuerdo. Lo que sí recuerdo es el silencio de fondo cuando escuché la voz temblorosa al otro lado del teléfono:   

"Marco está mal, tuvo un accidente. Vamos para el hospital."  

Silencio...silencio...silencio.

"Quién? Marco? No...El es muy fuerte.  Nunca se cae.  No...debe haber un error."

Marco está mal...
Un lugar muy adentro quedó en stop.

Dí veinte mil vueltas y finalmente llegué al hospital.  Mi esposo en una camilla se veía todavía más pequeño de lo que es. Ya anestesiado,  pudo simular una sonrisa.   Un amigo querido lo acompañaba y entre broma y broma vi el brazo.  Ese brazo que me ha abrazado tantas veces,  alzado a nuestros bebés miles más,  enseñado conmigo,  surfeado,  corrido,  nadado.  Ese brazo que muchas veces me ha cocinado,  curado gente,  compartido amor.   De pronto,  el brazo era un ente,  separado por su destino de nuestra realidad cotidiana.  Estaba destrozado,  la herida tan profunda hasta el hueso.  En un instante fuera de este mundo, vi sus músculos rojos,  el hueso blanco,  la sangre fresca.  Era su brazo pero también era el mío. Miraba y miraba y una parte de mi cerebro entró en fallo.  No acostumbrada a la realidad interna y frágil de estos cuerpos aparentemente fuertes,  me asomé por unos instantes al mundo de la carne humana temporal,  vulnerable y dolorosa,  al universo de nuestra dulce impermanencia.

Mientras el médico se aseguraba de que en el profundo orificio no quedaran ni piedras ni vestigios de zacate y barro- lo que implicó una lavada salvaje,  casi surrealista-, mi esposo cerró los ojos y pude sentir su espíritu intentando evadirse de la realidad de su contenedor en ese momento.  El accidente nos llevó a ambos a un lugar extremo,  a ese instante vital en que uno sin siquiera hablarlo realiza lo efímero de esta vida y la necesidad imperiosa de vivirla con el corazón cada instante,  hasta la médula y cercanos a quiénes amamos.  Sin palabras,  los dos comprendimos la respuesta a muchas preguntas personales y comunes y recibimos con gratitud y hasta asombro la contundencia de la dirección enviada.

Estamos en esta vida para dejar nuestras huellas,  modestas pero honestas.  Estamos aquí para no esperar a que la implacable muerte nos sorprenda a medio palo en nuestros planes.  Para que el día en que nos vayamos de este mundo podamos tener la satisfacción de que no nos faltó nada por vivir y que dimos todo para lograrlo.  Nos metieron un empujón intenso que abre los ojos.  Y ya no podemos esperar más.

A pesar de que la órbita de Mercurio continúa y hasta el 10 de noviembre es nuestro plazo para tomar una decisión definitiva,  ya estamos en un proceso acelerado por la Vida y resguardado por nuestros corazones.  Confiados en que las decisiones que uno toma siguiendo su corazón son las más certeras,  las más sabias y las que traen más belleza y abundancia en definitiva.

Ojalá todos aprendamos a escucharnos más cuando estemos  en ese lugar incómodo donde sabemos que hay más... pero algo nos detiene.  En esas encrucijadas vitales es donde tenemos dos opciones:   escuchar las voces de lo conocido,  readecuarnos y seguir en un reacomodo superficial que nos mantiene en el status-quo...o apostarle al llamado del Espíritu para que nos guíe y nos recuerde que de nosotros depende ser más felices y vivir nuestra vida con devoción y autenticidad.

Felicidad efímera y temporal que ofrece este mundo.  Y a la vez,  gozo eterno y perenne de almas teniendo experiencias humanas.  Humanos intentando acercarse a sus sueños con mil obstáculos...pero siempre con señales que nos indican que en el camino no estamos solos.

                                                             A apostarle al llamado.




A compenetrarnos aún más con nuestra profundidad. 


A ir a ese lugar de donde vienen todas las preguntas...y buscar el silencio para que surja la respuesta más bella,  más auténtica y más verdadera.


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