lunes, 11 de noviembre de 2013

Intuición sabia

Día cinco de ayuno.

Me siento arraigada,  serena y con hambre.

Me he dedicado a disfrutar de los olores de las comidas:  siento que es un gusto que estoy adquiriendo y que cuando vuelva a comer,  voy a tomarme unos segundos para deleitarme antes del primer mordisco. Parte del slow down que un ayuno nos regala.

Medito hoy sobre los acontecimientos de la semana pasada y me doy cuenta de que nuestra intuición es la herramienta más poderosa que tenemos.  Dicen que uno scanea a otra persona con el sétimo chakra en un segundo y que esa información nos da todo lo que necesitamos saber sobre ese ser en ese momento.

Quisiera haber escuchado más a mi intuición.

Muchas veces mi "antena"  me dijo que fulanita de tal y zutanita eran "bad news".  Una pasaba halagándome,  diciéndome que yo era la mejor maestra del mundo y qué suerte tan grande tenía ella de ser mi estudiante.  Nunca respondí a sus halagos,  de hecho me molestaban.  Pero siempre sospecho de alguien que emita esta clase de atributos inflados y exagerados.

La otra me escribía constantemente quejándose por su vida,  por sus problemas en relaciones,  su trabajo y su soledad.  Me escribía que como desearía ser yo que viajaba tanto y tenía una casa propia.  Cuando compré mi nuevo carro,  fue la única que me dijo:  "Y ese chuzo?".  Asombrada y definitivamente no muy feliz por mí.

Mis antenas me hacían crash y aún así,  nunca pensé en alejarlas .   Creía sinceramente que sus muchos años de práctica constante en algún momento harían "click".  El año pasado una incluso decidió salirse.  La apoyé y le expliqué que yo creía que yo no era su maestra.  Que tenía que buscar a alguien más. A los dos meses volvió, rogando que la admitiera de nuevo.  Le volví a preguntar si no creía que esto no iba a funcionar.  Me respondió con algo que tuve que haber detectado:  "Pero es que sino es aquí,  adónde voy a practicar Ashtanga?" Más o menos como cuando a uno el noviecillo le decía:  "Sí,  yo quiero ser su novio.  Mientras encuentro a otra chica más linda."

Ante todas estas señales mi intuición hizo "Peligro! Peligro!".  Y ahí fue donde fallé:  deseé más su bienestar que el mío propio.  Tomé el ejemplo de mi propia vida y me pregunté qué hubiera hecho yo si mis maestros me hubieran apartado.  Tragué y tragué su presencia incómoda.  Ya al final casi ni las tocaba en las clases. No podía.  Su campo energético me repelía.  Y con mucha razón,  dados los acontecimientos que esta última semana de Mercurio retrógrado ha confirmado.

Empecé con dolores muy fuertes en mi hombro derecho desde enero.  Sabía que la cuestión era más profunda que física.  Necesitaba encontrar el hormiguero y destruirlo.  Necesitaba sanar.

Donde estudio en India hay una especie de código tácito:  los estudiantes llegamos gracias al apoyo de algún maestro o maestra que nos enseñó y creyó en nosotros.  La costumbre es honrar esa relación.  La costumbre no escrita es presentarse con los saludos de este maestro o maestra que nos ayudó a iniciarnos en esta práctica intensa y demoledora.  Llegamos con nuestra gratitud enviados por ellos.  Llegamos en humildad y con muchísima devoción.

No soy yo quién pueda juzgar actos distintos a esto.  Mis colegas están con el pelo parado ante la arrogancia de un estudiante que pueda infringir este código de décadas.  Maestros autorizados y certificados me han escrito en solidaridad,  hablando del mal karma que una actuación así tiene.  Indignados,  tristes y al igual que yo,  un poco desmotivados.

Como maestros de una arte de mucho renombre en este momento,  todos estamos lidiando con energías negativas y desconectadas.  El camino en mi escuela es estrecho y muchos quieren brincarse los años de esfuerzo y múltiples viajes con garrocha.  La energía se está revolviendo en todo el mundo y escucho todos los días las historias de gente dedicada a esta enseñanza que tienen que lidiar con piratas y detractores.

Un ejemplo es una mujer que fue a India una vez y regresó diciendo que podía certificar gente.

Otro ejemplo es un maestro que estuvo una vez allá y se tomó una foto con mi maestro viejito, pero luego habló pestes de él.  La foto aparece en su website y en sus credenciales que estudió seis meses con él (?!)

Pero el ejemplo más doloroso son los más cercanos:  gente que formé por años en la sala de mi casa,  gente que formó parte de mi familia nuclear y espiritual y que ahora se dedican a ensuciar el nombre de mis maestros y su legado con sus actuaciones.  Estudiantes que en su momento consideré  amigos cuyos egos gigantes ganaron la partida en su transformación espiritual.

Todos encontraremos en nuestro camino vampiros de energía que nos succionarán sin piedad.  Es nuestra responsabilidad seguir nuestra intuición y no permitirlo.  Es nuestro derecho humano decir:  "Ya no más".  No podemos permitir que gente perdida nos enferme y amargue la vida.  La responsabilidad de poner límites es nuestra,  es mía y es una lección que estoy aprendiendo con lágrimas y mucha dolor.

Muchos carecen de una dirección vital y se pegan a los que ya la tenemos.   Se vuelven satélites y en su delirio,  en algún momento creen estar listos para volar sin la bendición de quiénes les enseñaron y ayudaron.  La catástrofe puede anticiparse:  en esto del Yoga,  el éxito no se mide por la parada de manos o por una serie impecable, sino por lo principios morales de verdad y transparencia.

Yo misma aspiro poder manifestar estos principios para con mis maestros hasta el último día de mi vida.  Y agradecerles cada año que me han acogido a pesar de mis deficiencias y errores.  Nunca osaría hablar mal de ellos,  aún cuando nuestros caminos se separasen en un futuro.  No lo creo posible,  siento que de mi maestro sólo la muerte puede separarme.  Pero si así fuera,  lo único que tendría para con ellos es agradecimiento y palabras de bondad.  Son tantos los regalos que me han traído,  son tantos los cambios que me han permitido hacer bajo su protección.

A lo largo de mis casi trece años de carrera, he recibido gente triste,  deprimida,  sin dirección ni motivación en la vida.  La práctica misma los ha fortalecido y transformado.  Algunos brillan con la luz de la sabiduría y serenidad.  Otros han inflado sus egos y su ser falso ha ganado la partida.  Igual,  yo seguiré compartiendo lo que amo.  Igual intento soltar los frutos de mis acciones.  Igual,  lloro ante la traición- no tanto externa como interna.

Por qué no escuché mi voz interna y fui consecuente?

Por qué pensé  en ellos primero antes que en mí?

Estas preguntas tendrán su respuesta a su tiempo.

Y como siempre dijo mi abuela,  los molinos de Dios son lentos...pero inamovibles.  Los tiranos nos enseñan la lección que nosotros solitos no hubiéramos podido aprender.

La lección es fuerte, difícil y dolorosa:  la respuesta llegará en el momento adecuado.

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