domingo, 17 de noviembre de 2013

Las cosas más importantes de la vida....no son cosas.

Kali Yuga...

La era del oscurantismo,  de la confusión,  del caos.  La era que estamos viviendo según el almanaque indio y que amenaza con ahogarnos en todo lo que no somos.

Se acerca Navidad y siento desde ya una extrema aversión por toda esta época de consumismo,  carreras y presas citadinas.   La paradoja es que el clima comienza a mutar en mi querida Costa Rica y el verano trae sus días soleados y con viento fresco que me enamoran como si fuera la primera vez.

Curiosamente en esta época del año es cuando vemos en el Estudio en quiénes ha calado realmente la práctica anual.   Empieza el éxodo:  mil y un demandas que buscarán alejarlos de su mat.  Comilonas,  despedidas, alcohol y azúcar al por mayor:  una fiesta para los sentidos que cae muy mal en la alfombra.

Cuántos han pasado por Namasté!  Si pudiera sacar la cuenta serían miles.  Sólo unos pocos han permanecido.  Sólo unos pocos ya decidieron dar el sí completo.  Muchos se han enamorado:  es fácil.  El primer año todo es nuevo.  La vida cambia, se ilumina,  es como un renacer.  Pero después del primer año algunos creen que ya saben. Y ahí es donde la oscuridad se mete.  Crean ideas falsas de yogis profundos,  de un estilo de vida "de moda" sin base firme.  Sucumbe la presencia ante los hábitos viejos que todavía no han sido arrancados de raíz,  sólo adormecidos.  Y a veces quedan adormecidos por más tiempo,  hasta que un día inesperadamente regresan.

La teoría de mis amigos extranjeros es que lo latinos tenemos un "samskara" específico,  o sea, un hábito de nuestra mente que es incompatible con esto del Ashtanga Yoga.  Yo soy la primera, por supuesto,  que refuta esto.  Dicen que los escandinavos,  nórdicos,  europeos y asiáticos están hechos de otro material:  son poblaciones "desarrolladas".    Para mí sí ha sido muy interesante observar que se sostienen en sus prácticas con más facilidad y menos "rollo".  Porque los latinos siempre creemos tener la última palabra y osamos incluso cuestionar a nuestros maestros con nuestras opiniones.  Y así lastimosamente no funciona este Yoga que practico.

Mi práctica es una transmisión de energía directa de maestro a discípulo que ha venido sucediendo por miles de años para atrás en India y que ahora pasó a Occidente por la gran visión de un maestro a principios del siglo pasado:  Krishnamacharya.  El tuvo la visión de exportar el Yoga a Occidente porque sabía que lo necesitábamos.  Esta medicina para la mente no tiene precio.  Podríamos tener todas las riquezas del mundo,  si estamos enfermos,  tristes y perdidos de qué nos sirven?  Imposible encontrar la felicidad verdadera,  esa que viene del Ser que brilla en un cuerpo sano,  fuerte y flexible.  Sin nuestro vehículo en buen estado no estamos en condiciones de meditar.

Pero se acerca Navidad y siempre hay algo nuevo que comprar.  El nuevo "gadget",  la nueva moda en vestido,  maquillaje o el nuevo equipo de lo que sea.  El desenfreno adquisitivo nos separa de esa parte nuestra que no necesita más que un techo, una cama caliente,  un poquito de arroz y lentejas y su práctica espiritual para vivir.  De hecho,  la opaca y destiñe.  Al otro lado de diciembre quiénes escogen esta senda terminan con varios kilos de más,  una desilusión existencial y muchos hasta con deudas de por medio.

Le pedí a mis familiares y amigos que por favor, este año no me regalen ningún "chunche" ni "tiliche".  No necesito nada material.   Me gustaría tomarme un café con ellos,  compartir un rato y hablar sobre la Vida.  Sobre nuestros planes,  sueños y locuras.   Sobre epifanías,  revelaciones y quimeras.  Ir a ver una buena cinta juntos.  Admirar un atardecer.  Disfrutar un estanque con patos y patitos en un domingo soleado.  Nadar juntos en las aguas maravillosas de nuestros mares y playas tibios.

Esta Navidad voy a quebrar  el patrón.  Voy a pasar tiempo con amigos y seres queridos sin regalar "cosas".  Las cosas más importantes no son cosas,  dice uno de mis bumper-stickers favoritos.  Preparemos una cena juntos e invitemos a los más allegados.  Envolvamos galletas hechas por nosotros mismos y dibujos pintados por nuestros niños.  Pasemos más rato fuera del carro y menos en el Mall.  No regalemos plástico ni artefactos chinos.  No seamos víctimas del mercantilismo que amenaza con ahogar nuestras almas.

Sepamos regalar y regalarnos el regalo más preciado de todos:  nuestra presencia.  Sabiendo que el día de mañana,  seguramente,  la añoraremos más que a nada en el momento que tengamos que partir de este mundo o veamos partir a quienes amamos.   Disfrutemos de la compañía de nuestra familia y amigos y de los espacios sagrados que hemos sabido crear este año:  llegó el momento de la cosecha y es hora de recoger el fruto de lo sembrado.

Y este fruto definitivamente no se ve como carreras desenfrenadas,  shopping frenético y mucho menos,  comilonas inconscientes.

No.

Se ve como un brillo en los ojos,  abrazos y besos, sonrisas y mucha alegría.   Con la dicha de saber que somos mucho más ricos que todos aquellos que se gastan su aguinaldo en baratijas.


Feliz Navidad a todos los yogis y yoginis de este mundo.  Que seamos Luz en el Kali Yuga y que esta época de oscurantismo dé pronto paso de nuevo a la Verdad.

1 comentario:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.