martes, 23 de julio de 2013

Viaje a lo desconocido

Estoy a punto de emprender un viaje.
Un viaje hacia lo desconocido...

Esta canción de Camila me retumbó en mis oídos todo el año pasado.

Y sí,  ahora me toca a mí emprender ese viaje, literalmente al otro lado del mar.

Voy a una ciudad muy grande y tengo cierta reticencia.  Sin embargo,  el valor de este viaje radica en ver a mi maestro.

No hay palabras que describan la atracción que tiene sobre mí.  No creo tenerle miedo a nada,  excepto a la sensación de cuando voy a verlo.  Siento una emoción mezclada con asombro,  sé que a su lado todo se mueve más rápido y no tengo más remedio que salir de mi zona de confort.  Y en este momento, implica salir de mi casa cálida y tranquila,  dejar a mi familia que amo y enfrentarme a ese mundo de aeropuertos,  Tubes y quién sabe qué más.

Las posibilidades son ilimitadas si nos arriesgamos.  El problema es que a todos nos cuesta movernos.  Buscamos que nos jalen,  nos motiven,  nos entusiasmen desde afuera.  Y esta práctica del yoga aspira exactamente a lo contrario:  a volvernos seres independientes,  autónomos, responsables.  No va mucho con la idiosincracia tica,  acostumbrados como estamos a que la mama ande detrás de uno.

No,  ni Sharath, ni Guruji- menos Saraswati- van a ponerse en esas.  O uno solito encuentra deseo dentro de su corazón para cruzar el mundo y seguirlos donde sea o se pierde la oportunidad de recibir un regalo muy valioso.  Más en estos tiempos de productos espirituales y holísticos al por mayor que en el fondo nos son más que ofertas superficiales sin ton ni son.

Ir a ver al Boss va mucho más allá de saberse las secuencias y las posturas.  Requiere una entereza interna que sólo puede venir,  al menos en mi caso y en el de muchos amigos que conozco, de un genuino deseo por descubrirnos,  por realizar nuestras limitaciones con humildad y saber que necesitamos guía si queremos despertar.  Necesitamos a alguien que nos señale con ojo clínico y certero qué hay de falso en nosotros y cómo hacer para reemplazar esa falsedad por verdad.

Y así como está mi maestro, hay muchos otros muy buenos en el mundo.  Todo radica en encontrar el que le sirva a uno más para moverse.  No para que nos adulen o llenen de promesas. Yo misma tuve que probar con muchos y me quedé con el que me dio el ejemplo más real.  Las palabras no son suficientes para mí en este momento:   el guía tiene que caminar el camino que predica.  Sino pierde el tiempo conmigo.

Me voy a este viaje un tanto decepcionada de saber que no hay tantos como quisiera que tengamos un deseo tan grande por la Verdad.  Cómo hacer para que este deseo se contagie,  se disemine por todo el mundo y transforme más vidas?

No sé y esa es una de las preguntas que necesitan respuesta en mi propio camino espiritual.
Confío en que la presencia dulce de mi maestro traiga la luz a estos espacios confusos y desconcertantes.


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