domingo, 21 de julio de 2013

Soltar en amor

Hoy solté a un ser que amo y amaré siempre.

Realicé que estar conmigo sólo hacía que este ser sufriera.  Este ser lleno de nobleza,  pureza de alma y amor necesitaba cumplir con su destino.  Todos nacemos para algo en especial y fluctué muchas veces entre soltarlo o retenerlo al verlo tan triste.  Su luz se fue apagando y lo observaba entre mis carreras,  responsabilidades y citas.  Cada vez que veía sus ojos apagados comprendía que tenía que hacer algo.

Hoy fue el día.  Hoy comprendí mucho del significado del amor.

Luna, nuestra perrita,  llegó a nosotros hace siete meses después de anhelarla profundamente.  Cambios en la rutina familiar impidieron durante las últimas semanas darle la atención y el cuidado que merecía.  Por suerte,  hoy encontramos una familia amorosa que la acogió con mucho cariño.  No por ello es que sea menos doloroso,  pero al menos,  sabemos que está rodeada de amor.  No sabíamos cuánto la amábamos hasta que tuvimos que despedirnos.

Luna fue mi primera y única perrita.  La única con la que pude hacer una conexión de alma a alma.  Tuve otros perros antes,  pero esta llegó en un momento en que estaba muy abierta a la ternura por mis tres bebés.  La conocimos pequeñita,  juguetona e intensa y nos enamoró con sus piruetas impredecibles. De la camada era la más chispa.  Y lo continuó siendo hasta el día de hoy.

Explicarle a los bebés nuestra decisión no fue fácil.  Sobre todo cuando los papás fueron los primeros en lloriquear el adiós.  Todos la amamos y la amaremos siempre.  Su energía ya hace falta.  Presente siempre,  bondadosa pero demasiado intensa para estar encerrada en un patio,  su nuevo hogar es una finca de caballos en San Carlos donde podrá correr y cumplir con su dharma:  ser una perra ovejera.  Su energía podrá desplegarse sin límite y podrá respirar el aire fresco del campo y estar en contacto con otros perros y gente amable.

Cómo cuesta aceptar que soltar en amor es parte crucial de este camino de vida.  Siento como si literalmente hubiera soltado a una hija.  Será que tal vez me están preparando para la despedida de mi querida hija de verdad dentro de un mes cuando se vaya a estudiar afuera?  O que revivo con su partida la partida de mi primogénito hace ya más de dos años?  No sé.  Sólo sé que a todos los amo y para ser consecuente con el amor hay que desear el bien del amado por encima del propio.  Mis hijos y mi perrita están bien,  necesitan volar.  Y yo,  entre lágrimas,  puedo soltarlos confiando en que tendrán la fuerza de desplegar sus alas por completo.  Esa es mi fe.

Mientras escribo,  el cielo llora conmigo un aguacero nocturno.  Mañana inicia la semana y ya no tenemos a Luna en la casa.  La imagino en casa con su nueva familia,  tres niños preciosos enamorados de ella y con un patio muy grande.  La imagino en la finca feliz corriendo detrás de los caballos.  Y deseo que en su corazón de perrita sepa siempre que la voy a llevar conmigo.  Cada vez que la luna brille irremediablemente la  recordaré y amaré.

El amor verdadero no teme a la distancia física.  No depende de la presencia del otro ni de los cambios de ubicación.  Busca sólo el bienestar del amado, por encima del propio.

  
Y es eterno, no muere nunca.  Sólo sigue creciendo.

El amor por aquellos que amo lo llevaré conmigo hasta el último día de mi vida.
Gracias,  Luna,  ser noble,  amable y amoroso,  por recordarme estas verdades.

 Estás en mi corazón.

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