miércoles, 17 de julio de 2013

El misterio del amor

Después del barco-  un barco metafórico:  estuve en un Seminario espiritual por  cinco días-, se han movido cimientos profundos en mi interior que apenas estoy empezando a dilucidar.

El barco me dio una lucidez que agradezco y a la vez,  me volvió más sensible al tema del amor.  Siempre he considerado que el amor es un misterio,  EL misterio de esta vida.  Y aplicado directamente a mi vida me pregunto por qué hay personas con las que me abro fácilmente y otras que me hacen cerrarme.

Como ya sé que todo tiene que ver conmigo misma y no con los demás,  la reflexión va dirigida a comprender todo desde adentro.  Sé que en parte es difícil estar con alguien que está resentido,  aturdido,  preocupado o distante.  Pero también sé que mucho tiene que ver conmigo misma: estoy dispuesta a abrirme incluso a alguien así?

Mucho más fácil abrirme con la gente que me atrae y con quiénes me siento en paz,  confiada y dispuesta.  O será que mi miedo a la entrega y  a sufrir me hace escabullirme cuando siento distancia y esconderme?

Mientras llueve allá afuera,  reflexiono en mi cama sobre estos temas del alma y del corazón.  Me interesa específicamente el tema de la química con otro ser humano.  Todo un misterio.   Encuentros que no necesitan palabras,  conexiones más allá de las convenciones.  Veo como me exijo demasiado y trato de encuadrar en mis explicaciones racionales el misterio de las emociones.  Quisiera poder permitirme vivir el misterio de las relaciones sin tanto concepto de por medio.

Leo por ahí que una relación real se crea y recrea a cada momento.  Tal vez mi problema sea que estoy tratando de mantener mis relaciones intactas,  de no moverme para no causar olas,  de desear que el otro no cambie para no tener que lidiar con la incertidumbre.

Pienso que esta dinámica nos incumbe a todos.  El primer paso es ser uno mismo,  más allá de las definiciones mentales.  El mecanismo de la psiquis para evitar el dolor nos impide accesar la profundidad de nuestro ser verdadero.  Nos identificamos con ese yo que la mente ha construido y se nos olvida que ese algo se formó en el pasado para protegernos de hechos y personas que ya no son.  Estos resabios del pasado me impiden a mí, personalmente,  estar totalmente presente en el aquí y en el ahora.

Tengo una relación entre manos que me ha sacado muchos patrones viejos y a la otra persona también. Mi yo estructurado se ha regodeado en crear más defensas y murallas alrededor de una identidad percibida como sólida,  con la válida excusa de no abrir el corazón.  El momento me pide abandonar esa personalidad vieja,  dejar que pierda fuerza y despedirme de ella agradeciéndole por haberme permitido sobrevivir hasta ahora, aceptando que ya no me sirve.

Pero en esta relación en específico,  el reto consiste en dejar atrás todos los patrones viejos y entrar en terreno desconocido.  El pánico de la incertidumbre.  La posibilidad de salir de lo conocido y ser sin el freno de mi vieja identidad.  Y esto implica acostumbrarme a mi vieja soledad,  esa que conocí antes de que la armadura se consolidara.  Implica meterme en lugares muy oscuros y profundos de mi ser y sé que el hecho de dar y recibir amor genuino sólo va a poder suceder si estoy decidida a explorar lo nuevo.

No estoy muy segura de cómo hacer esto.  Puedo diferenciar la estructura de la esencia pero es como estar parada frente a un precipicio donde puedo ver la otra orilla pero donde no hay puente.  Saltar al vacío?

Cuando estoy parada en la estructura,  siempre estoy queriendo algo,  necesitando algo,  hambrienta y deficiente.  Mi reto personal en este momento es conectarme al vacío y esto se siente amenazante y doloroso.  Mi mente no tiene de qué agarrarse.  

Mi querida práctica de yoga me invita,  sin embargo,  a aceptar que no tengo que saber exactamente y todo el tiempo quién soy.   Me siento incierta e insegura por dentro,  no tengo idea de qué se espera de mí en estas circunstancias.  Sólo sé que siento un fuertísimo impulso interno a lanzarme a la experiencia que viene,  a desencadenarme de ese yo limitado que se mueve en un mundo de pequeñas respuestas conocidas.

Mi incertidumbre en cuanto a mi capacidad de enfrentar este desafío es parte de mi camino.  Recuerdo las palabras de un maestro tibetano al que le preguntaron cómo había logrado escapar de la invasión china arrastrándose por las nieves de los Himalayas,  con pocas provisiones y sin ninguna certeza sobre la ruta.  Su respuesta fue breve:

" Puse un pie después del otro."



Y eso es lo único que puedo hacer en este momento.

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