viernes, 16 de diciembre de 2011

Persevera y vencerás...

Me propuse escribir todos los días de aquí en adelante...la primera vez que estuve en India fue en el 2002 por cosas del destino.  Llegué a Bangalore,  una de las ciudades más grandes al Sur y recuerdo que estaba sencillamente embelesada:  el caos de las calles se mitigaba por una  vibración de paz y serenidad en el rostro de los indios,  como si todo el desorden externo no fuera para ellos más que su diario vivir,  aceptación total sin estrés.  Recuerdo el ashram del Arte de Vivir y la belleza del paisaje del Sur de la India:  palmeras y mucho verdor.  El inicio del viaje fue muy placentero,  resguardada entre las paredes de este santuario natural.  Aprendí a comer con la mano derecha (nunca con la izquierda,  esta se reserva en la cultura india para otros menesteres más privados) y saboreé la delicia del ragi,  un cereal que nunca antes había probado. El ashram de Sri Sri Ravi Shankar estaba lleno de niños,  mujeres y hombres de todas las edades,  todos con una sonrisa cordial en sus rostros.  Teníamos una clínica ayurvédica,  la primera que conocí y tuve la dicha de tomar un curso de pranayama radicalmente distinto de todos los que había experimentado antes. Esto porque yo era la única extranjera en medio de un grupo de indios,  me veían con asombro y más todavía cuando les conté que estaba divorciada y tenía cuatro hijos.  Movían la cabeza con gesto de desaprobación:  el divorcio es socialmente censurado en esta cultura.  Todavía existen los matrimonios arreglados y un matrimonio por amor es objeto de novelas y dramas bollywoodenses constantemente.  La novela The God of Small Things de Arundhati Roy fue una de esas que devoré en los viajes de tres días en tren,  durmiendo,  comiendo y viendo con asombro el paraje de este subcontinente tan lleno de contrastes.  El plan de permanecer un mes en esta lejana tierra se vio interrumpido por una llamada de emergencia desde Costa Rica:  uno de los muchachos se había enfermado y había que regresar.  Lloré de sentirme arrancada de un lugar que se sentía como el hogar,  a pesar de su desorden y multitudes,  ya había quedado enamorada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.