sábado, 30 de julio de 2016

Justicia

Soy abogada de profesión.

Estudié Derecho durante cinco años en la Facultad,  luego hice tres maestrías.  Me interesó siempre profundamente el tema de la justicia.  Fue testigo desde pequeña de numerosas situaciones absurdas donde el poder en las manos equivocadas causó serios daños en personas inocentes.

Me dije a mis 16 años:

"Yo quiero contribuir de alguna forma a que haya más justicia en este mundo.  Justicia para los desprotegidos,  para los inocentes,  para los más pequeños y los más débiles."

Transité en mi vida profesional de ese entonces en un entorno plagado de competencia,  deslealtad, envidias y mentiras.  Me decepcioné profundamente del género humano,  con contadas excepciones. Tuve profesores en la Facultad que me marcaron con su idealismo y su ética y me inspiraron a ser un instrumento de la equidad.  Pero después me dí cuenta que la leyes se doblan e interpretan fácilmente en las manos equivocadas (aunque estén disfrazadas incluso de jueces y magistrados),  que hay corrupción descarada en las autoridades y que no siempre el mejor argumento gana el pleito.

A menudo una "pata" se lleva por delante todo aquello en lo que creemos.

Deprimida por el "rat race",  busqué solaz en la Naturaleza y me dediqué al Derecho Ambiental.  Los ríos y árboles de mi país también ha sido fuerte blanco de ataque de seres oportunistas e inconscientes que usan los recursos de todos para beneficio personal.  Dí la lucha y también comprendí con dolor que los intereses económicos tienen hegemonía en la administración ambiental y que se puede pagar por contaminar.

Y entonces,  a mis 33 años,  fue que encontré el Yoga.

Siendo abogada constaté que la ley muchas veces no es sinónimo de justicia.  Que la formalidad de unas letras en un código no garantiza la felicidad de las partes- como cuando un divorcio parte ya de por sí los corazones de una familia y además,  los ex cónyuges se difaman y atacan como perros por los niños y bienes materiales.  Me ayudó esta experiencia a no tomar esa vía en mis propias separaciones y a preferir un mal arreglo que un buen pleito.  Comprendí que hay cosas en la vida cuyo duelo y profundidad hay que respetar y que este espacio es más valioso que unos cuantos pesos... soltar a veces es la medida más digna frente a las vueltas dolorosas de la vida.

El respeto a la letra de la ley muchas veces no coincide con una aplicación justa y una perspectiva inteligente.  El despotismo es una realidad,  el abuso del poder por parte de gente mediocre y hasta loca.  Sino veamos los sucesos políticos en el país del norte donde alguien de reprochables antecedentes tiene posibilidades reales de convertirse en Presidente.

En el país de los ciegos el tuerto es rey.  La ley sin justicia y sin visión es letra muerta y aplicada por las manos erradas, una bomba de tiempo.

Aprendí esto en mis años de abogacía y creí inocentemente que el medio en el yoga sería distinto. No en vano los que llegamos al yoga somos buscadores de verdad,  una verdad personal que nos conteste muchas interrogantes vitales.  Con el tiempo me he dado cuenta de que la oscuridad también plaga de politiquería barata y juegos de poder este mundo de la espiritualidad.   No nos salvamos por estar genuinamente comprometidos con un camino:  al contrario.  La oscuridad se empecina e infiltra por doquier y a veces siento sinceramente que no hay techo donde refugiarse en este mundo de lo falso.

Sin embargo,  recuerdo en estos momentos de crisis existencial,  de impotencia y desilusión ante un panorama desolador,  las palabras de mi maestro Sharath:

"Cuando sientas que nada tiene sentido
cuando estés triste y lleno de dudas...

piensa en mí que yo estoy siempre presente contigo."

Y sus palabras me llegan desde ese salón en India al otro lado del mundo,  escucho su voz en ese espacio sagrado para mí y que he tenido el privilegio de frecuentar por tantos años.  Sus palabras me llegan frescas como el agua,  verdaderas y honestas como mi respiración,  como la realidad de mis manos en el teclado y de mis ojos en las letras mientras escribo.  Sentada en un Starbucks perdido en San José, con un latte de soya a mi lado y una mesera amable que me llama por mi nombre,  pienso que todos tenemos un camino y el mío particularmente es estrecho y solitario.   Mi intención ha sido siempre compartir lo que amo y agradecer a aquellos que han detonado cambios radicales en mi vida. No todos lo han comprendido pero ese no es mi problema.

El yoga me ha traído cambios no sólo de estilo de vida y de amistades y compañías,  sino un cambio de percepción ante todo.

El yoga es la capacidad de estar bien en cualquier situación.  Hoy me despierto a un sábado lleno de imprevistos y qué hago:  podría enojarme ante los cambios de planes,  ante lo obtuso del pensamiento de otra gente,  ante el despotismo en el mundo del yoga en mi país... podría vociferar y amargarme el rato.

Podría reaccionar y eso sólo daría más fuerza al conflicto.

Puedo en cambio escribir lo que siento y alivianar mi corazón,   puedo visualizar una Demo que hacemos mañana en nombre de nuestros maestros llena de Luz y de Gracia.   Puedo imaginar a mis compañeros de aventura llenos de alegría pura y devoción,  todos convencidos de que cuando uno recibe tanto amor lo único lógico y consecuente es compartirlo.

Así que decido enfocarme en lo importante.  Decido no darle espacio a lo absurdo.  Esto me ha enseñado mi práctica de yoga.

Hay cosas que simplemente hay que dejar pasar.
Esa es la enseñanza de mis maestros.




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