miércoles, 6 de julio de 2016

Fascino

Amanezco en un lugar mágico.

Llegamos anoche ya tarde y después de cenar recorrimos la ciudad a pie.  El Mar Adriático acunaba las barcas en el muelle y las luces de la ciudad se reflejaban serenas en el agua.

Italia tiene un "fascino",  una atracción especial y única para mí.  Viví en este hermoso país hace muchos años y me marcó definitivamente.  Volver a pisar su tierra me llena de alegría,  escuchar el idioma e intentar hablarlo también.   Mientras desayuno anticipo las alegrías del día que ya son, incluso sin haber todavía sucedido.

Y así me está pasando en mi vida también.

Hoy practiqué en un espacio de un metro cuadrado y sin mat.  Practiqué porque es mi forma de rezar y dar gracias.  Sólo los que hemos probado la miel sabemos que no hay vida a menos que uno encuentre un propósito más grande.  Ese propósito es nuestra brújula y la vida se irá mostrando poco a poco hasta que comprendamos el milagro y magnificencia de estar vivos,  de poder compartirnos y apoyarnos mutuamente en el camino.

Extraño mucho a mis chicos.   Tengo un pedazo de mi corazón en Heidelberg,  otro en DF y el resto en San José.  Sé que estas almitas que tengo el privilegio de cuidar y de guiar son mis maestros y maestras.  Cada uno de ellos un faro potente de luz,  cada uno un espíritu libre que por coincidencias del destino me vino a enseñar.  Mientras tomo mi Latte,  mi corazón vuela a cada uno de ellos y los toca mientras duermen.  Seres que abrazo cada mañana cuando me despierto y bendigo cada noche cuando voy a dormir.

Estar físicamente aquí me llena de gratitud y me carga de energía y entusiasmo para continuar dando lo mejor que tengo para ellos.  Los que tenemos el gran privilegio de cuidar seres de luz tenemos una responsabilidad muy grande con el mundo:  estas nuevas generaciones serán las que salven nuestro planeta,  cuiden los bosques y sanen los ríos.  Serán los que traigan niños al mundo con consciencia y amorosidad y los que desplieguen sus artes sin timidez. Estos seres que hoy crecen con fuerza y buscan con ansias sus destinos,  ya trazados desde hace muchas vidas por su propia consciencia y sabiduría.

Quisiera tenerlos a todos aquí conmigo hoy e irnos juntos en ese tren del mediodía para Venezia. Pasear abrazados por la Piazza San Marcos,  caminar por los callejones,  montarnos todos en esa góndola al son de Oh Sole Mío al atardecer entre muchas risas y terminar cenando en el restaurante de un buen amigo de Nicaragua.

Físicamente no han llegado pero sé que lo harán.  Un merry band de amor unidos por la simpleza de lo más puro que pueda existir entre los seres humanos:  el amor y el apoyo mutuos.

Cada uno de estos seres cuenta conmigo para lo que sea.  A seis meses de cumplir mi media centenario,  siento que estos cincuenta años que Dios me ha dado en esta tierra no han sido en vano. La llegada de cada uno de estos diez maestros a mi vida ha sido providencial y mágica.  Ese "fascino" de que hablan los italianos...y esté adonde esté,  el sentimiento perdura.

Aquí en Italia está presente por doquier pero sé que lo llevo vivo en mi corazón adonde quiera que vaya...y crece y se multiplica en sus compañías.

Sé por experiencia también que se contagia,  se expande y se nutre de las presencias cálidas y amistosas de muchos otros miles de seres,  tan bellos y sabios como mis hijos y futuros nietos...seres que fascinan por el simple hecho de ser y que hacer de este mundo un mejor lugar.




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