lunes, 18 de julio de 2016

Breakthrough

La práctica diaria y constante por años nos ayuda a enfrentar cosas de la vida que humanamente son muy difíciles de aceptar.

Hace tres años pasé una separación de pareja muy dolorosa.  Hoy veo que con la ayuda de Dios y la conexión y la práctica día a día se puede lograr hasta lo imposible.  En esa época consideré que nunca más podría ser feliz con una pareja, de hecho me prometí no intentarlo a fondo nunca más.

Cerré mi corazón y las consecuencias fueron desastrosas.

Los que anhelamos movernos hacia la Luz queremos siempre más.  El movimiento se vuelve tangible cuando atravesamos experiencias duras y nos vemos superándolas e incluso llegando a lugares mejores de los que estuvimos.  El estado de consciencia es todo y ahora que veo hacia atrás  sé que hoy tengo una perspectiva totalmente diferente.

Por eso es que ahora no guardo ningún rencor.

Ese es el trabajo espiritual:  estar un poco más despierto cada día.  Siempre habrán desafíos y momentos donde nos sintamos atascados.  Lo importante es hacer algo al respecto.  Es difícil ser feliz en este plano de ilusión:  ya no aspiro a una felicidad tipo Disneylandia.  Aspiro,  como dice una de mis queridas maestras,  a una sensación subyacente de paz y satisfacción y al gran privilegio de escoger por mis propias manos adónde quiero estar en la vida y con quién.

Sé que este proceso interno va en grados y niveles y lo importante es mantener una actitud positiva a través de los subes y bajas.   La intención es estar cada día un poco más libres,  incluso enfrentando los mismos temas.  Lo veo con mis ex esposos:  antes reaccionaba y me enojaba,  hoy acepto y trato de observar sin identificarme.  Los conceptos espirituales a veces interfieren con la experiencia humano,  más siendo una yogini.  Hay una expectativa general de que los yogis seamos siempre seres tranquilos y serenos, conectados y ecuánimes.  He aprendido a no juzgarme cuando me salgo del patrón y me siento emotiva o cuando atravieso una sentimiento que no es "bien"según mis conceptos.

Sí,  a veces me siento desalentada porque los mismos temas se repiten sin cesar y el látigo de la duda me acribilla. Pero recuerdo de nuevo que que hay niveles y que puedo ir cada día más profundo que el drama,  que el tema en particular o el gatillo.

Sé también que hoy puedo salirme del hueco más rápidamente que antes.  Sé que esto es producto de mi trabajo diario: mi práctica me ayuda a estar más tranquila,  la disciplina diaria es mi tabla de salvación.  Pero también tengo el gran privilegio de tener maestros,  maestros de carne y hueso que se encargan de pegarme empujones:  cada encuentro con ellos me nutre y prepara para los siguientes acontecimientos.  Veo hacia atrás y no tengo la menor duda de que es así.

Hoy cuando enfrento algo difícil,  sé que la vía es practicar y salir al otro lado.  Estudio,  observo, tomo consciencia y algo de distancia del issue.  Veo mis obstáculos internos y mantengo el enfoque. Enfoque no en el problema sino en la LUZ.   Me dejo llevar a un lugar adentro mío que ya conozco  y desde ese lugar de mayor comprensión y amor puedo atravesar cualquiera de las grietas de mi personalidad.   Para esto necesito sentir y  observar mis emociones.  He aprendido que las emociones son la clave para bajar de la mente al corazón.   Negarlas no funciona.

Y es en el corazón donde todo un mundo nuevo se abre.

Bajar al corazón es atemorizante.  A todos nos han vuelto adictos a vivir en la mente analítica,  nos han programado para entretenernos con mil gadgets con tal de no sentir.  O relaciones.  O posesiones materiales.   Muchos no saben cómo hacerlo:  otros simplemente lo rechazan.  No creen en ninguna energía superior y carecen de confianza.

Hasta los que tenemos confianza llegamos a un punto donde ya no tenemos confianza.  He ahí la importancia de los maestros.

Mañana Guruji cumpliría 101 años.  El regalo que me dejó mi maestro antes de partir fue su confianza total en la práctica.  Era tanto su entusiasmo y la certeza que tenía que este sistema funcionaba,  tantos los testimonios positivos y tanto su carisma que yo,  nihilista por naturaleza, terminé creyendo.

Y desde que lo conocí comencé a preguntarme si entregarme al Amor era una posibilidad real para mí.  Si dejar que el Amor me condujera un suicidio o la salvación.  Muchos años después de ese encuentro con Pattabhi Jois puedo decir que hoy confío:  mi vida se ha transformado a muchos niveles y he logrado crear espacio real para la energía del Amor.  Antes tenía demasiada mente, demasiados issues,  demasiados temas.

La casa estaba llena.  Pero cuando el amor entra a la casa,  todo lo falso sale por la ventana,  se disuelve y disipa.

La expansión que se atraviesa al bajar de la cabeza al corazón ilumina todo.  Y el hecho es que cada uno de nosotros elige su estado de consciencia.  El camino de la vida consiste en bajar de la mente al corazón. Nunca hemos sido víctimas de nada ni de nadie.  Somos responsables cada uno de nuestras vidas.

Me pregunto hoy,  víspera del cumpleaños de mi maestro,  qué más tengo que romper.  Y en esta luna llena de julio,  día del nacimiento de alguien muy grande,  me duermo con la certeza de que todos podemos atravesar lo que sea si estamos en buenas manos.


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