sábado, 19 de diciembre de 2015

La chispa adecuada

Tengo un amigo querido, un colega muy sabio, vive en otro país,  lo conocí este año y lo tengo últimamente cada día en mi corazón.

Es alguien a quien estimo muchísimo y respeto como alma,  como yogi,  como colega, como ser humano.  Tiene una claridad mental impresionante.  Es fuerte,  es determinado,  es aguerrido.  Es el responsable de que su lugar de origen esté ahora vibrando con la magia de esta práctica que amo.

Sin embargo,  no tiene a su lado la mejor compañía.  Cohabita con alguien que habla sus miedos en voz alta.  Alguien que le estimula sus temores en vez de darle alas.  Alguien que tiene tanto miedo de que él vuele que lo tiene convencido que no puede.  Y los miedos tienen la cualidad innata de engancharse de las palabras de los demás o morir ahogados cuando estamos con gente valiente.

A mí me sucedió igual en mis relaciones pasadas hasta que comprendí que no podía seguir alimentando mis temores a través de palabras ajenas.  Mis compañías hablaban de todo lo que podía salir mal, de los riesgos,  de sus propios miedos proyectados en mí.  Tuve que romper desgarrada con gente que amaba simplemente porque eran tóxicos para mi camino espiritual.  Pedí ayuda y llegó la ayuda:  mis compañías cambiaron a personas y seres que hacen oídos sordos a lo falso.

Hay dos opciones solamente:  el miedo o el Amor.  Ya yo me decidí.

Cuando todavía no nos hemos decidido,  nuestra parte falsa anda buscando afuera la confirmación de que nuestras dudas son ciertas.  Andamos a la caza de algún argumento, alguna justificación externa para así no sentirnos tan cobardes.  Alguien más opina que no es una buena idea,  alguien que nos "quiere",  por cierto.   A alguien más le parece irresponsable,  inadecuado,  en un pésimo momento. Hay otras prioridades, no es el mejor momento,   bla bla bla...

La verdad es que si alguien realmente nos AMA,  realmente,  no para que les llenemos sus vidas sino que nos AMA y nos quiere ver vibrar al 1000%,  esa persona va a impulsarnos.  Va a darnos alas. Van a emocionarse con nosotros,   van incluso a hacer sacrificios personales para que nosotros podamos empinar el vuelo.  Para mí esa es la muestra más genuina de amor humano que existe: alguien que nos apoye incondicionalmente sin buscar nada para sí mismos.  Y luego nosotros haremos lo mismo por ellos por supuesto.

Pero la verdad:  tener compañía así es muy raro y poco frecuente.

Alguien que pueda ofrecer esto ya ha encontrado algo adentro.  Alguien así ha surcado él o ella el valle del sufrimiento y se ha aferrado a su propia fuerza interior.  Alguien así no está con nosotros por inseguridad o falta de autoestima sino porque ve en nosotros un potencial que a veces ni nosotros mismos vemos y nos quiere ayudar.  Alguien así es un regalo inmenso en esta vida:  seres generosos, serios en sus propios caminos,  maduros, seguros y humildes.  Quieren que volemos porque ellos ya saben qué se siente.   Quieren contribuir.  Para mí son avatares que descienden a esta vida para hacer nuestra sadhana un poco más llevadera,  no que sea fácil en ningún momento.

A todos nos da miedo romper con lo cómodo.  Algunos de nosotros hemos vegetado en relaciones estancadas por años,  congelados ante otras posibilidades.  Nos hemos creído la historia de que es nuestro destino ser gallinas en vez de águilas.  Recorremos nuestro patio diciéndonos mentiras:  que lindas las piedritas,  que bueno el alimento del día, qué emoción ver a las otras gallinas...y es pura negación:  sabemos todo el tiempo que no es nuestro destino estar ahí.  Vemos a veces el cielo y recordamos que estamos hechos para surcarlo, para ver las montañas y los bosques desde arriba,  para acercarnos al sol.  Pero luego olvidamos de nuevo con la siguiente comida...y así se nos van los años, las décadas,   viviendo de migajas y compañías embrutecedoras.

Sé que mi amigo está a un paso del despertar. No va a ser nada fácil para él.  Lo vi hace poco y sé que en su mirada y sus escritos el águila se asomó.  Pero la chispa tiene que encontrarla dentro suyo. Nadie puede hacer nuestro trabajo espiritual,   nadie puede rompernos las cadenas.  Somos tan libres que podemos escoger la esclavitud.  Y ahí está la magia: que es con una decisión que podemos romper el grillete.

Con la decisión valiente de seguir el llamado profundo de nuestro corazón y honrar nuestra esencia.

Cuando veo más y más seres rompiendo cadenas me emociono.  Sé que es posible.  Sé que toma dolor,  pero no sufrimiento.  Uno sufre cuando vive en el patio de las gallinas.  Ahí sí es garantizado el sufrimiento.  Ahí está el cielo azul y dudamos si nuestras alas un poco herrumbradas darán la talla. Siempre la dan porque las alas se mueven con la fuerza del corazón y la chispa adecuada. Y la chispa es quién somos en verdad:  seres de luz diseñados para volar.

Conozco muchas ex-gallinas que ahora remontan el cielo.  Voy a reunirme con muchos de ellos ahora en India.  Cuando los veo cada año sé que dejaron atrás sus cadenas.  Veo la transformación en sus miradas diáfanas,  sus cuerpos fuertes,  su entusiasmo y su humildad y me hacen creer que yo también podré volar algún día. Por el momento me inspiran a dar lo mejor y a agradecer que pude salir de mi propio patio.  Ahora tengo más amor y compasión porque sé que todos estamos dando una lucha muy profunda.  No es fácil encontrar la libertad en el dominio de la oscuridad.  Cada paso es un reto,  cada decisión amenaza lo conocido.  Tenemos que estar dispuestos a soltarlo todo y el milagro es que cuando lo hacemos,  TODO viene.

Sabias palabras de mis maestros que apenas estoy empezando a entender.


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