domingo, 13 de diciembre de 2015

Alas

Dice un querido amigo que si no has perdonado no has siquiera rasguñado la superficie de lo que es el Yoga.

Estoy totalmente de acuerdo. No es fácil,  sin embargo.

Vuelvo mi vista atrás a mucha gente a quién genuinamente quise ayudar e inspirar.  Muchos de ellos toparon con el cuarto oscuro en sus prácticas y como es predecible,  enrumbaron hacia otros horizontes.  Sé que es parte de la transformación espiritual coquetear con nuestros límites y muchos de nosotros nos tomamos eso personal y se lo transferimos a nuestros guías.  Algo que los egos son expertos en hacer:  echarle la culpa al de la par.

Me topé con una de ellos en el vuelo a Argentina.  Iba con su familia.  Alguien muy cercano en su momento y de pronto,  un abismo infranqueable entre nosotras.

Otros  más bien se ensañan,  traicionan y apuñalan.  Todos sabemos muy bien qué se siente.  Es el caso común de gente cercana que de pronto se convierte en jauría.   Vuelvo mi mirada atrás comprendiendo estas personalidades que en su momento parecían cándidas e inocentes pero que guardaban dagas entre sus plumas.

Y me propongo ir más allá de lo que cualquier ego normal haría.  En vez de esconderme,  correr, ignorar, huir,  escapar,  me dispongo a enfrentar.

Uno de mis maestros más admirados cuenta que una vez iba para un monasterio en el Tíbet con uno de sus ayudantes.  Al entrar a la propiedad vieron a un perro feroz,  ojos inyectados de sangre y dientes gigantes a punto de soltarse de la cadena.  Les ladraba con odio.  El ayudante empezó a temblar,  le dijo que mejor que se fueran.  Sudaba.  El maestro continuó avanzando,  a paso firme y en silencio.  De pronto,  el perro se soltó y se abalanzó en carrera frenética contra ellos.  El ayudante sintió que se moría del miedo y empezó a correr.

El maestro también corrió....pero en dirección al perro.

En ese instante,  el perro,  totalmente desconcertado,  salió huyendo amedrentado con el rabo entre las piernas.

Todos hemos sufrido traiciones a manos de gente que amábamos.  Las demás no importan porque no dolieron tanto.   Sé que esta Navidad consiste para mí en correr hacia los perros.  Con mucha resistencia he de confesar.  Mis colegas y amigos me dicen que no vale la pena,  que es perder mi tiempo.  Que cuál sería el beneficio.

No sé exactamente cuál será pero sé que tengo que hacerlo. A veces la voz de la intuición nos guía por caminos inciertos para encontrar verdades necesarias.

Me preparo para los encuentros:  empiezo mañana un ayuno,  varios días de silencio y mucha práctica y oración las próximas dos semanas.  No en vano quiero conocer el verdadero significado de lo que hago.  Sé que si tengo compartimentos cerrados en mi cuarto oscuro sólo me van a atrasar.

Sé lo que tengo que hacer.

Y me duermo en paz,  sabiendo que la luz de mis maestros me acompaña.  Muchos de mis estudiantes me han escrito que se están soñando con mis maestros de India.  No es casualidad.  El linaje sucede y es real.  Y sucede donde hay devoción,  gratitud y mucha humildad.

Sólo ahí.

Así que me armo con mi casco,  mi espada y mi escudo,  estas tres cualidades que mencioné.  Lista para dar la batalla y sintiéndome muy segura y confiada.

Lista para enfrentar a aquellos que en su momento amé.  Sabiendo que me hicieron el mejor favor que pudimos todos imaginar:

                                                     Me ayudaron a encontrar mis alas.



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