martes, 15 de diciembre de 2015

Día 2: Oda a la intolerancia

No pude dormir nada.

Sentía un hueco,  un vacío en el estómago.  Pasé dando vueltas en la cama.  Sentía además una energía viva en todo el cuerpo,  como si estuviera pegada a un cable eléctrico.

Después de practicar me sentí un poco mejor,  más estable.  Vinieron muchos esta mañana y eso siempre me alegra el corazón.  Pero salir a la calle en estos días tiene sus riesgos, especialmente cuando uno no ha comido.

Alguien canceló de último momento-  algo que intentamos no hacer en el estudio a menos que haya una causa de fuerza mayor... 

Anoche dejaron el portón de mi casa abierto y amaneció de par en par... 

Una amiga se puso muy demandante en el teléfono y simplemente no le contesté más...

Mi asistente me llamó con varios pendientes urgentes y le dije que tenía mucha hambre y que no era un buen momento para resolver...

Alguien se comprometió a hacer algo y una vez más, no lo hizo.


Observo como este cuerpo influye directamente en mis emociones y sentimientos.

Buena conclusión para mi research:  si está tranquilo,  sereno,  bien dormido y bien comido tiene mucha más paciencia. Si además está en la semana antes de su luna se pone intenso. Ergo,  me vine a mi casa y aquí me voy a quedar guardada.

No estoy de humor para quedar prensada en una presa.

Mi casa se siente como un oasis.  Los niños pintan abajo,  Agatha juega con esa gracia de gatita bebé llena de candor y hace sus travesuras. Se cuelga de los tapices y pega saltos imposibles.  Pusimos el portal y voy a empezar a envolver regalos.  Podría quedarme pegada en todo lo que no se sintió bien esta mañana pero decido hacer exactamente lo contrario,  como aconsejan mis maestros.  Voy a poner música,  pensar en cada ser que amo.  Voy a preparar los materiales de mi próximo curso y eso también me llena de entusiasmo.  Puedo decidir rumiar el malhumor de mi amiga o disfrutar la brisa de diciembre en mi tierra.

Puedo decidir enojarme cuando la gente dice que va a hacer algo y no lo hace:  cuando asumen cosas y actúan sin conciencia- o simplemente puedo soltar y seguir pensando lo mejor de los demás.

Siento que para relacionarme esa es una regla importante de vida,  especialmente para mis relaciones primarias:  PENSAR LO MEJOR DEL OTRO.  Decía BKS Iyengar que la presencia era un regalo divino.  Qué es la presencia?  Yo la interpreto como la capacidad de tomar responsabilidad por mis sentimientos y cosas en vez de echárselas a otros.  Sé que hoy ando con el rabo corto,  como decimos aquí en mi país.  Mi nivel de tolerancia no es el mismo de siempre simplemente porque llevo 36 horas sin comer.  Así que responsablemente entro en el silencio de mi hogar,  me dispongo a hacer mis tareas con entusiasmo y a disfrutar la compañía de mis chicos.

La presencia,  creo yo,  es también la capacidad de estar atentos a nosotros mismos y los demás.  A que nos importe tanto el otro como nosotros mismos.  Que entendamos que nuestras acciones u omisiones tienen consecuencias del otro lado. A que tengamos más cuidado de no causar ondas con nuestros actos y pensamientos.  Sé que me he equivocado muchas veces en este tema pero insisto en que no hay otra forma de relacionarse.  Al menos hay que intentarlo.

Sino para qué?

Escojo relacionarme desde esa presencia que sabe que el otr@ es perfecto,  más allá de sus rollos y taponamientos temporales.

Y yo también.

Sé que mi esencia está sintonizada- a pesar de mi intolerancia momentánea que espero decante con la tarde.

Más limonada.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.