martes, 22 de diciembre de 2015

Amabilidad

Parecía un día común y corriente en las carreras pre-navideñas.

Salí con mi papa a comprar regalos.  Pasamos una tarde bella en la compañía amorosa de amigos queridos.  Mi amigo un artista,  un diseñador,  un amante de la vida.  Da gusto cuando uno ve a alguien brillar en su vida.  Mi bendición más grande es echarme cinco años atrás y ahora ver el resultado:  seres que comienzan a depurarse,  que construyen vidas genuinas y crean.  Qué más regalo para mí que ser testigo de su transformación.

Y como el contraste es inevitable en esta tierra del Samsara,  mi amigo nos recomienda ir a almorzar a un turco delicioso ultra recomendado.  Sin embargo,  está cerrado.  Así que terminamos en otro lugar que parece apetitoso.

Tenemos mucha hambre.  Son casi las cuatro de la tarde.

Mi papá ordena y el plato no le gusta.  Llamamos a la mesera.  La mesera hace cara de susto y llama a alguien más.  Aparece una mujer joven,  bastante atractiva....

hasta que abre la boca.

"Le agradezco mucho me traiga el pescado en vez del pulpo.  No está cocido a mi gusto"- dice mi papá amable pero firme.

La mujer se pone a la defensiva.

"En este restaurante cocinamos todo con tiempo.  Y yo soy una chef muy reconocida.  Además,  si le traigo el pescado,  qué me garantiza que no me lo va a devolver también?"...

What? Me quedo fría ante la actitud arrogante y malhumorada de la dueña del lugar. Su tono es muy impertinente y su energía pesada.  Yo me empiezo a hacer pequeñita en mi silla.

Mi padre la mira con calma y le dice de nuevo:

"Por favor, cámbieme el plato."

La chef famosa la pierde:

"Y si no le gusta el otro plato también?  Usted sabe que esto es una pérdida para mí...!"

Se me quita el hambre de golpe.  Ahora me entra la furia.

Mi padre sereno le dice:  

"No se preocupe,  yo le pago los dos platos.  Sólo tráigame el pescado por favor."

La mujer da media vuelta,  nos hace un revés y se va sin más.

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Mi padre me dio una lección de paciencia y de tolerancia esta tarde.  Quisiera pensar que yo hubiera hecho lo mismo al enfrentar a alguien tan frustrado.   Frustrada consigo misma y con el mundo a pesar de sus talentos.  Y eso se pasa a todo lo que uno hace y toca. Al sentirle su energía no pude terminarme mi rondón.

Se me quedó pegado en la garganta.

Sin embargo,  él almorzó tranquilo.  Luego me dijo que ya hace muchos años que no permitía que los rollos de otra gente perturbaran su paz mental y que había aprendido hace tiempo que tenía que pedir lo que necesitaba.  Amable pero firme.

Un Yogi consumado.

Se comió su comida con gusto y nos fuimos de ahí,  yo con hambre y bastante cólera- estoy segura que me hubiera ido del lugar inmediatamente si no hubiera estado con él.  El salió satisfecho,  un poco triste por la vibra tan pesada de esta chef "profesional".

Mientras manejaba con él por la ciudad,  recapitulé los acontecimientos:  de un rato sublime en compañía de gente conectada,  alegre,  realizada pasamos al reino de una chef solitaria y muy triste, encerrada en su cocina como en un fuerte,  lista para atacar,  cocinando comida pensando en sus ganancias y sus pérdidas.

Y el Amor?  El ingrediente más importante?  Uno trabaja porque ama lo que hace;  no por obligación. Incluso las labores más cotidianas y humildes,  si se hacen con Amor y se ofrecen a la Energía más grande,  se transforman en regalos.

Tengo un amigo que tiene un lugar pequeñito pero lleno de buenas vibras y abundancia. Ya sé adónde va ser mi próximo plato de rice and beans con patacones en San José.

Y recordé claramente eso de ser amable en vez de tener la razón.  Si uno es amable,  pase lo que pase, siempre tiene la razón.   Hoy tuve cerca mío un maestro  en acción y aprendí tanto esta tarde navideña que pudo haber sido como cualquier otra,  pero que se convirtió mágicamente en una lección de vida esencial.





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