lunes, 13 de julio de 2015

Inmadurez emocional

Creo que fui una analfabeta emocional toda mi vida y hasta ahora me estoy dando cuenta.

Me tocó un entorno familiar donde el drama y conflicto se tomaban cada día con las comida.  Viví una carencia emocional continua por toda mi infancia y adolescencia y cuando salté a las relaciones con mis parejas sentía que ellos tenían que colmar y compensar todos esos años de tristeza y dolor. Años de abuso de toda clase,  abandono y tristeza pedían a gritos una compensación.

Fui víctima y victimaria.  A través de los años y las equivocaciones aprendí algunas cosas.  Es hasta ahora que estoy pudiendo poner lo aprendido en práctica.

  • La dinámica de una relación requiere de dos energías.   En toda relación hay momentos para estar juntos y otros para estar separados.  A veces estamos más cerca de alguien que no está físicamente presente de alguien con quien cohabitamos.  A veces también la presencia física cansa.  El arte de las relaciones consiste,  según mi propia experiencia y errores cometidos a lo largo del camino,  en crear mutua y conscientemente espacios para respirar.  Como decía Osho,  después naturalmente la pareja gravita de nuevo hacia la unión.


Muchos como yo creímos en algún momento que si alguien se alejaba emocionalmente de nosotros significaba que perdíamos, una vez más,  el amor.  Así de grande era el trauma.  Significaba lo peor: el abandono,  la soledad,  la depresión y de ahí,  los celos,  la posesividad,  el control.  Había algo interno que no sabía cómo estar sola:  la herida supuraba los años en que mis necesidades como niña y adolescente no fueron colmadas.  Por un tiempo culpé a mis cuidadores de todos mis problemas: ahora sé que me hicieron un tremendo favor al inflingirme esta herida.  Sin ella,  no hubiera dedicado mi vida a buscar algo que la aliviara.  Sin ella,  probablemente estaría pensando en mi próximo viaje a Miami y en los tacones nuevos de mi vecina,  además del último chisme.

  1. Un cambio en la dinámica de la relación donde uno mismo o el otro requiere de espacio,  de aire,  es algo muy sano e importante para aprender a confiar.  Es como cuando en otros países veo que dejan las puertas de las casas abiertas durante el día o las llaves del carro puestas mientras van a hacer mandados.  Recuerdo estar en Marine County, en San Francisco:  no podía creerlo cuando veía a mis amigos felices y tranquilos cuando dejaban el carro encendido!  Mi idiosincracia tica me ha enseñado a vivir entre rejas,  a ponerle seguros a los carros y a andar desconfiada.

Pues es la mejor forma de ahuyentar al otro:  guindarse de su cuello.

  • Nuestro compañero o compañera no tienen ninguna responsabilidad sobre nuestro crecimiento emocional.  Pueden acompañarnos durante los baches,  estar presentes y esto puede ser muy sanador. Pero con los años aprendí a no hacer al otro responsable de mis cuitas existenciales.  No hacerle sentir que me debían algo:  las que somos madres de alguna forma lo hemos hecho con los padres de nuestros niños. Conozco tantos casos aparte del mío.  Como hemos parido los hijos entonces el papá nos debe su vida.  Esto es enfermo e injusto y hace que el otro más bien se aleje más.  Los hijos son un regalo de la vida para ambos progenitores y vienen a nosotros por la Gracia del Universo.  No somos más que receptores y canales y nadie tiene derecho a sentir que por dar un hijo el otro nos debe todo para el resto de sus días.


  • Esto me lleva al tema de colmar nuestras propias necesidades emocionales.  Me tomó muchísimos años entenderlo.  Tuve que buscar mucho apoyo,  ayuda y soporte.  Siempre que el "otro" hacía algo que me dolía,  lo culpaba de todo.  No  tenía todavía la madurez de ver mi parte en el asunto:  el terror a estar sola,  a no ser amada,  a ser puesta en segundo plano.  Y a veces por cosas tan tontas como una carrera de bicicletas,  una fiesta,  un viaje.  Ni siquiera había terceras personas involucradas.  Ah!  y por supuesto el miedo absurdo a que el otro tuviera contacto con otra gente.


Si el otro no era TOTALMENTE mío significaba que todo estaba mal...  qué absurdo y qué triste.

Nadie es de nadie.  Todos somos de Dios.  Las emociones son energía que necesita dirigirse,  sólo eso.  Lo mejor que podemos darle al otro es espacio y cero juicios.  No es fácil estar en presencia de alguien que está pasando por una turbulencia.  Ahi radica el amor:  en dar nuestro apoyo sin intentar arreglarles la vida,  sin pedirles que nos den algo a cambio.  Sino es como tener una soga al cuello.  Quién quiere estar con alguien que pasa todo el día en un drama total,  juicios continuos y mala vibra? Yo no.  Nadie en su sano juicio.  Y comprendo que fui mucho tiempo esa que no sabía hacer otra cosa que atacar al otro,  necia y demandante.

Quién quiere vivir con alguien que te hace sentir que todo lo hacés mal?  Yo no.  He experimentado mucho alivio después de estar en relaciones donde sentía que tenía que hacer algo para que me quisieran.  Si me salía un poco de las expectativas ajenas,  boom...era todo un drama.  He aprendido que si alguien me ama,  me amará como soy:  con mis virtudes y defectos.  Esto me ha traído una tremenda alegría y paz.    Y cuando uno puede amar así,  el amor naturalmente ayuda a perdonarle al otro sus faltas,  se expande y llena de compasión.  Es responsabilidad de cada uno de nosotros nutrir nuestra propia salud emocional y mental.  El otro es sólo un espejo:  lo que critico en él es porque yo misma no lo he asimilado en mí.


  • No es nuestra responsabilidad ser tutores espirituales de nadie.  Ningún hombre tiene que ser superhéroe para aquella mujer que no ha enfrentado sus profundidades emocionales.  Sería una muleta y qué pereza da ser muleta de nadie.  Ninguna mujer tiene tampoco enseñarle nada al hombre. Uno escoge conscientemente cuán presente puede estar para el otro:  fijar límites es vital en frente a todos los vampiros emocionales que quieren drenarnos con sus lloros y manipulaciones.



  • La paradoja es que la madurez emocional requiere de una relación.  Es con el espejo de frente que realizamos nuestro avance.  Estoy en una relación así en este momento:  el otro me ha hecho el gran favor de no engancharse en mis dramas.  Es como tratar de escalar una pared resbalosa.  No hay reacción.  Y ahí es donde instantáneamente mi ilusión se desintegra.  Me quedo con mis propios rollos,  un poco avergonzada.  Realizo de inmediato la lección y encuentro yo misma formas nuevas de comprenderme.


Sin culpar a nadie. 

Naturalmente gravitamos el uno hacia el otro.  No porque nos necesitemos.  No.  Sino porque nos ayudamos en el camino a la consciencia.  Porque en este terreno nuevo es que nuevas semillitas pueden retoñar.  Lejos de toda la parafernalia absurda que nos pide engancharnos en el paradigma viejo:

"El es mío",  "el amor necesita exclusividad",  " si me amas,  me dejas poseerte",  " si no estás pegado a mi cuello es porque no me amas"....

Estoy sintiendo un amor nuevo,  un amor más allá de los cuerpos,  conectado a un lugar en mí que ya no tiene miedo.  No tengo que actuar patrones viejos nunca más.  El amor y el miedo no son compatibles.  Tampoco el amor y la necesidad.  Amar a alguien necesitado es triste:  demandan mucha atención,  tiempo y se roban nuestra vitalidad.  La persona inmadura emocionalmente nos deja exhaustos.

  • Así que el amor necesita responsabilidad.  Nos pide crecer,  abrazar quién somos y dejar de crear dramas y conflictos a los demás.  Eso no es amor.  El amor de alguien emocionalmente maduro nos nutre y nos da espacio para crecer. Si el otro no se alegra por tus triunfos,  si no te apoya en tus aventuras,  es un indicador poderoso de que necesitan crecer en su propio camino.


  • Los adultos somos responsables por nuestras emociones.  Me ha tomado mucho tiempo entenderlo y ahora estoy realizando su transcendencia en mi relación actual.   Cada uno de nosotros tiene que ver cómo sostener ese bienestar interno,  aprender a nutrirnos primero. Aprender a estabilizarnos a través de nuestras prácticas espirituales en vez de desperdiciar energía en la "crisis" de turno.


Y este es el gran regalo de interactuar con alguien que es maduro en ese sentido:  ayuda a descubrir nuestra propia madurez emocional.  Esto implica poner límites a mucha gente para proteger nuestra propia salud mental.   Implica soltar y terminar relaciones.  Implica despertar,  escuchar,  sensibilizarnos y abrirnos a lo nuevo.

La vida es tan corta y tan hermosa.  Qué pereza invertir el poco tiempo que tenemos en más drama y conflicto!  Hay mucha música por hacer,  mucho arte que crear,  muchas almas que conocer y familias que amar.

Te estas amando lo suficiente?
Si no es así,  hoy es un buen día para empezar.




Esta entrada la escribí inspirada en el Artículo de Elephant Journal:  How Mature Men and Women deal with emotional withdrawal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.