sábado, 4 de julio de 2015

De lobos y decisiones

Llegamos a la feria y todavía no hay mucha gente.

Theo insiste en caminar descalzo,  como los niños en India. Después de varios intentos de disuadirlo finalmente  me rindo ante su insistencia y le digo que esta bien que se quite los zapatos,   obligada a revisar una vez más mis propios conceptos sobre la maternidad.   Se va feliz con sus piecitos empolvados:  de verdad que a veces mis ideas sobre lo que es cuidar a un niño se entrometen con la realidad de su propia sabiduría.

Inmediatamente llegamos vemos unos muñecos de papel maché.  Theo escoge el de la Muerte sin dudarlo.  Matías fluctúa un rato entre el chanchito y Sancho Panza.  No se fueron muy convencidos y después de jugar un rato me pidieron ir a cambiarlos.  De su primera escogencia terminaron con un Cadejos guapísimo con cadenas y sonrisa Theo y la Muerte sonriente  en manos de un Matías que ahora bailaba.

Pienso en sus cambios,  en la paciencia que tomó escucharlos,  ir a hablar con el señor,  renegociar los números,  esperar a que escogieran y me remonto a mis propias decisiones.  Quisiera tener siempre encendido ese músculo interno que me aconseja en situaciones complejas y encrucijadas difíciles.  

Cuál es la mejor decisión?  
Cuál es la que me hace más feliz?  
Me emociona?  
Me llena el alma?  

Qué pasa si mi decisión afecta a otras personas?  Qué sucede si lo que escojo hace sufrir a otros o los incomoda?

Empiezo por tenerme paciencia,  observarme con honestidad y escuchar esa voz interna que me convence de hacia adónde tengo que correr.

Nuestras decisiones son el pan nuestro de cada día en el banquete de la vida espiritual.  De decisiones es que hemos forjado lo que somos hasta hoy y de ellas se nutre el complejo equilibrio que implica una vida humana estable y gozosa.  Algunas veces sentimos que tenemos que tomar decisiones para que otros estén felices:  he comprobado personalmente que estas decisiones nunca se sostienen y caen por su propio peso.  El arte de decidir consiste en estar lo suficientemente conectados con la Verdad y dejar de identificarnos con lo falso.  En discernir cuándo algo alimenta más bien la ilusión del otro en vez de ayudarlo a despertar.

El caso típico es cuando sentimos que alguien allá afuera es indispensable para nuestra existencia.  Nadie en esta vida es indispensable.  Si creemos que alguien tiene el poder de hacernos felices o infelices,  ya estamos perdiendo.  Nuestra felicidad depende sólo y únicamente de nosotros mismos,  de nuestra conexión con esa fuerza impalpable y tan viva que nos respira y nos hace conscientes.  Realizar esto es el primer paso para comprender que nuestra felicidad depende sólo y únicamente de nosotros.   No podemos sostener a nada ni a nadie si primero no estamos completos y realizados por dentro.

Theo reflexiona sobre su primer muñeco y sabe que no es el suyo.   Termina con un lobo elegante de color negro,  vestido con un chaleco de colores vivos y  cadenas tipo rock star.  Lo ve y veo como se le iluminan sus ojitos.  No hay ninguna duda:  ese es.  No lo había visto antes y por eso no pudo escogerlo.  Pero ahora su decisión es contundente:  sale del puesto con una sonrisa y agradecimiento pleno a sus cinco años.  Lo veo y sé que fue la decisión correcta.

Me voy del mercado sintiéndome un poco así.   Por mucho tiempo intenté agradar a mucha gente,  aparentar algo que no era en el fondo.  Sentía que tenía que cumplir tantas expectativas ajenas y hoy sé que no soy responsable de lo que nadie más piensa.  Sé que tengo que seguir mi camino con honestidad y escoger con sabiduría el próximo paso.   La Vida se encarga de traerme hasta mi casa lo que cree que es bueno para mí:   no tengo que salir a buscarlo a ningún lado.  Y hace muchos años que me sucede así y confío en que si la Vida me lo trajo,  es porque  yo estaba lista para recibirlo y amarlo.  Tengo que tenerme mucha paciencia porque a veces los patrones viejos intentan sabotear la jugada...pero estoy aprendiendo a observarlos con compasión.

Igual que Theo con su lobito,  apuesto a esa asertividad que implica hacernos dueños de nuestro destino.

Sin pedirle permiso a nadie:  siendo honestos y muy directos en nuestras decisiones.  
Y siempre buscando estar en paz con Dios y nuestro corazón.

Teniendo el coraje y la valentía de ser consecuentes.

La duda carcome y desgasta en ese fluctuar que sólo acrecienta la confusión.  El poder de un no a tiempo es innegable:  aunque se sienta como veneno al principio,  a la larga vendrá la miel.  En este momento de mi vida doy mis sí con fuerza y mis no con determinación y recibo con los brazos abiertos todos los regalos fragantes que llegan a mi regazo.  Con el convencimiento de que todo lo que llega tenía que llegar.

Lista para disfrutarlo a fondo y sin remordimientos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.