domingo, 28 de abril de 2019

Mi canción es verdad

He aprendido a través de mi práctica de yoga a hacerme amiga de lo incómodo.  Cada día enfrento a un ser nuevo,  compuesto de esta mente y este cuerpo y no tengo idea qué viene.  Trabajo con lo que hay y hoy el día se mostró surrealista,  casi psicodélico desde que desperté. 

Soñé con un amigo querido,  alguien que fue de las primeras personas en mi vida que me recordó el yoga cuando ya estaba grande.  Recuerdo su hermoso gesto de regalarme un revista y mi sincero desdén.  Para nada estaba interesada.  A mis 30 años,  pensaba que el yoga era para gente muy pasiva o muy mayor.  Aburrida.   Me apasionaba subir montañas, correr,  nadar,  hacer spinning,  saltar en aeróbicos y hacer pesas.  

Mi rato en el gimnasio me hacía sentir viva.  Imaginaba una clase de yoga como algo aburrido y lento.  Y no podía parar porque de lo contrario me encontraría con todo eso de lo que andaba huyendo. Fue con el yoga que comprendí que mi montaña rusa sólo se detendría si empezaba a curarme.

Fue en medio de años de dolor,  descontrol y caos familiar,  más niños pequeños que cuidar,  que encontré una clase de yoga semanal que se volvió mi mundo.  Esperaba el viernes con ansias;  me sentía nueva y renovada.  Bostezaba y bostezaba durante la clase y en ese momento no sabía que era mi cuerpo soltando estrés de años,  estrés anquilosado en mis tejidos,  profundamente adherido a mis músculos y huesos.  Mi sistema nervioso estaba colapsado y la práctica y la respiración fueron mi agua en el desierto.

El proceso de sanación,  los grupos de terapia  más el yoga me dieron las fuerzas para salirme de un túnel oscuro y denso del que muchos no salen.  Vivir con un alcohólico es una pesadilla.  Cada día una bomba de tiempo.  El impacto de la incertidumbre diaria más la gran responsabilidad de criar a mis niños me destrozaron los nervios.  

Por eso siempre digo que el yoga me salvó la vida.  

Ese espacio interno que no conocía fue creciendo y al igual que un pequeño jardín,  sembraba cada semana una pequeña semilla de esperanza en mi mundo triste.  Muchas semillas sembré, tantas que un día decidí que me sentía lo suficientemente fuerte para mirar en otra dirección.  

Tantas que algunas de ellas me llevaron a gentes y países que jamás hubiera anticipado.  

Las crisis en la vida son como espirales y cuando nos hemos hecho la promesa de despertar,  son remolinos que nos limpian de todo lo que ya no es necesario en nosotros. Nos sacan de experiencias y nos dan otras.  Digamos que pasé una limpia muy fuerte y todo mi mundo,  tal y como lo construí después de mi separación con mi primer esposo,  ese mundo curado de años,  colapsó. 

Colapsó llana y completamente,  tal y como muere una estrella en el vientre del agujero negro. Vi negro,  comí sangre y lágrimas.  No había día ni noche,  no había tiempo ni horas.   El silencio del vacío me acunaba en un espacio físico de muerte.  No tenía dirección ni fuerzas para moverme hacia ningún lado.  

La bendita muerte flirteaba ofreciendo una opción indolora comparada con lo sucedido. 

Así que Me Dejé Caer. 

Volteo mi mirada hacia los últimos meses y comprendo que el agujero negro se llevó voces e imágenes de personas que ya no necesitaba en mi vida.  Los pocos que quedaron están en un lugar en mí que es a prueba de balas.  El resto desapareció,  como si una bomba atómica hubiese arrasado con sus almas: todas las  relaciones abusivas,  relaciones superficiales,  seres espejo que seguía llevando a cuestas inconscientemente se desvanecieron.   La sabiduría de mis guías me sostuvo a pesar de estar prácticamente inconsciente y sé que nunca me soltaron-  porque si así fuera,  no estaría escribiendo esto.

Algo más grande,  sabio y fuerte que yo me tomó de la mano y me invitó a dar un paso en el abismo.  Me dijo que era necesario,  que después comprendería todo.  La verdad es que estaba tan desolada que me daba lo mismo....así que lo hice.  

Seguí la voz que me decía que la pesadilla había terminado. 

Suficiente.  No más.  Out.

Si pudiera describir todo esto con una imagen,  sería algo como así:  vienen ataques de las cuatro direcciones,  misiles,  bombas,  disparos,  ametralladoras.  Y algo o alguien me levanta,  me vuela,  me saca del caos y ahí abajo todos se matan entre ellos.  Se disparan en sus propios pies,  se muerden la boca y sangran al darse cuenta que no hay presa,  no hay víctima,  no hay nadie.

Me imagino que cuando llegue el momento de mi muerte,  pensaré en esto como el milagro más grande de toda mi vida.  Me sacaron.  Me elevaron a un lugar que jamás podría haberme imaginado yo sola.  Estoy bien.  Estoy viva.  Recuerdo todos los acontecimientos como si fueran una película muda,  como si el horror se hubiera quedado ciego y sordo y mis pasos suaves en una tierra nueva y bondadosa fueran el primer sonido de esta nueva vida.  

Del sonido de esos pasos suaves y tímidos me llega una vibración que me acuna y me dice:  todo está bien.  Descansa.  Respira.  Sí,  estoy entera.  El cuerpo se mueve.  Pero me reviso por dentro y hay un borrón y cuenta nueva.  La pizarra está limpia.  Las presencias oscuras fueron tragadas y llevadas a un universo paralelo donde no pueden tocarme.  Los veo como a través de un vidrio grueso,  desesperados.  Atolondrados.  Como pollos que les cortan el cuello y por algunos minutos sigue moviéndose.  

Y AHORA QUÉ SIGUE. 
ADONDE SE FUE?  

QUE HACEMOS? 

En el mudo resonar de las voces en mute,  palpita mi corazón al amor-  como una plantita pequeña que se abre paso aún en medio de la debacle.  

Y AHORA QUE HACEMOS...

Sí,  no hay nadie más a quién abusar.  La explosión sucede en su propia cara.  Los pedazos de ojos,  bocas, orejas y pelo por todo lado.  

"Uffff animal....te disparaste en tu propio pie.."- 

La antigua voz está muy enojada,  pero no la escucho.  Estoy demasiado lejos.  Ya no me puede tocar.  No fue la decisión fácil. A menudo,  la decisión correcta es la que más duele,  la que nos lacera por dentro.  Pero he aprendido con los años a sostenerme en la incomodidad.  

De pronto,  el lazo se cierra y esa habilidad cultivada me salva.  Estoy bien aunque el corazón sangra.  Estoy viva y puedo empezar a caminar una vida nueva sin fantasmas.  

¨Los sin cara¨,  ¨los sin corazón¨...

.
.
.

Es domingo.  Un domingo vulnerable y caluroso.  Vemos amigos,  reímos y recordamos.  Había una vez una vida...sí,  había una vez.  Ya esa vida terminó.  Tengo una nueva.  Es linda y simple y sobre todo,  es mía.  Ya no tengo que negociar con voces infames que aspiran a tenerme de banco.  Duermo tranquila.  Los días de insomnio se disolvieron como se disuelve la nube en la lluvia.   

Agua fresca.

Todo se salió de control, sí...pero

Gracias. Gracias.  Gracias.


Y AHORA QUE P::: HACEMOS:::


Nadie a quien culpar.  Cada uno gravitó hacia su destino,  cada uno recibió lo que merecía y necesitaba.  Orden perfecto,  místico diría.  La traición muere en las aguas calmas de la consciencia.  El dolor se monta en un globo rojo y se pierde en el cielo azul de un país lejano donde los camellos duermen.  La vergüenza se la llevó un elefante alegre y antes de irse me dejó un paquete que dice

¨CONFIANZA Y PERDÓN:  para ser abiertos en el futuro- cuanto antes mejor.¨  


Cierro mi domingo comprendiendo que para que el perdón suceda algo más tiene que morirse. Tengo todavía mucho por llorar.  Y antes de eso,  espero reencontrarme con los que amo y abrazarnos muy fuerte. 

Me dieron una bomba envuelta en papel de regalo barato.  Me explotó en la cara y desdibujó mis facciones.  Quedé desbaratada,  como he visto a tantas víctimas del ácido en India.  Alguien me tiró una botella de ácido en la cara pero de mi rostro brotaron flores.

Nazco a un Rostro Nuevo,  a una piel más suave y vulnerable y en ella encuentro la fuerza para seguir hacia adelante,  paso a paso en esta tierra nueva. 

Porque soy la autora de mi vida y mi canción es la verdad.







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