martes, 21 de junio de 2016

Liberación

Hoy es el Día Internacional del Yoga.

Me conmovió muchísimo ver las fotos del Primer Ministro de India,  Narendra Modi,  practicando junto a miles de indios en Delhi.  Esta es la segunda vez que se celebra este día y este líder ha decidido retomar sus raíces.  India olvidó el yoga por varios años,  atrapada en la carrera por la tecnología y pensando que el Occidente era más cool.   Fuimos los occidentales que hemos tenido el privilegio de visitar este hermoso país los que de alguna forma revivimos esa pasión ancestral.

El Yoga es mainstream,  no hay duda de ello.  Acabo de regresar de California y como dicen mis amigas:  "En LA todos practican."  El yoga llegó para cambiarnos la vida,  para darnos un oasis de paz en medio del caos vial,  marital,  filial y citadino.  Nuestras dos horas de práctica diaria son la tabla de salvación.  Sé que sin ellas simplemente no podría enfrentar el caos normal de una yogini urbana.

Quisiera vivir en la playa o la montaña pero el yoga es ante todo la aceptación radical de lo que es. Sé que estoy aquí por alguna razón importante,  entre ellas que en quince minutos recibo un nutrido grupo de yogis de todo el mundo que están en Namasté todo junio.  Cada uno de estos seres y los que los han precedido son la razón por la que estoy  en San José.  Sé que el peregrinaje hacia el maestro es muy valioso,  el más valioso de todos.  Lo sé porque en mis trece peregrinajes hasta India he aprendido sobre devoción y sacrificio,  pasión y humildad.

Aprender yoga solo no es buena idea.  Lo hice mucho tiempo hasta que comprendí que esta práctica va mucho más allá de las posturas.  Es una forma de vida,  es una perspectiva ante todo.  Por eso se aprende en contacto con un maestro.  Claro que nos pueden enseñar formas físicas,  pero lo más importante que nos transmite un maestro es su calma.  Su ecuanimidad.  Su destreza en la vida que se muestra a través de sus decisiones vitales.

Me habla mucha gente de Satori,  de Samadhi,  de Kundalini.  Me basta una mirada para saber si el discurso es de la boca para afuera o realmente tiene sustancia.  Muchos me comparten experiencias exóticas y realizaciones espirituales:  basta observar cómo caminan,  cómo hablan y se relacionan con los demás para saber cuánto los ha rozado este camino o si es sólo una pose más del ego.  Sé que siendo mainstream ahora todos quieren practicar,  estar a la moda y ser parte del clan.

Pero no es tan simple.  El yoga de verdad implica un renacimiento y como tal,  una muerte previa a todos nuestros conceptos sobre el yoga mismo incluso.  Una revisión honesta de adónde estamos en nuestras vidas:

Estamos compartiéndonos con seres que no nos pueden ver?  Estamos quejándonos de la situación actual sin hacer nada al respecto?  Estamos en abandono de nuestro cuerpo?  Estamos en negación respecto a nuestro quehacer?  Desconectados de nuestra esencia?  Perdidos,  solos y sin rumbo?

Esta disciplina de libertad da la bienvenida a todos por igual y a todos nos pide cosas distintas.  A algunos es cerrar la boca (de palabra y de comida,  aunque muchas veces van juntos).  A otros, despavilarse y revisar prioridades vitales.  A otros les pide mayor humildad y coherencia entre palabras y pensamientos.  A bastantes respeto por los demás.  El yoga sabe exactamente adónde necesitamos sanar y es por eso que muchos comienzan y pocos se sostienen.  Después del love affair inicial empieza el trabajo arduo y amenazante de ir a los lugares oscuros,  esos que hemos sepultado bajo la cara de "todo está bien"  y "tengo todo bajo control".  Todo va a caer y para sostenernos mientras nos destruyen la casa es de titanes.  Es sólo por la fuerza y valentía de nuestros maestros que se sostienen como robles,  como baobabs,  que logramos imitarlos con dudas y eventualmente,  creer que también es posible para nosotros.

Así que la hablada del Kundalini y el Samadhi es vacía si no hemos descendido a las profundidades de nuestra psiquis.  Palabras vacías que nunca lograremos comprender a menos que soltemos de entrada todo lo que nos separa de una experiencia honesta,  brutal a menudo y confrontativa.  Esos yogas livianos de sentirnos "bien" son pseudo métodos.  El yoga real,  el Raja Yoga,  esa es la medicina y la medicina al inicio sabe bien amarga.

Sólo sosteniéndonos comprenderemos eventualmente que lo que buscamos nos busca y que nuestro esfuerzo nunca se pierde.  Sólo adentrándonos en la selva de nuestras negaciones y miedos podremos emerger al otro lado con la seguridad que la vida nunca será la misma.  Sólo con esa inteligencia aguda ya despierta es que podremos construir una vida realmente nuestra, auténtica,  ya no basada en agradar a nadie ni pedir permiso.  Seremos causa,  no efecto de nada ni nadie.  Seremos poderosos y por tanto,  temidos.  Seremos  amorosos naturalmente con todos,  sin forzarnos.  Porque lo que somos es Amor poderoso,  Poder Creador Infinito.

A todos los que me leen que practican:  los invito a ir profundo.  No se conformen con el yoga superficial.  Ese los hará dar vueltas sin sentido y perder tiempo.  No tengan miedo de apostarle a lo que los llama,  aunque haya miedo y prejuicios de por medio.  Sé que lo bueno cuesta,  sé que el sacrificio personal tiene su recompensa.  Pero no practicamos para nada de eso:  practicamos por el simple gozo y deleite de ir hacia adentro,  de encontrar respuestas propias y de no seguir bailando al compás de nadie,  esté vivo o ya muerto.

Somos dueños de nuestros destinos,  hacedores diarios de nuestras vidas.  Ahora mismo podés escoger ser amable o ser un patán...así de simple.  Y es en la atención diaria a los detalles, en la consciencia de seres despiertos que encontramos el yoga verdadero.

Tu práctica está ahí para liberarte.
USALA.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.