miércoles, 25 de noviembre de 2015

Buenos Aires...siempre tan susceptible

Buenos Aires.

En el avión entro en una disertación profunda sobre el significado de mi vida en este momento mientras contemplo un atardecer por encima de las nubes.  Me sorprendo de la forma en que me está funcionando la cabeza y los efectos de mi práctica espiritual:  la revolución que ha sido en mi vida a todos los niveles.

Entiendo que mi mente ya no es la misma mente que una vez me poseyó.  Antes partía de una supuesta simbiosis entre el mundo y lo que ella era.  Como si los pensamientos sólo pudieran existir en función del mundo externo.  Yo misma nunca lo noté hasta ahora.

Es un misterio para mí  cómo sucedió esta evolución.  Evolución la llamo porque me hace percibir la vida de una forma totalmente nueva.   Evolución porque siento que de hecho estoy viviendo por primera vez.  Antes mi mente era como un velo, como una niebla que todo lo interpretaba y filtraba-  "esto duele,  esto es feo,  esto es placentero,  aquel me gusta,  esta me desespera" y esto me impedía realmente saber qué estaba sucediendo en cada momento.

La percepción estaba oscurecida por ignorancia,  apego,  odio y mucho miedo.

Sigo con miedo?  Claro que sí.  Anoche no dormí nada porque mi bello Gael se enfermó.  Pasé una noche de mucha preocupación y ansiedad,  vísperas de viaje,  revisándolo a cada momento.  Mi amor por mis hijos es uno de mis apegos más frontales y su bienestar es el mío propio.  

O como anoche,  mi propia pesadilla.

En esos momentos de tanta angustia por alguien que amo me identifico totalmente con la experiencia de turno.  No puedo discernir,  sólo siento y actúo lo más coherentemente que pueda.  Pero en el día a día mi mente se ha vuelto un instrumento de navegación cada vez más útil.  Como estoy tranquila,  como estoy en calma la mayor parte del tiempo-  con los ups and downs de vivir confinada en un cuerpo humano de mujer-,  ahora mi mente puede darse el lujo de pensar en frases largas con pocas interrupciones.  Las interrupciones son muy agradecidas porque vienen de actividades y gente que quiero,  que aprecio y respeto.  Gente que hace una diferencia en mi vida y que tienen un espacio importante. Pero luego retorno a la frase,  a la creación, al proyecto.  Y todo se desarrolla en un continuum de armonía muy relajado.

Así que mi vida transcurre desde un lugar nuevo.  Esta práctica ha expurgado parte de ese velo,  esa niebla.  Si no fuera por esta transmutación ni siquiera podría escribir al respecto.  

Y leo en mi libro de filosofía:

“El propósito del yoga es eliminar el control que lo material tiene sobre el espíritu humano para redescubrir a través de la práctica introspectiva el punto inmóvil que mueve al mundo...”


Antes lo material me tenía a su merced.  Me refiero a que mis pensamientos sobre la materialidad dominaban mi consciencia.  Ahora también,  por supuesto,  que mis pensamientos tienen que ver con  mi mundo- pero ya no me identifico con ellos.   Sé que la tranquilidad de mi espíritu,  gracias a Dios más frecuente,  me permite tomar acción con potencia,  sin detenerme a pedirle permanencia a un universo impermanente.  Tomo cada experiencia,  encuentro y viaje como una exquisita forma de reinventarme yo misma, de compartirme y de crear. 

El panorama no ha cambiado:  esencialmente el mundo sigue igual.  Pero este enigma de quién soy parece tener un poco más de sentido para mí.   Sé que me he liberado aunque sea un poco del identificarme constante con los fenómenos transitorios,  fenómenos que me hacían sufrir cuando trataba de aprehenderlos.  Estoy sintiendo esa integridad que tiene ser más que poseer,  dar más que exigir y disfrutar cada instante en vez de reclamar.  

La explosión de energía que siento por dentro a menudo la he aprendido a canalizar hacia lo que amo.  La filosofía habla de toda la energía que los yogis acumulamos en nuestra contemplación diaria, disciplina y control.  Esto nos da una flexibilidad de consciencia que abre la mente a nuevas realidades.   No me interesa el universo chamánico aunque sus poderes estén dentro de la capacidad que mi camino promete:  son distracciones del sentido primordial de esta práctica milenaria,  sea  
la libertad espiritual. 

Estoy dando pasos pequeños hacia esa observadora omnisciente de mi propia vida.

Será que sólo podemos realizar nuestra propia humanidad cuando estamos en paz?
Y desde ahí preguntarnos qué es lo esencial?

Sé que he dado muchas vueltas en vidas diversas en este mundo  y sé también que en esta he tenido el gran privilegio de aprender a ir hacia adentro lo suficiente como para atisbar un débil destello de mi propia chispa vital.  Eso me basta para darlo todo.  El caos mental parece hoy un mal sueño y este estado de calma potente me está haciendo re-enamorarme de mi vida. 

Todo lo falso cayendo poco a poco.
Una perspectiva fresca  tiñendo mis días. 

Y es como si caminara por primera vez en un bosque.  Lo hice hace poco con dos amigos queridos.  El bosque era el bosque nuboso de mi país y no había regresado desde que tenía veinte años.  Podía escuchar sonidos nuevos,  pisar terrenos quebrados y escuchar el río y su canto.  Y aún no logré identificar las especies de plantas,  ni de pájaros ni los animales con exactitud.  Pero me quedó una sensación de profunda alegría de visitar este lugar sagrado.  El olor de este lugar todavía lo llevo por dentro con añoranza.  
  
Y como ese bosque yo también me estoy conociendo mejor cada día,  desnudando capa a capa la simpleza profunda de mi ser verdadero.  Hace muchos años leí unas letras que no comprendí en ese entonces. Esta maestra hablaba de una vida fresca,  de soltar la auto-defensa constante y la tristeza de las decepciones.  De cómo estar presente a nuestra bondad innata y a la de los demás.  Hablaba de abrir el corazón al punto de sentir la ternura,  la alegría y la pena sin cerrarnos. 

Y describía una mente que abraza todo sin excluir nada,  reconociendo que estamos hechos de lo mismo y que está en nosotros poder observar,  escuchar y responder a cada momento con el máximo de compasión posible.  

Leí esas letras como entré en ese bosque: sabiendo que eran ciertas pero sin comprender los detalles. Y hoy, aquí en el Sur,   muchos años después,  comienzan poco a poco a tener sentido.  Comienzan a iluminarse como se ilumina esa luciérnaga que por un instante,  en medio de la oscuridad,  se siente parte de todo.


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