jueves, 5 de junio de 2014

Entre deseo y realidad

Llego a mi destino después de muchas horas de vuelo.

Después de un transatlántico y un transeuropeo,  Alemania me recibe con un bello atardecer de verano- más bello desde este tren que casi ni se mueve mientras atraviesa los campos,  los suburbios y las afueras de la ciudad de Frankfurt.

Las largas horas de vuelo me sirven de meditación y reflexión.  Justo antes de que el avión despegara de Costa Rica,  intercambié algunos mensajes con un querido amigo.  Igual que yo,  un poco decepcionado de las relaciones.  Igual que yo,  con  mucho temor a equivocarse de nuevo.

Buscando una razón suficiente para no cerrar el corazón.

Mis divagaciones teñidas por las turbulencias del vuelo,   películas románticas y música preferida me llevan a varias realizaciones de vida sobre este tema resbaladizo y complejo del amor.   Aunque el mundo nos bombardee con su constante cliché de que amamos con el corazón,  la verdad es que amamos con el cerebro.   Si el amor fuera sólo sentimiento y emoción pura quedaría inevitablemente a merced de sus altibajos y fluctuaciones.

No.  
Existe la voluntad de amar o de no amar. 

La apología del amor:  no importa todas las estupideces que hagás,  te amaré incondicionalmente per secual saeculorum... ese "todo se vale" afectivo funciona como una bomba de tiempo.

Entramos entonces aquí al tema de la incondicionalidad:  realmente nunca esperas nada de tu pareja?  No seamos hipócritas.  Si uno es fiel,  espera fidelidad.  Si uno da ternura,  no espera un golpe. Si da presencia y compromiso, espera lo mismo.

Aunque el amor teórico y celestial pueda concebirse como incondicional,  el amor terrenal necesita límites con urgencia.  Por eso le reafirmé a mi amigo:  Quién dice que tenemos que conformarnos con una relación insulsa y sin sentido? 

Los límites sanos en una relación- y en cualquier área de nuestra vida,  nos permiten crear  positivamente o sino,  alejarnos y dejar de estar en el lugar equivocado- aunque duela la decisión.
El amor no lo justifica todo:  no importa cuánto te amen,  sino cómo lo hagan.   El buen amor es un tema de control de calidad.  Si en una relación no te aman como quisieras o no te respetan pero seguís ahí pegado pese a todo,  ya te pasaste.

Para amar no podemos renunciar a lo que somos.   Existe una cultura a nuestro alrededor que promueve la entrega irracional,  autodestructiva y denigrante,  que promueve la cultura de la abnegación (especialmente en nosotras las mujeres).  Sin una revolución afectiva urgente no vamos a poder salir de este atolladero.

Conozco una mujer bella,  inteligente,  apasionada.  Su esposo la dejó hace casi un año.  Su vida consiste básicamente en esperarlo.  Sostiene reuniones periódicas con él para intentar recuperar un matrimonio que no existe.  Hace ejercicio,  se cuida con la esperanza de mantenerse bella y atractiva.  El hace mucho tiempo que se fue, física y emocionalmente. Al punto de que todo el mundo sabe- menos ella o su mecanismo de negación es muy fuerte-,  que ya ha andado con muchas otras mujeres.  Sin embargo,  ella no lo suelta.  Continúa aferrada a la idea de que él va a regresar.  Sus hijos son una buena excusa,  pero creo que más que todo tiene mucho miedo de estar sola.  Tiene miedo al futuro,  a no saber qué hacer con su vida.  Su vida estaba marcada y constreñida en el papel de madre y esposa.  Ahora no sabe qué hacer.  Nunca cultivó algún talento.  Se dedicó a ser la esposa de vitrina de un hombre que ni siquiera la apreciaba.

O aquella otra a quién le preguntan qué cuál es el sentido de su vida y responde que sus hijos.  Y cuándo los hijos se vayan?  No sabe qué contestar.  Nunca se lo ha cuestionado. Perdida en un universo que no es el suyo,  instrumento de otros para su comodidad,  vive su vida apendicular sin preguntarse sobre su futuro como ser humano,  como mujer,  como creadora última y absoluta de su realidad.  Vive una vida mediocre a nivel personal pero sintiéndose muy orgullosa el "centro de su hogar", como nos enseñan a las niñas desde que estamos pequeñas.

Por último, conozco muy bien a otra que creyó en algún momento que amar era hacer cualquier cosa por el amado. Quiénes de nosotros no hemos caído en eso alguna vez?  Arrebatados por la magia hipnótica del amor, entramos en un trance que nos induce a vivir y existir para el otro,   perdidos en una niebla hasta agotar reservas-  o hasta que la Naturaleza nos suelta del embrujo unos tres o cuatro años después.

El amor no justifica el sufrimiento.  La consigna del amor irracional es absurda:  sacrificio y amor van de la mano.  Si un amor viola mis derechos,  si el costo de estar con alguien es renunciar a mis proyectos de vida o aislarme de mis relaciones,  no tengo que seguir amando.  Pase lo que pase,  es imperativo mantener nuestra propia esencia,  amar sin dejar de querernos a nosotros mismos.   Amar con la reserva de que estar con vos no implicar negociar mis principios.

Tu pareja debe promover la expansión satisfactoria de tus talentos y capacidades personales.  Si no sabés cuáles son,  más te vale darte a la tarea de encontrarlas.  Tu pareja no es un comodín para hacerte dormirte en los laureles.

Qué te mueve?   
Cuáles son tus motivaciones vitales?  
Qué te empuja a ser quién sos?

Es energía y pulsión de vida es lo que nos hace más humanos.  Nuestros sueños,  nuestra vocación,  nuestros proyectos.

Ojalá estas preguntas le lleguen a esa señora que vivía sólo para sus hijos,  que no encontraba sentido a su vida fuera de ellos,  la simbiosis más allá de la placenta....o a esa otra que sueña con el regreso de su esposo todas las noches, como si ese fuera el elemento que le falta a su vida para ser feliz.

Tal vez finalmente podamos todos reconocer que mientras se espera vivir,  la vida pasa. Y que el amor es un sentimiento,  pero sobre todo y encima de todo,  es una decisión.



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