viernes, 27 de junio de 2014

Corazón desvelado

La lluvia me recibe. Se cierra un ciclo vital que se abrió hace más de siete años.

La casa se estremece con el viento y el agua.   Afuera,  los árboles se mecen sin resistencia.  Las estrellas no se ven a simple vista,  pero sé que están allá afuera,  mostrándose en toda su inmensidad.  Veo las estrellas a través de las nubes,  las veo con mi alma y están lúcidas y serenas.  Será que así me siento hoy.

Me siento lúcida porque sé que la mayor parte de esta vida es un juego de la mente.  También porque sé que el amor verdadero es inquebrantable.  Nunca muere, sobrevive a la muerte.  Está más allá de ideas y conceptos y nunca termina.  Es y siempre será.

Mi experiencia del amor en esta vida ha sido inestable y esporádica.  Será que yo misma he carecido de la estabilidad interna para dar un sí profundo.  Fugaces momentos seguidos de vanidad de egos.  Espasmos dolientes ante la profundidad del abismo, realidades paralelas que no se tocan.  Mi propia resistencia:  afuera sólo espejos de mi miedo.

Mi miedo más grande es abrirme por completo y descubrir que fue en vano,  que no hay amor de a de veras en este lugar.  Casi tan grave como que Dios no existiera.  El miedo me paraliza y aunque deseo amar con todo,  los errores del otro sólo me confirman una muerte anunciada.  Mi propia profecía se sigue repitiendo.

Dios o como sea que se llame- me ha dado la cualidad o maldición de sentir mucho.  Siento mucho lo bello pero también lo triste y lo falso.  Me cuesta mucho conectarme a otros seres a través de tantas máscaras y estoy en mi propio proceso de dejar caer las mías sin duda alguna.

Las máscaras parecen estar pegadas a mi rostro de tantos años de usarlas.  Duele arrancarlas,  mostrarme como soy y arriesgarme a no gustarle al otro. Arriesgarme sobre todo a no ser vista y convertirme de nuevo en una proyección de alguien más.  La máscara da cierta seguridad,  alivia un poco ese sentirse en carne viva.  A veces agrada y prenda.  Pero sé que el estar en carne viva es el requisito sinequanon del amor real.  Sin amortiguadores.

Hace un mes conocí a alguien en cuya presencia cayó todo.  No tuve que hacer ningún esfuerzo.  El mismo soltó sus máscaras después de una vida entera de trabajo espiritual y su sóla presencia hizo en mí el milagro.  Compartimos tres noches,  tres madrugadas y eso bastó para fijarme un nuevo punto de referencia interno.  Me pregunto si a esto podría llamarle el milagro del amor:  el caer de todo lo falso,  sobre todo nuestras propias ideas sobre él.   Es algo que todos anhelamos y deseamos  tanto y que , sin embargo,  matamos antes de que nazca.

Sucede porque sí,  porque tiene que ser?

Será que somos tocados por esa fuerza mágica sin esperarla?

O que sólo desciende sobre nosotros si nos encuentra lo suficientemente dignos....y 

qué es ser digno de amor?

Con estas divagaciones me acuesto a hacer una siesta.  El jet lag me tiene doblada:  será de este cerebro un poco perdido la naturaleza de mis divagaciones vespertinas.   Medianoche en Europa,  mis amigos queridos duermen mientras yo estoy aquí en América con el corazón desvelado.  El viento y la lluvia se calman allá afuera y sólo queda el crujido de las ramas y algunas gotitas de agua en el techo.

Sueño con el Amor...

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