martes, 25 de marzo de 2014

Volcanes y cenizas

Vengo llegando del shala.
Hoy di tres clases.  Cansada físicamente,  pero muy llena en mi corazón.

Mientras subía las gradas del apartamento de mis amigos,  me llegaron dos sensaciones ancestrales,  como venidas de otro tiempo y otras vidas.  Primero,  el olor delicioso de una sopa de pollo que alguien estaba haciendo en el edificio. Aunque soy vegetariana,  el olor instantáneamente me transportó a casa de mis abuelos.  Así olía siempre su cocina.  Me sentí abrazada por mi abuela,  su abrazo calientito y amoroso.

La segunda sensación que hizo Hit Home fue un piano.  Alguien,  en este edificio holandés en medio de La Haya,  con un frío fatal allá afuera...alguien estaba acariciando las teclas de su instrumento.  Alguien estaba en íntima comunión con su alma.  Me transporté a aquellos días en que estaba preparando mis exámenes de la Licenciatura en el Conservatorio,  tocaba más de ocho horas al día y tenía un hermosísima bebé en mi pancita que todavía no conocía.

Me siento abierta a la vida,  porosa y receptiva.  En otro momento probablemente hubiera estado tan ensimismada en mis pensamientos que no hubiera percibido tanta belleza encapsulada en dos segundos.  Hoy tuve un día difícil.  Muchas cosas se están moviendo de cauce.  Me está costando soltar.  Me duele el alma.  Y aún así,  al mismo tiempo la vida me regala tanta belleza:  amigos cálidos en este clima frío, estudiantes sinceros y enfocados,  tardes de sol aún en el frío.  Conexiones genuinas en un mundo alborotado.

Y es que ya sé que en este plano dual en que vivimos todo viene mezclado.  Un amigo querido perdió a alguien que amaba mucho esta semana.  De pronto,  su tía ya no estaba más en este mundo.  No que no se esperara su partida porque estaba bastante enferma.  Pero al mismo tiempo siempre es difícil digerir un adiós.  Sin embargo,  sus cenizas reposan ahora en el fondo de un volcán,  metáfora hermosísima de cómo quiso terminar este ser su paso por esta vida.  Todos somos volcanes:  algunos ardemos demasiado,  otros están dormidos.  Pero nuestra esencia es puro fuego conectado a lo más profundo del centro de la tierra.  Esa es nuestra esencia y a ella vamos todos a regresar.

Hoy decidí que yo también quiero que esparzan mis cenizas en un volcán.  Pienso en todos los bellos volcanes de mi querida Costa Rica y no podría escoger.  Todos son preciosos, perfectos,  impredecibles.  Creo que por una conexión vieja me gustaría que fuera el Turrialba.  Hace muchos años,  recuerdo danzar en su cráter apagado en este entonces.  Y ahora está vivo y despierto como mi alma que escribe.

Yo también fui un volcán apagado por miedos y demasiados juicios sobre cómo tenía que vivir mi vida.   Ahora no es que tenga ideas de hacia dónde,  cómo y con quién. Porque la verdad es que estoy a merced de algo que llamo Gracia.

Esa energía cósmica que quita y pone de mi vida: me estoy dedicando a observarla.  Mientras escribo en mi cama calentita,  mis amigos preparan amorosamente la cena y siento tanta satisfacción por este viaje,  me pregunto cómo llegué aquí.  Aquí a Holanda por una serie de coincidencias,  fe y mucha energía de mi amiga que me escribió incontables veces.

A esta vida,  por gracia de la Gracia.

Espero que mi paso por este mundo esté a la altura de esta energía benevolente y generosa que me tiene con vida y deje este lugar un poquito mejor de cuando llegué.  Y que quiénes esparzan mis cenizas en el Volcán Turrialba en Costa Rica se sientan contentos de haber estado cerca mío.  Por ellos es que vivo cada día con la intención de estar un poco más despierta.

Por ellos y por todas las almas que palpitamos juntas en una misma frecuencia...estemos donde estemos en este globo terráqueo.

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