sábado, 28 de septiembre de 2013

Theo



No eliges el pensamiento que se presenta en tu cabeza, la existencia te lo impone,  asociado a cierta vibración emocional.

...

Sabía que era el día.

Sentía que ya mi panza iba a explotar.  El bebé ya casi no se movía por falta de espacio.  Cuando me hacía sentir su presencia sentía su codito en mis costillas y me hacía cosquillas.

Ya dormir era casi imposible.  Lo hacía practicamente sentada.  En el medio de la noche,  las continuas idas al baño cargando aquel peso y caminando como podía me tenían agotada.  Pero al mismo tiempo,  tan ilusionada por conocer a mi sexto retoño.

Las olas comenzaron...

La historia de Theo es la más hermosa que puedo contar.  Convencí a mi esposo de un hermanito para Gael después de múltiples meses y súplicas.   Cuando al final decidimos mandarnos,  sabía que Theo traería a mi vida algo nuevo.  No anticipaba cuanto.

...

Llegamos a la clínica a medianoche.  Mi hija me ayudó a caminar los últimos pasos al cuarto mientras Marco parqueaba el carro y traía el equipaje.  Me sentía confiada y muy feliz de poder compartir con ellos esta experiencia de vida.

En el cuarto,  las enfermeras me recibieron amorosamente.  Me dijeron que descansara.  Nos acostamos los tres a dormir unas horas entre contracción y contracción.  Marco durmió en el suelo.

A las cuatro de la mañana,  sentí la cabecita bajar.  Inconfundible.  "Ya viene."  Después de cinco partos naturales,  uno ya identifica el momento.  La certeza de que en pocos minutos iba a conocer a esta ternura me emocionó.   Feliz desperté a todos.  Y la acción empezó temprano ese cuatro de febrero hace tres años.

Si hubiera anticipado la crudeza de lo que venía,  tal vez no hubiera estado tan feliz. Pero Dios nos da la fuerza de levantarnos cada día sin saber lo que viene....y aún así,  esperar lo mejor.

...

Conocí la belleza más profunda de la vida ese cuatro de febrero.  Vida que raya con la muerte y se confunde en un instante en este universo anaranjado en que se volvió mi mundo al traer a Theo.

De pronto,  las voces a mi alrededor se oían como en tercera dimensión.   Llevaba ya mucho tiempo en la piscina.  Mi doula,  mi doctor,  mi marido,  mi hija y mi cuñada mostraban en sus rostros señal de preocupación.  Acuclillada y en medio de tremendas olas que no mostraban progreso-  la cabecita no salía-,  entré en un estado entre sueño y vigilia, teñido por hormonas y expectativa.  El agua calientita, eso sí lo recuerdo.  Demasiada gente en ese cuarto,  eso también.

De pronto,  varias manos me levantaron y me sentaron en una silla.  Frío intenso. Olas profundas.  Y de pronto,  el miedo.  Ese miedo que congela,  que hiere,  que me viene de no sé dónde en este momento glorioso.  NO corresponde.  No lo quiero.  Alguien habla de un anestesista.  Yo sigo conectada a mi bebé.

Adónde estás?  Salí para conocerte.

...

La luz de la mañana ilumina el cuarto de cortinas anaranjadas.   Ese  cuarto de hospital que de pronto se vuelve un enjambre de gente que entran y salen apresurados.  No escucho nada.  Estoy profundamente hacia dentro,  totalmente entregada a esta alma que aún sigue en mi cuerpo.  Somos uno y así será para siempre.  Si nos vamos,  nos vamos juntos.

De eso no tengo la menor duda.

...

Las agujas invaden mis brazos,  mis manos.  No escucho nada.  Sólo veo el rostro de mi querido doctor,  amigo,  compinche,  guardián.  Los otros rostros desaparecen.  Escucho gritos en sordina,  todo comienza a nublarse.  De pronto,  veo mis rodillas en mis orejas y a mi lado,  mi esposo en cámara lenta me grita:  "EMPUJA!!!"  La suspensión del tiempo es sustituida por una presión gigante en mi abdomen.  Me empujan,  me hieren.   Cuidado con mi bebé!  pero no puedo defenderme.  Adónde está mi fuerza?

Estoy a merced de algo que no entiendo.

...

Todo queda atrás.  Estoy en paz.  Veo los cuerpos,  veo al doctor sacando a mi bebé con unas paletas metálicas.  Ya no estoy ahí,  floto por encima de todos.  No tengo más miedo.  Quiero abrazarlos.  Adónde estoy?

Cómo hago para regresar?  Veo a mi esposo,  a mi hija.  Cómo los amo!  Cómo deseo decirles que estoy bien,  que abracen mucho a este bebé.  Que todo es perfecto.  Que esta catástrofe es una bendición. Mi esposo está llorando.  El bebé ya salió.

Adónde estoy?

...

Regreso al terror de un cuerpo herido.   Y aún en medio de la sangre y las lágrimas,  conozco la perfección,  la magia,  el amor y la oportunidad de regresar a este campo de batalla.  Siento una cabecita pequeña, mojada, caliente que mi esposo coloca en mi garganta.  No veo nada,  sólo siento ese calorcito.  Lágrimas caen en mi cara.  No son mías.  Yo estoy bien.

Todo está bien.
El está aquí.

...

Se llevan al baby y empieza el instante profundo.  El aire se va,  no puedo respirar.  Pierdo el control,  me aterrorizo.  Empiezo a temblar.  De dónde este miedo?  El miedo de regresar a la vida?   Y aquí es dónde entiendo el miedo a la muerte.  Ya no quiero irme,  amo demasiado.  No, por favor,  no quiero irme todavía.  No me dejés conocer esta belleza y luego tener que soltarla.

Dame otra oportunidad.

...

Mientras escribo, Theo llora en las escaleras.  Ya tiene tres años y todavía veo en él esa criaturita asustada que me pusieron en la garganta ese día de febrero mientras el sol iluminaba de anaranjado nuestros cuerpos.   Cuerpos frágiles,  cuerpos que se deshacen y dejan de respirar.  Cuerpos tiernos y fuertes a la vez que nos enseñan de la vida y de la muerte.

El nacimiento de Theo me cambió por completo,  pero en ese momento no lo sabía.  Es hoy,  tres años después,  mientras escribo esto que puedo entenderlo.   La vida brutalmente honesta que puede tocarnos con la ternura de un látigo ardiente.  El amor que nos invita a abrirnos por completo y a perder el control totalmente.

Ese amor que un día se va a desvanecer en este cuerpo, en un instante incierto.

O será que nunca se desvanece?

Ese día que mi bebé y yo casi nos fuimos de este mundo-  yo sé que yo sí me fui-,  ese día lo cambió todo.   Cambio radical en mis neuronas después del tsunami anaranjado.  Theo,  regalo de Dios.  Theo, ternura y sabiduría.   Theo,  dulzura absoluta de la muerte columpiándose con el amor en un sólo instante vital.

Generosidad y abundancia del Universo en la copa de un útero que se abre al mundo.  Dudoso porque no quiere soltar su tesoro.  Porque sabe que soltarlo es poner el pie del otro lado.  Inexplicable intuición de madre que no quiere perder su cachorrito.

Sabia violencia sin calamidad,  gracias a Dios.


...

Nunca sentí tanta violencia en mi cuerpo y tampoco tanto amor.   Quedé relativamente afectada físicamente por una cadera desgarrada pero mucho emocionalmente con una depresión post-parto de seis meses.   Pero también fui tocada por esa Muerte que pude ver cara a cara y no temer más.  Agradecida hasta el alma por siempre porque me permitió regresar y abrazar a mi bebito y a todos los seres que amo.  Y este fue mi momento de realización,  ahora lo entiendo,  de mi responsabilidad de servir.

Quedé lúcida,  presente,  viva.   Y en tres años,  esta experiencia ha decantado hasta el día de hoy de formas insospechadas.   Me he vuelto más paciente,  menos demandante.  He aprendido a respirar de verdad.  Cada abrazo de mis hijos se siente como el cielo porque no sé si será el último.  Cada mirada que encuentro me recuerda la alegría y el gozo de ser.

Theo,  Theo,  Theo.
Quién iba a saber todo lo que me ibas a regalar?



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.