miércoles, 18 de septiembre de 2013

La vida nos lleva

Días de mucha reflexión.

Ayer estuve en un grupo muy interesante de gente y estábamos hablando sobre la importancia de balancear las energías femeninas y masculina en nuestras vidas profesionales y personales.   El común denominador es que todos sentíamos que hacíamos demasiado...en vez de SER más.

La energía femenina es la energía del hemisferio derecho.  La que nos permite soñar,  relajarnos,  tener visión.  A veces estamos todos tan ocupados haciendo que se nos olvida para donde vamos.  Me pasa continuamente.

Parar en seco y darse un tiempo para simplemente SER ...es difícil.

Sobre todo en esta sociedad occidental que tiene la eficiencia,  la productividad y el éxito material como  valores de vida.  El arte que practico me invita a detenerme,  a no engancharme en la actividad continua de la mente y a no identificarme con ella.

Muy difícil.  Bastante desconocido para todos nosotros.

La mente es una actividad más que una cosa. Es como caminar:  basta detenernos para que ella también desaparezca.  Pero al inercia de años, décadas de hacer,  como hámsters en su jaula,  nos han hecho identificarnos con la actividad.  A tal punto que nos sentimos perdidos sin ella. Y cuesta mucho empezar a observarla y salirse un rato.

Los viajes me permiten recobrar perspectiva y compartir con gente que me ayuda a retomar el paso correcto.  Aspiro a vivir una vida donde el cambio sea la constante,  donde me sienta guiada por una voz superior,  por una aspiración más grande.  He constatado innumerables veces que apegarme a "my way"  a veces no es tan sabio.  Voy en automático y no logro disfrutar del camino.  Fijo mi mirada en la meta y olvido las flores del  trayecto.  Me sobre-enfoco y me pierdo del viaje.

En este meditar de perspectivas y búsqueda del discernimiento,  me llegan "omens",  o como diríamos,  coordenadas vitales.  Una de ellas son las sensaciones corporales.  Comienzo a percibir en mí sensaciones de tensión y resistencia que antes no sentía.  Es hora de cuestionarse la dirección. Y tal vez momento de hacer cambio de curso.

Lo hermoso es que sé que en cualquier situación que me encuentre, no estoy sola.  Siento una profunda calma de que a veces lo que anticipo como lo peor que puede pasar,  es en realidad una forma en que Dios tiene de sacarme de la noria y colocarme en un lugar más íntegro.  Un lugar donde pueda respirar con calma,  estar más feliz y plena y agradecer cada amanecer.  Un lugar distinto al que estoy viviendo.

Bienvenidos los cambios que se avecinan.  No es fácil desprenderse de lo que nos frena el vuelo.  Pero las decisiones meditadas tienen una forma de salir a la luz en el momento correcto.  Y la virtud de hacernos sentir que estamos en el lugar que es,  rodeados de la gente correcta y las vivencias que necesitamos para continuar nuestra evolución.

Todo el resto se disuelve como una nube de polvo en el horizonte.

Es hora,  nuevamente,  de recomenzar.

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