jueves, 12 de septiembre de 2013

Wake up

Todavía muy jet-lageada.  No es fácil el cambio para el cuerpo.  Ganas constantes de dormir,  indigestión y una sensación de estar out.  Dieciocho días afuera significan dieciocho días de re-adaptación a Costa Rica.  Y no sólo al cambio de hora.

Ver las cosas desde afuera me ayuda mucho a tener perspectiva y visión.   Compartí varios días con gente realmente comprometida,  gente que tiene fe en algo y vive por eso. Gente que no se rinde fácilmente ante los obstáculos,  que hacen que las cosas sucedan.  Gente valiosa,  de una honestidad contagiosa.  Te dicen un no cuando es necesario y no se andan por las ramas.  Me acostumbré por unos días a no usar máscaras.

A mi regreso,  puedo observar con compasión los patrones en mi país y mi gente- incluyéndome, por supuesto.  No es el caos vial,  es el caos existencial.  Es la mentira,  la corrupción.  Los políticos que dicen algo y hacen lo opuesto.  Un mar de caretas que aparentemente está  ya por fin resquebrajándose.  Igual que deseamos que con el Yoga se rompa todo lo que no somos.

Los ticos tenemos una forma particular de ser que cada día comprendo un poco mejor.  Por mi profesión,  me toca conocer mucha gente y tenemos una personalidad que busca,  a toda costa,  echarle la culpa al otro cuando algo nos sale mal.   Estamos muy poco dispuestos a asumir nuestra responsabilidad en los asuntos y somos expertos en justificarnos.

Así no se llega a ningún lado.

Mi maestro tiene una forma rotunda y contundente de ser.  Hombre de pocas palabras,  le da a uno la oportunidad de entrar a su mundo.  Mucha gente le tiene miedo.  Yo le tengo un gran respeto.  Será porque lo conozco desde hace años y sé que  " he is walking his talk".  Los ticos,  en cambio,  nos echamos un montón de "habladas" y a la hora de demostrar nos quedamos muy cortos.  Se nos olvida el compromiso.  Buscamos y encontramos la excusa perfecta.  De nuevo,  culpamos a los otros por nuestras propias deficiencias.  No nos asumimos.

Esa gente ante mi maestro saldría disparada de la escuela.  No aguantaría ni una semana. Se necesita cierto tipo de personalidad para no rendirse ante los obstáculos.  Todavía no sé si es terquedad o tal vez un deseo profundo de salir del atolladero en que nos encontramos.

Será por eso que las calles,  postes,  cables y personas nos estamos literalmente derrumbando en esta pequeñita ciudad de San José.  Hasta los ríos,  hartos de ser invadidos con basura,  han decidido desbordarse.  Ya es mucho lo que estamos tratando de tapar y no está sucediendo.  Qué hacer ante la inminencia del desastre?

La actitud valiente-  esa actitud de la cual estamos a años luz la mayoría de los ticos-,  es aprender de nuestros errores,  dejar de buscar portillos para escaparnos de nuestra realidad y ser reales.  Ser reales significa, por ejemplo,  asumir responsabilidades asumidas.  No dejar las cosas colgadas a medio palo y luego,  ver cómo hacemos para zafarnos el tiro.  Es ser total y crudamente sinceros con nosotros mismos y nuestros fallos y buscar enmendarlos. Sólo así saldremos de los patrones tan anquilosados en nuestra sociedad.  Ah!  Pero ay del quién ose llamarnos la atención!  Ese sale trasquilado como sí él o ella hubiera sido el de la metida de pata.  Víctima de chismes,  dimes y diretes por la espalda. Y para peores,  nos "resentimos"  con todo aquel que nos llame la atención e intente espavilarnos.   Como dicen,  no hay forma de quedar bien con el costarricense.

Soltar esos patrones tan comunes en nuestra sociedad tal vez inicie ese cambio social que necesitamos desesperadamente.  Mientras todos en este país sigamos viviendo de imágenes creadas por nosotros mismos para proteger nuestros egos,  nada va a cambiar.  Cuando escuchemos al que nos dice:  "Mirá,  te equivocaste.  Estás causando daño a tu alrededor, espaviláte! "- tal vez ahí merezcamos todos tener un país más consciente.

Mientras tanto,  la inconsciencia colectiva amenaza con ahogarnos en un mar de autos y buses con conductores desesperados,  calles que colapsan y puentes que se rompen,  ríos que se salen del cauce y se niegan a seguir siendo contaminados,  políticos corruptos e ignorantes que ya no saben cómo más robar y no proponen nada valioso para sostener esta sociedad que se derrumba.

O cambiamos o nos lleva p....

Quién está lo suficientemente harto de estos patrones para cambiar?

Ojalá seamos aunque sea un puñado que busquemos mayor consciencia y manifestar en nuestras acciones ese deseo de transformación.

Y si no es por nosotros,  hagámoslo por nuestros hijos y las nuevas generaciones.  Ellos se merecen progenitores y adultos maduros que de una vez por todas dejen de  echarle la culpa a los demás de sus fracasos.

Adultos que finalmente decidamos ser consecuentes.

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