lunes, 4 de junio de 2012

Un nuevo amanecer

Me despierto a las 3:35.

La casa duerme.  Silencio.  Serenidad. Afuera todo oscuro.

Enciendo las luces,  pero su luz es demasiado violenta para esta hora.  Lleno la casa de velas.  Su suavidad respeta esta hora mágica,  la hora de Brahman.  La hora de la meditación en India,  de las pujas y las ofrendas.

A las 4:00 recibo dos mensajes.  Llegan dos amigos.   Entran en silencio.  El Estudio se siente como el útero de una madre:  oscuro y cálido.  Afuera sólo el sonido del viento.  Nos sentamos en silencio a meditar.   Qué delicia.  Me quedaría en este espacio toda mi vida si pudiera.  Afuera,  la luna eclipsada nos acompaña.

Comenzamos a movernos.  Sólo se escuchan el chasquido de los huesos,  el roce de los  pies y las manos en la alfombra,  el sonido de la respiración.   Entramos en un mundo nuevo,  visitado por pocos cada mañana.  Ese límite que se vuelve más difuso entre el mundo espiritual y el material.  Hay una energía muy hermosa a esa hora.  Yogis y meditadores de todas las latitudes han llenado este espacio de tiempo,  lejos de este mundo,  con sus oraciones y plegarias.  Rezamos con el cuerpo.  El obstáculo de dejar la cama parece ahora lejano.  Mi cuerpo responde y se entrega.  A pesar de que hoy sea Luna Llena y es tradicional no practicar,  los tres entramos en esa danza interna y enfoque profundo que es el regalo más bello de nuestra disciplina.

La mente a esa hora no reclama nada.  Está apacible y suave como un animal manso.  No se resiste,  se da, incluso ayuda.  El cuerpo guía y ella se acopla.  Como una pareja de amantes donde ambos se abrazan sin obstáculos.  Se vuelven uno solo y vuelan al cielo de la realización que somos quiénes somos.  A esta hora es fácil darme cuenta.  En el día,  mi mente entra en modo activo y por tanto,  piensa demasiado.  Ahora,  está quieta.  No le pido nada y me lo da todo.

En el silencio interior,  mis dolores internos de van difuminando como el carboncillo de un artista en el papel.  Los veo lejanos y distantes,  tratando de llamarme...gritando incoherencias, pero no los oigo.  Hay una presencia demasiado hermosa que es omnicomprensiva.  Me siento abrazada por el Prana y el Amor.

Roberto y Daniel se mueven con dulzura en sus alfombras.  Sin excusas,  sin justificaciones,  sin más se levantaron hoy temprano,  dejaron todo y aparecieron.  Un acto tan simple,  ya la vez tan difícil para tantos. Cuánto agradecimiento,  cómo diría mi maestro.  Si hay una persona con la suficiente devoción,  UNA,  esto vale la pena.

Siento a todos mis maestros en esta hora de Brahman.  Afuera,  los celajes rosados aparecen en un cielo azul.  Los pajaritos se despiertan.   Los ruidos de la ciudad comienzan a aparecer: carros,  aviones,  motos,  voces.  Empiezo mi día desde un lugar diferente.  Nada lo que pase hoy podría hacerme olvidar.  Mis compañeros de práctica descansan en su savasana mientras yo les escribo con el corazón conmovido.  Cuán afortunada soy de ser y de estar aquí.  Sentir que estoy en el lugar correcto en el momento correcto,  con la gente adecuada y las sensaciones perfectas.

Este instante de alineación interna me llena de esperanza.

Momento de dejar que todo lo falso se caiga y se desmorone.
Hoy es un día nuevo.

Hoy es un nuevo amanecer.

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