domingo, 10 de junio de 2012

Ciclos terminan: ciclos comienzan

La naturaleza nos muestra con maestría el ir y venir de los ciclos.

Hoy pasé el día en una montaña alajuelense.

La luna dio paso al amanecer.
El botón dio paso a la rosa,  la rosa iluminó el jardín y regresó a la tierra.
La lluvia dio paso a la niebla.  La niebla dio paso a la noche.

Todos cediendo,  todos en armonía y silencio perfecto.

Decido pasar el día descalza, sintiendo cada paso...encuentro en ese espacio inefable en el fondo de mi alma una respuesta.  Llega sin forzarla,  la siento y por eso se siente genuina.  Reconozco que un ciclo terminó.  Sin embargo, la pérdida de lo viejo se siente lejana.  El sentimiento de dolor desaparece y da paso a una profunda quietud.

Silencio.

El silencio que soy.
El silencio que siempre ha vivido en mí.

...pero que había estado demasiado ocupada para sentir.

La vida me abre espacios de aloneness...distinto al loneliness.  Difíciles de traducir,  Osho hablaba de la beatitud de estar con uno mismo y ser.  En vez de estar solo y añorar.  Son totalmente distintos,  sin embargo, se ven iguales por fuera.

El aloneness es una necesidad humana,  un derecho vital.   Si ese espacio no se nutre,  llega un momento en que el alma implacable rompe con lo que sea que lo cercena.  Se harta.  Se rebela.

El loneliness es el resultado del miedo y la carencia.  El no identificar los ciclos y aferrarnos a la idea o imagen del pasado.  Del pasado sólo queda un recuerdo,  permeado por nuestros deseos y carencias.  El  presente es lo único que tengo claro.  Y estoy aprendiendo a descansar en él.

La montaña me muestra con su cuerpo que soy también ese cuerpo.  Este cuerpo se mueve,  respira,  siente,  anhela, camina,  duerme,  come,  disfruta.  Este cuerpo que necesita ser acariciado,  amado y honrado...por mí misma en primer lugar.  El camino al centro no es la negación de la materia,  sino al contrario:  la gratitud por este ser de barro y de agua.  La negación conduce a la escisión,  al aislamiento y la enajenación.  No podemos dejar de ser lo que ya somos.  Podemos desconectarnos,  pero nuestra vivencia humana sería incompleta.

Me abrazo,  me siento.  Disfruto el sabor de la limonada,  la comida.  Siento las gotas de lluvia en mi pelo y en mi cara,  huelo la tierra mojada con las plantas de mis pies.  Escucho el sonido del viento en los árboles y me siento en casa.  En casa-montaña,  en casa-cuerpo.  Me habito y me gusta.

Esta casa temporal que habito es fuente de información constante.  Reconoce cuándo ha llegado el momento de terminar algo con sus vísceras.  Sabe cuando aparece un botón incipiente y le abre espacio.  Intuitiva. En la suavidad de su interior recoge las gotas de lluvia y las amasa en una maza incoherente de sentimientos y emociones.  Y en su incoherencia,  todo se amarra con el alma.  Esta piel contiene todo,  el universo completo.

Camino y siento.
Soy y escucho.
Huelo y vivo.

El ciclo ha terminado.
Alivio y gratitud.

Se asoma un destello de luz.
El camino continúa...

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