sábado, 24 de marzo de 2012

Namasté en Osa

Mientras veo el atardecer metida en el mar,  las montañas del Golfo Dulce,  las nubes de lluvia a lo lejos,  de pronto se ilumina en el agua un círculo de luz.  Veo el cielo,  pero el sol ya se acostó.  Los débiles celajes pintados de lila y naranja se desvanecen y la marea calma y relajada de esta playa en Puerto Jiménez me arrulla.  Cuando el agua se enciende,  lo interpreto como una señal.  Ha sido un día de mucho movimiento, interno y externo.  Sin embargo,  será el agua,  será esa luz verde aqua en el agua gris...pero me dan ganas de escribir de nuevo.

Tengo por delante una semana sola,  lejos de mi ajetreada vida y de la rutina diaria.  7 días de trabajo en un nuevo paraje,  rodeada de caras amables,  de sonidos de chicharra y rayería en la noche.  7 días para reflexionar,  meditar y sentir.  Qué lujo!  Aveces siento como si estuviera montada en una montaña rusa,  una que nunca para.  El espacio para estar conmigo misma es casi nulo y a la vez,  es mi dharma en este momento.  Con profundo agradecimiento,  todos los días levanto a mis tres bebés,  disfruto darles de comer y cambiarlos y presenciar sus risas,  llantos y pequeños logros,  desde la primera palabra hasta el primer paso,  desde el primer día en la piscina hasta la primera canción.  A la vez,  me busco y no me encuentro.  Ya lo que siento o pienso no es tan importante,  estoy al servicio de una causa.  Por eso,  este compás cae como una cascada de agua fresca.

Osa es bellísima!  sólo volar encima de esa naturaleza me abre el corazón.  La costa de mi querido país se alarga por muchos kilómetros,  las olas acarician con suavidad la playa.  La salida de San José es un poco abrupta,  no sólo en la avioneta sino dentro de mí.  Durante las últimas dos semanas,  he estado estudiando más anatomía sutil y siento que este trabajo con la gente me ha abierto a mí también todos los centros de energía,  con sus pros y sus contras.

Creo que este camino del Yoga todo son pros,  sin embargo.  Lo que más deseamos que no surja NUNCA a la superficie,  que escondemos con toda nuestra fuerza para que nadie nos vea como débiles, vulnerables o perdidos,  empieza en cierto momento de nuestras prácticas a brotar como agua de un acuífero subterráneo.  Y parece no tener fin!  la salida del vivir en negación o ignorancia de nuestros sentimientos más profundos es difícil y dolorosa.  Pero pasajera.  Vienen olas grandes que luego se disipan y dan paso a momentos de paz interna y serenidad real,  no ficticia.   Aquí queremos realidad.  Hay muchas formas de alivianar el camino,  sin embargo,  son temporales y un poco tontas.

Como muestra un botón.  Tuve hace unos días un Baby Shower para dos mamás del kinder de Gael.  Tenía mucho tiempo de no salir y en el lugar donde fuimos hacen un maravilloso trago que se llama Yorguín.  Pedí uno,  pleno de crema y estaba tan rico que me pedí el segundo.  Será la poca costumbre y el hecho que no tenía nada sólido en la panza,  pero después del segundo no podía dar un paso y todo empezó a dar vueltas.  Al punto que tuve que pedirme algo de comer a ver si se me bajaba. Pero se puso mejor...o peor?  sólo recuerdo que en semejante estado,  invité a una de las mamás embarazadas a una clase privada de regalo.  Quién sabe qué cara le  hice!  Un poco preocupada al principio,  de pronto,  toda molestia mental se fue.  Empecé a disfrutar el estado de embriaguez...así se dice?  agarré el carro irresponsablemente y llegué a mi casa no sé ni cómo.  Ahí me dio un ataque de risa seguido de muchos más y de pronto,  cualquier dolor interno desapareció.  Esa noche,  todo se sentía liviano y alegre,  como si fuera la vida de otra persona.

Como yogini,  acostumbrada a las sensaciones fuertes y a un constante escrutinio interno,  el alcohol tuvo el efecto esperado de dejar sin efecto mis vrittis.  Sin embargo,  como todo fix,  pasó el efecto.  Y me encontré de nuevo en el mismo cuadrito en que estaba antes.  No hubo tranformación ni transmutación,  simplemente adormecimiento.  Y aunque fue interesante la experiencia,  me cuestiono si hacer algo así todos los días me ayudaría a progresar en mi camino espiritual.

Osa con su exhuberancia me recuerda la exhuberancia de mi propio ser en este mundo.  Esa con que nací y que como a todos,  fue podada por la educación y la sociedad y los embates de la vida.   Hoy mientras corría al atardecer con mi Ipod con la música a todo volumen,   tuve la realización más loca de que esta era mi vida.  Desde pequeña tuve una resistencia muy marcada a aceptar mi encarnación y mi cuerpo.  Siempre anhelaba jalar.  Siempre leía libros de santos y santas y deseaba su capacidad de estar en este mundo pero no ser parte de él.

Creo que el Yoga me ha ayudado a estar aquí y aceptarme tal y como soy.  La imperfección de pronto me fascina.  Me percato de toda la energía que he invertido inútilmente en cumplir con expectativas ajenas a mi centro.  Todas las formas en que he compensando ese vacío interno:  relaciones,  éxitos profesionales,  distracciones.   Y siento mi humanidad en todo su esplendor y toda su oscuridad.  El sentimiento es de que sí puedo amarme así,  tal y como soy,  y que estoy bien.  La existencia de alguna forma me ama porque estoy respirando.  Esto es la confirmación de que está bien que esté aquí y que de alguna forma,  puedo ayudar.

Creo que ya entendí la señal del círculo iluminado en el mar esta tarde.



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