jueves, 6 de octubre de 2016

Encuentros

Es mediodía en Costa Rica y el cambio de horario todavía me tiene un poco perdida.

El viaje ha transcurrido viento en popa, con la excepción de que tomamos un tren equivocado. Sin embargo,  pudimos rehacer nuestra ruta rápidamente y llegamos a destino más bien más temprano de lo planeado.

Llegar a este destino tiene raíces de años.  Tuve el gran placer de conocer a mis amigos alemanes en un taller que hice hace tres años en un lugar por aquí cercano.  La conexión y amistad fueron instantáneas y tres años tomó forjar la idea de venir a enseñar de nuevo a Bavaria.

Los campos verdes y el cielo inmenso me dan una sensación de apertura y de paz.  Acabo de regresar de correr al atardecer y aunque está frío la carrera me devuelve una sensación de vitalidad que logra vencer del sueño y el letargo.  No conozco instrumento más acertado para sentirme bien que este cuerpo.  Mover las piernas me devuelve sensaciones de hace años cuando corría y me hace soñar con volver a ese estado meditativo en movimiento.

Mientras corro los rayos del sol iluminan las verdes colinas,  las casitas y la iglesia a los lejos y mi corazón.  Pienso en todos los seres que amo en Costa Rica y su presencia se vuelve clara y limpia como la brisa de otoño.  Ese amor lo canalizo y concentro en mi corazón para mañana compartirlo con decenas de yogis y yoginis que conoceré el fin de semana:  seres amables y dulces,  algunos de ellos que ya he tenido el gusto de conocer.

Dicen que no hay coincidencias en esta vida y que nuestro karma nos lleva a los lugares indicados en el momento indicado.  He tenido el gran gusto y privilegio de compartir estos días con un maestro que siempre he admirado y que de "casualidad" está ahora aquí en Alemania en casa de mis amigos. No hay casualidades y practicar esta mañana en su compañía ha sido uno de los regalos más hermosos que este camino me ha traído.  Su presencia,  calma y humildad sólo me hacen recordar a mi maestro,  el abuelo,  el creador de este linaje que practico y enseño.  Estudió con él por muchos años y aún así siempre le preguntaba su nombre...Esta mañana me dio unos consejos que apreciaré siempre sobre mi práctica actual y a futuro y conversamos sobre temas de la vida,  de Guruji,  de India.

Pasiones compartidas frente a una buena taza de chai.

El día que llegamos nos preparó él mismo un delicioso almuerzo vegetariano.  No hay palabras para describir la sensación de esa comida hecha con tanto amor y esa familiaridad de comer juntos al calor de un horno de barro con un altar lleno de figuritas indias encima.  Afuera el frío hacía de las suyas pero siento que en esa cocina me he sentido segura y amada como nunca.  Los encuentros son creaciones perfectas de la vida y este último me ha llenado el alma de gozo.

Al igual que todos los anteriores...

Me preparo para dormir,  mañana practico muy temprano.  Dicen que los maestros practicamos por nuestros estudiantes y enseñamos para nosotros.  Nada más cierto.  Voy a la cama soñando con el reencuentro con mis chicos grandes en Frankfurt el próximo lunes,  mis pequeños en Costa Rica, cargando pañales, chupetitas y gorritos de bebé para el amado ser que se aproxima en pocos meses a nuestra familia. Contando mis bendiciones y sintiendo los problemas del diario vivir  lejanos desde esta tierra fría y dulce mientras tomo una taza de té rooibos con vainilla y leche de soya y saboreo un chocolate que ya sabe a Navidad.

Desde el país de los bosques y lagos,  dulce anochecer al calor del hogar.


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