domingo, 30 de octubre de 2016

Dar es dar

Lo volví a ver después de muchos años.  Su mirada no había cambiado pero había algo en su energía que no andaba bien.  Lo percibí incluso antes de que me contara que  había estado muy enfermo,  casi al borde de la muerte.

Mi instinto maternal de nuevo me traicionó:  la historia de su vida me desarmó y me puse de nuevo el hábito de la Madre Teresa.

De pronto,  mi vida ya no era mía.  De pronto,  el saludo de la mañana tenía un dejo de tensión- porque la noche podía haber sido una catástrofe.  De pronto,  las conversaciones giraban todas en torno a la enfermedad:  ningún proyecto común,  ningún aliciente ni perspectiva más allá de un día a día pesado,  agobiado,  cargado de miedo y desesperanza.

Sentí un miedo frío en la columna que nunca había sentido una vez que me llamó sintiéndose muy mal.  Corrimos a la farmacia y los segundos corrían sin moverse.  Su angustia entró en mis venas como una intravenosa y desde ahí,  él y sus dolencias se volvieron el high de mis días.

Puedo apreciar ahora esta experiencia hacía atrás con gratitud. porque me dejó un profundo amor por el regalo maravilloso de la salud.  Vi muy de cerca los efectos de la enfermedad física,  no sólo en mí como tangente,  sino en él como sujeto.  Los vi en su familia y los tentáculos del pesimismo amenazaron también la mía.  Sentí el zarpazo de una presencia lúgubre,  presente cada día en una mirada desesperanzada y una actitud derrotista.

Y supe que tenía que decir basta.

Por un rato me sentí culpable,  traidora e ingrata.  Una parte mía,   muy arrogante por cierto,  creía que podía cambiar a alguien de la noche a la mañana y ayudarlo a salir del hueco. Cuán equivocada estaba!  Cuando la enfermedad ataca el cuerpo físico,  ha atacado antes inevitablemente la mente y las emociones.  Y un ser enfermo difícilmente encuentra la energía e iniciativa para cambiar.

Con costos sobrevive,  con costos respira.  El futuro no existe:  sólo un presente a medias.

Armé velas y zarpé de prisa en dirección contraria,  el corazón compungido pero una voz que me decía:

"CORREEEEE.... lo más rápido que puedas,  no veás hacia atrás,  ten fe y sigue el impulso de huir de esta locura..."

Y nunca más volví a verlo.  Supe que tuvo una crisis muy fuerte,  que estuvo hospitalizado y de gravedad.  Pero de alguna forma me sentí liberada de un karma pesado,  imposible de solventar por mis limitadas intenciones terrenales.

Algunos seres vienen a nuestra vida a colmarnos de amor,  a darnos energía,  a arroparnos entre sus brazos.  Esos seres son regalos que todos recibimos con alegría porque nos cargan y llena de optimismo y bienaventuranza.  Otros vienen  en cambio a ofrecernos sus dolores,  sus molestias,   huellas cargadas de dolencias físicas y psíquicas:  esos también son regalos porque nos enseñan el valor de la compasión.  Tengo que decir que mi termómetro de compasión subió enormemente en los últimos meses.  Siempre he sido muy saludable al igual que todos en mi familia gracias a Dios y la palabra enfermedad ha sido prácticamente desconocida para mí.  La enfermedad física afecta a un ser humano en todas sus dimensiones,  altera su forma de ver la vida y de establecer prioridades. Produce un profundo sentido de desvalor y se lleva al traste cualquier plan.  Es algo ante lo cual tenemos pocas posibilidades de control y algo con que todos, como seres humanos vulnerables que somos, podemos contar en el camino.

Mi corazón salió bastante afectado por el asunto.  Mi propia grandiosidad ficticia me decía que yo podía salvarlo de alguna forma...arrogancia impulsiva que tal vez no me trajo los mejores frutos, pero que me abrió los ojos de par en par a la realidad cruda de esta vida.

Y no eso lo que he estado pidiendo sin cesar durante los últimos años?  
Conocer el verdadero significado de esta peripecia corta en este mundo? 

Anhelar descifrar el misterio de este tiempo atrapado entre una inhalación y una exhalación?  

Tengo que decir que esta experiencia rebasó en mucho los límites de mi propia cordura.  Me llevó a momentos muy duros y a la vez, me mostró el poder inmenso de la fe.  Me abrió a la vulnerabilidad de lo que significa estar vivos,  frágiles y vulnerables a cada instante.  Seres mortales viviendo un absurdo existencial que decanta inevitablemente en muerte para todos nosotros.

Tarde o temprano.

Pero ante todo,  me permitió acompañar a alguien que sufría por un rato en el camino.  No que haya sido útil mi presencia para él,  al menos no tanto como lo fue la suya para mí. Una cosa es ver los toros desde la barrera y otra muy distinta estar en la arena con ellos.  Tengo que decir que estoy más sobria,  seria y consciente en este momento de lo que lo estaba hace seis meses.

Definitivamente apreciando cada segundo de este viaje efímero y lista con todo para abrazar el presente con fuerza.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.