martes, 9 de agosto de 2016

Ternura infinita

Hoy me desperté a una ciudad extraña.  Bombardeada de mensajes repletos de miedo y ansiedad.  No me reconocí en este entorno plagado de noticias amarillistas.

No se sentía como mi país.

A veces tomamos por sentadas cosas importantes.  Nosotros los ticos asumimos que la paz es nuestro derecho de vida.  Siempre hemos vivido en ella y la violencia nos es ajena.   Gracias a Dios el Estado de Derecho prevalece y los disturbios son aplacados rápidamente.

Y siento que de nuevo puedo respirar.

La experiencia, sin embargo,  me pone en contacto con esa sensación de no piso,  de miedo insensato. La vida es una experiencia abierta en todo momento.  Es como cuando el escultor o pintor se enfrentan a la roca, al mármol o al lienzo.  Todo puede suceder.  Cada momento de vida nos pone en contacto con el miedo y ese miedo hay que cruzarlo si uno desea vivir de verdad.

Esa ansiedad que subyace.  Que todos nos hemos vuelto expertos en negar,  que nuestra cultura ignora y que en última instancia,  nos impide sentir al 100% todo- sea placentero o doloroso. En épocas de crisis,  como la que sucedió hoy en mi país,  tenemos la opción de la violencia,  de la agresión y del fundamentalismo.

Buenos vs malos.

Pero existe una opción que nos invita a ir al centro de ese miedo,  a no huirle más.  A hacernos uno con él y a encontrar su raíz.

Uno de mis maestros hablaba de correr HACIA el miedo en vez de huir de él.  Sino estamos repitiendo nuestra neurosis de turno para no sentir: internet,  música,  comida, licor,  drogas, relaciones vacías,  sexo indiscriminado.  Superficialidad:  cómo nos vemos,  cómo se ven los demás, tienen más o menos arrugas,  más o menos estrías.  Qué significa eso,  cómo lo interpretamos.  Nos van a amar más si somos físicamente perfectos?  No es más bien un intento vacío de esconder lo que nos duele?  Cuál es nuestra talla de bra,  cuánto más plata podemos acumular hoy en la cuenta. Cuánto más fama y prestigio, etc, etc, etc...

Bla bla bla.

Seguimos la neurosis y ahora la cambiamos de cosas a actitudes:  culpar a otros de nuestras desventuras e irresponsabilidades,  hablar mal de otros,  mentir.  Agredimos inconscientemente en un afán vacuo de sentirnos menos mal con esa ansiedad perenne y tal vez la alivia por un rato---pero no desaparece.

En el fondo de esa ansiedad y ese miedo hay un tesoro que se llama ternura.  Es un lugar suave y muy tierno,  pequeño y escondido.  Duele.  Está por debajo de nuestras historias y justificaciones,  debajo de nuestros métodos de compensación en más absurdos existenciales.  Es un lugar visitado muy poco, y por muy poca gente:  sólo los guerreros espirituales se aventuran más allá de lo cómodo.  Sólo los que ya estamos hartos de la adicción a la superficialidad nos aventuramos a ese lugar oscuro con la esperanza de dejar de sufrir huyendo de eso que nos persigue constantemente.

Lánzate.
Sonríele.
Enfréntalo.

Tierno,  vulnerable:  debe ser experimentado. El proceso de estar con nosotros mismos en ese lugar, de estar abiertos a todo lo que es la vida- no sólo el placer.  De ahí es que viene una confianza nueva, de ahí superamos ese aferrarse del ego vs la tristeza genuina de estar en un lugar tan amenazante como es esta vida impredecible y no volvernos locos.

Qué hacer cuándo viene el pánico?

Vernos abiertamente como somos,  con amor,  sin dudas y con alegría.  Somos seres valientes todos ya de por sí:  el simple hecho de seguir vivos lo dice.  La fuerza que requiere el día tras día en este mundo con todos sus bemoles e inseguridades lo demandan.

Tierno,  profundo,  adolorido...sí.
Durmiente y sabio nos espera.

Sólo a algunos,  es cierto.
Sólo a algunos.





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