miércoles, 17 de agosto de 2016

Aleppo

Esta va para los buscadores,  para los que no nos conformamos con tener resueltas nuestras necesidades básicas sino que vamos más allá de lo que satisface al ser humano común y corriente.

El mito de la felicidad.

Algunos de nosotros nacemos con un gusanito que nos atormenta por toda la vida.  Ese gusanito nos pide desde muy pequeños entender:  entender de qué se trata esta aventura efímera llamada vida y para qué nacemos.  Otros ( y tengo que confesar que a veces los envidio),  buscan la elusiva "felicidad"- que no son más que momentos fugaces que pasan como relámpagos.

Nada perdura en este plano y he comprendido que aferrarme a lo pasajero equivale a dormir con un dragón: nunca sabe uno en qué momento te va a quemar.

Así que,  gracias a mis maestros,  he comprendido que hay algo más que la búsqueda fatua de momentos Kodak.  Ya no existen las cámaras de antes,  pero igual la vida no puede ser una colección de imágenes de álbum.  La vida es una experiencia dolorosa ya de por sí:  estar en estos cuerpos implica una dosis de incomodidad diaria con sus vaivenes de emociones,  las interacciones con otros cuerpos y la necesidad de alimentarlos y cobijarlos.  Durante mucho tiempo me resistí a gastar tanto tiempo e invertir tantos recursos en esta casa de alquiler.  Como cuando alguien se hace mil y una cirugías plásticas anhelando agradar a otro cuerpo o invierte gran parte de su energía en cuidar cosas.

Me ha parecido siempre una pérdida de tiempo.

Aprender a convivir con cuerpos que piensan y actúan de formas ambiguas e incoherentes también es un reto diario.  La desconexión interna de tantas almas con su realidad inmediata crea caos constantemente:  lo veo cada vez que me monto en mi carro y recorro las calles de mi ciudad,  lo veo en relaciones cercanas y lo veo por supuesto en mí misma.  Cuántas veces sucumbo a ideas de futuro que sólo me riegan las bilis o me anticipo a situaciones que no han sucedido y las vivo como si ya estuvieran aquí. Estas mentes incorporadas a estos cuerpos son a veces un atentado.  Hay que estar muy despierto para que no nos lleven en banda.

Además de todas estas variables internas,  no hay duda de que estamos viviendo tiempos convulsos.  Si ya antes teníamos todos con lidiar con la inconsciencia personal y en nuestras relaciones,  hoy además tenemos temas globales que nos están explotando en la cara y que no parecen mejorar sino todo lo contrario.  Siendo la Tierra un organismo que flota en el espacio y nuestro hogar este planeta no tenemos adónde ir.  No podemos escapar a otros planetas en naves espaciales:  we are stuck.  Todo lo que sucede en Aleppo sucede también en San José.  La última explosión de un vagón de tren en Europa a manos de un suizo de 18 años la siento como si me hubiera explotado en la cara.  Los temas internos de muchas generaciones se están resolviendo, no tengo la menor duda,  pero a diario siento como si caminara en un campo minado.

No hay lugar que no implique peligro y destrucción.

A menos de dos semanas de iniciar un viaje profundo con varios guerreros y guerreras en mi estudio, me pregunto cuántos de ellos saben lo importante de ir profundo en estos tiempos convulsos.  Nuestra realidad es 100% creación de nuestras mentes,  es tanto su poder e impacto en nuestras vidas.  La única herramienta que tenemos los seres humanos para mitigar esta matazón mundial son nuestras consciencias.  Consciencias despiertas que entiendan de una vez por todas que esta vida no se trata sólo de nosotros.  Cada vez que meditamos y elevamos nuestra consciencia ayudamos a alguien al otro lado del mundo en su quimera diaria:  sea recoger el cuerpo sin vida de un ser querido, salvar a un ser necesitado o simplemente no perder su fe a pesar del hambre y la destrucción.

Quiero creer que a pesar de lo duro y difícil que está siendo para todos nosotros,  este mínimo porcentaje de almas que estamos luchando duramente por sostener un estado de consciencia despierto,  quiero creer que lo estamos logrando.  Es tanto el poder de nuestros espíritus que podemos manifestar lo que queramos.  Yo sueño con un mundo verde,  lleno de oxígeno puro,  pleno de bosques y ríos limpios.  Sueño con tribus y familias que se apoyen y se impulsen a ser cada vez más reales y que no escondan sus heridas tras compensaciones inútiles.  Sueño con seres que no se conformen con tener el último app o el último aparato electrónico si no saben cómo usarlo para difundir un mensaje que tenga sentido en estos tiempos de cambio.  Sueño con artistas y emprendedores audaces que no teman salirse de la media e ir más de su zona de cónfort para dar un mensajes de peso al mundo que nos inspire a todos los demás.

Y qué más que empezar por mí misma.

Hoy tengo el cierre de una etapa de preparación en mi vida para una misión difícil.  Es una misión en un país lejano. Han sido seis meses de estudio,  de conocer gente valiente que lucha para que mi país se posicione como un ejemplo y núcleo de paz y consciencia en el mundo entero.  Admiro a estos seres que por muchos años han ido a la vanguardia del mensaje costarricense de paz:  un mensaje de un país pequeño que no se da por vencido.  El mensaje del desarme en un mundo de soldados y armas,  de la paz en un mundo de guerra.  Costa Rica es pequeña en tamaño pero inmensa en energía y vitalidad. Es el núcleo de la biodiversidad del planeta en la península de Osa y cuna de miles de especies que habitan la Tierra.

Soy costarricense por un karma espléndido y sé que mi país es una carta de presentación muy honorable y sagrada.

Así que hoy,  17 de agosto,  hoy se definen acciones futuras y se cierran ciclos para mí en mi querido país.  Hoy por hoy sé que he sembrado una semilla en mucha gente y veo en su mayoría frutos para el futuro.  Incluso en aquellos que me llenan de dudas a causa de sus acciones desconectadas:  también esos han escuchado el mensaje y es mi fe que lo podrán traducir a acciones conscientes en algún momento de sus vidas.

Sé que nuestro paso por esta vida es muy rápida y que la única acción coherente es amarnos y ayudarnos los unos a los otros.  Desde la plataforma que nos toque:  nuestras familias a muchos,  la política a otros,  el mat de yoga o desde un jardín,  una playa,  un templo.  No importa el lugar,  los que sabemos que la verdad existe y que la luz rige la vida siempre tendremos un lugar dónde guarecernos de las tempestades de nuestras propias mentes.

Y ese lugar es invisible a los ojos.




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