martes, 12 de abril de 2016

Las estrellas brillan

Parto el jueves a un campo de batalla.

Mi libro del Bhagavad Gita habla de uno así en India:  todavía existe y cuando uno va en los trenes los pasajeros se levantan y señalan un campo abierto,  lugar mítico donde alguna vez hace muchos años primos consanguíneos, maestros y discípulos,  compañeros de juegos y de vida se dieron cita con la muerte.

La batalla fue sangrienta.  

Los defensores del caos,  más bien del nihilismo descarnado,  sólo deseaban destrucción.   Los héroes de la historia se vieron a palitos para ganar la batalla -primero en sus mentes y corazones y no hacer caso a la diferencia numérica que por mucho los superaba.  El enemigo quería terminar con toda la vida en el planeta:  los cinco super héroes tenían que degollarlos bajo pena de ver todo lo que amaban destrozado.

La vida a veces nos pide que cortemos cabezas despiadadamente.  Son pocas las veces en mi vida que he tenido la certeza que alguien se está interponiendo en el camino de lo que amo y defiendo.  Como cuando Gandhi hablaba de dispararle al ladrón que invadía su casa y atacaba a su familia.  A pesar de ser el paladín número uno del principio de la no violencia y así fue como logró que Inglaterra terminara sus más de cien años de imperialismo en India,   sabía que no se iba a quedar cruzado de brazos ante la injusticia.

Ni la mentira.
Ni la maldad.

Quiénes tenemos un propósito vital sabemos que no es fácil avanzar en el camino.  Las fuerzas invisibles que habitan este mundo terrenal tienden a la inercia,  a la estafa,  al robo de ideas,  de propuestas,  de principios.  La mentira amenaza con llevarse entre las piernas lo que amamos y en mi caso personal,  amo inexorablemente a todos aquellos que se acercan con fe y humildad a lo que enseño.

He tenido en mi cátedra todo tipo de experiencias con la gente: algunas muy bellas,  otras fatales.  He topado con todos los modelos de egos,  más de los que podría imaginar que existen.  Algunos,  los más peligrosos:  los aduladores.  Otros,  no por eso menos:  las mosquitas muertas.

También he topado con gente valiente,  héroes personales de quiénes siempre atesoraré recuerdos que me inspiran. Y he también conocido muchos farsantes,  wannabes payasos y muchos muchos imitadores.

Este viaje que escogí hacer,  ahora convertido en batalla aún sin haber puesto un pie en esa tierra,  no es tan obvio a la vista común.  Mis maestros lidiaron y lidian actualmente con un sinnúmero de fuerzas invisibles que intentan impedir el despertar.  Sé ahora con la experiencia de los años que son reales y muy peligrosas.  Se apoderan de aquellos que todavía no están sólidos en el camino,  que practican de la boca para afuera pero que todavía no han comprendido el nivel de rendición que pide el camino espiritual.  Quieren conservar sus personalidades;  quieren seguir agradando a los demás, manteniendo una fachada "relajada y  elevada "  que grotescamente  cae con el primer viento fuerte.   Este viaje ha traído un huracán que prueba el deseo por la verdad de todos, incluyéndome por supuesto.  Arrasó con todo los falso y nos ha dejado un hermoso terreno descampado,  libre de parásitos y listo para la faena.

Hace rato que hubiera tirado la toalla sino es porque sé que me espera un grupo valioso de yogis.

Y su presencia y devoción valen todo para mí.

Parto incómoda,  dolida,  sorprendida ante la saña oscura que se mete por rendijas que nunca sospeché y hace actuar a seres que aprecio de maneras incomprensibles.  Parto al mismo tiempo decidida a empuñar mi espada,  respaldada por mis queridos maestros en quiénes confío y por el Jefe que la dirige.  Parto además acompañada de mi ángel guardián, mi guardaespaldas espiritual, amoroso ser que me cubre con su manto de bondad,  mi hijo Ariel.  Y parto ante todo llena de entusiasmo por el despertar de quiénes con amor y dedicación han decidido abrir sus corazones,  a pesar de los miedos y los obstáculos y el caos que ya reina al otro lado de la frontera.


Quiénes se amotinan lo hacen contra su propio corazón y todavía no lo pueden ver.  No hay "otros" en esta vida,  decía el gran sabio indio Ramana Maharshi.  Todo lo que hacemos nos lo hacemos a nosotros mismos.

En este camino hay muchas ganancias, pero las más valiosas son las que no se ven con los ojos.  Las que perduran por el resto de nuestras vidas.  He guiado grupos en todo el mundo y sé que las presencias de gente de gran envergadura interior me acompañan.  Sus ejemplos de vida,  más que sus posturas en el mat,  me han enseñado todo lo que es un yogi:  un ser dispuesto a servir y no a servirse,  un ser humano excepcional que actúa con discernimiento y certeza a pesar del miedo y no se vende al primer postor.

Aquellos que están listos a dar la batalla conmigo:  gracias.
Aquellos que salieron huyendo:  gracias también.

Muchas veces es necesaria la oscuridad para realizar el gran regalo que tenemos de poder ver, aunque sea de vez en cuando,  las verdaderas estrellas brillar con fuerza y fulgor infinitos.






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