martes, 26 de abril de 2016

CLICK

Ser maestro,  estoy aprendiendo,  es un riesgo a muchos niveles.

Por una cuestión ética,  aceptamos a todo el que viene, independientemente de su credo,  de su orientación sexual,  de su condición económica y de su estado mental.

Al inicio,  todos son dulces y amables.  Tienen bien puestas sus máscaras.  Sin embargo,  el método que enseño se trae abajo todo.  Es mágico.  El encuentro con el yoga sólo puede suceder si estamos dispuestos a dejar que lo falso caiga y tener un momento de verdadera honestidad con nosotros mismos.

Es difícil.  Para algunos imposible.

Yo misma he tenido muchos de esos momentos con mis maestros y especialmente con mi Guru.  Es como si el maestro tuviera rayos x para ver más profundo adónde estamos pegados,  adónde queremos figurar,  cómo compensamos nuestros dolores y qué nos separa de la Luz.

Gracias a Dios he topado con maestros tan sabios e implacables que me han ofrecido su consejo,  a veces de formas muy crudas.  Mis maestros no se andan por las ramas:  son seres genuinos, auténticos y no están dispuestos a venderse por nada.  Tampoco escuchan amenazas y menos refunfuños.  Se dedican a gente seria y los que no están así de serios se van quedando en el camino.

Ahora en Panamá tuve un revés muy duro para mí personalmente con alguien que consideraba una persona cercana,  no sólo al método sino a mi familia incluso.  El estudiante a veces enfrenta dentro de sí lugares llenos de miedo e impotencia y pocos tienen las agallas de asumir sus propias heridas y lo que hacen es proyectarlas en el maestro.  Por eso decimos que los maestros llevamos muchas cicatrices...

Los que sufren muerden.

De estos mordiscos he aprendido.  Algunos todavía me sangran.  Como el de esa otra estudiante que hasta pan me llevaba,  jugaba con mis niños...y cuando le dije muy sinceramente que su práctica de asana acrobática no era suficiente para ir a ver a mi maestro a India-  (le faltaba mucha, mucha devoción), hizo mil reveses como una cobra enfurecida.  Ni por todo el pan del mundo la habría yo enviado a mi maestro sin estar preparada. Yo soy no sólo representante suya en América Latina y el mundo sino que también ahora tengo la responsabilidad de formar por dos meses ( poco tiempo de hecho)  a los que desean ir a practicar con él a India.

Soy su filtro y ella todavía no llenaba el requisito.
Le faltaba corazón.

Hay muchos motivos por los cuales la gente hace práctica espiritual.  Me doy cuenta que algunos que llegan por una rodilla mala o una espalda adolorida son los que más me sorprenden.  Llegan sin expectativas pero con la actitud correcta.

Llegan dispuestos a escuchar.

Me encanta enseñar a principiantes.  Pero los estudiantes intermedios (esos que creen que ya "saben", incluso que saben MAS que el maestro),  esos son los más difíciles.  Si el maestro les dice algo contrario a lo que quieren escuchar,  si les llama la atención se molestan,  se resienten (esto último es muy tico).  Sólo quieren escuchar flores y así uno no crece.  Mi maestro es muy parco en sus palabras y he aprendido a amarlo y respetarlo como es.  He aprendido también a agradecer su ayuda que a veces ha llegado a través de un grito en público o un regaño:  como una espada,  como una flecha que me penetra el punto ciego y me tira al piso.

Pero confío en él.  Y sé que me quiere ayudar.
Y siempre regreso.

La estudiante del pan y la estudiante de Panamá son dos casos aislados que se conectan entre sí. Las dos necesitaban otra maestra.  La conexión maestro-estudiante se hace desde el corazón y los dos corazones tienen que estar dispuestos a ir profundo y a soltar proyecciones y expectativas mutuas. Mis estudiantes más queridos son aquellos que hacen el esfuerzo por escuchar- no que sea fácil,  yo misma lo sé por experiencia.

Pero de qué sirve que alguien haga paradas de manos espectaculares sin son manipuladores profesionales? 

De qué que hagan toda la serie completa si no pueden mover un dedo sin permiso de su pareja?  


He tocado botones dolorosos.   Cada uno de nosotros decide qué hacer con esta información.  Muchos lo siguen tapando,  echando chispas hacia fuera en vez de ir hacia adentro donde están todas las respuestas. Lo que sí sé es que ahora en Panamá constaté una vez más que el llamado es profundo del alma.  Los encuentros no son casuales.

Las conexiones espirituales no se hacen con todo el mundo.   Se hacen con los que SON.

Y los maestros tenemos que estar muy atentos a los vampiros energéticos.  Mucha gente se acerca a un maestro porque siente que no pueden solos.  He ahí nuestra vocación: así tiene que ser al inicio. Pero al igual que he sido testigo de cómo mis siete pollitos han aprendido a caminar,  como maestra deseo que mis estudiantes vuelen.  No voy a fomentar relaciones empalagosas,  ni ilusorias ni codependientes. Demasiada adulación ya la veo como una señal sospechosa.

Igual es Sharath.  Uno habla con él y es directo al grano.
Yo también voy al grano.

Dios me ha dado un talento y estoy compartiéndolo con aquellos que sintamos ese hilo de confianza entre nosotros.  A veces el hilo dura muchos años,  a veces poco.  Siempre queda un cariño,  una conexión.  Con los que muerden,  también.  Son los que más necesitan luz y perdón.

Agradezco a todo aquel que haya en algún momento puesto sus pies en Namasté.  Como Namasté no es un lugar físico,  esto incluye a todos mis estudiantes en Argentina,  Perú,  Bolivia, Venezuela, Colombia, Panamá,  Costa Rica,  Nicaragua,  Guatemala,  El Salvador,  México,  Estados Unidos,  Japón, Holanda,  Francia,  España,  Portugal, Irlanda, Italia,  Israel,  Líbano,  Argelia,  Alemania,  Suecia y perdón si olvido algún país.  El mundo es uno.  Todos somos uno.  Si alguien está viviendo una separación es porque todavía no ha abierto las persianas.  Es porque todavía necesita ir profundo y perdonarse y así su percepción de todo cambiará.

Ese ser necesita practicar.  Y no practicar con maestros que le digan que qué bella es su asana,  o su foto, o su cuerpo.  O que se vaya a India prematuramente para escapar de una realidad inmediata que no le gusta.  El yoga no es un escape ni una vacación.  Ese ser necesita alguien con la suficiente compasión e interés de decirle las verdades,  de sacudirle el piso para que DESPIERTE.

Porque la única realidad es el Amor y todo lo demás falsas percepciones.

Por esos estudiantes enojados,  resentidos,  llenos de ira,  de enojo:  tal vez mi labor fue señalarles adónde estaban pegados.  Y aunque no sigan su proceso conmigo:  no se dén nunca por vencidos. Habrá alguien en el camino con quién hagan click:  y ese CLICK con el maestro no tiene precio.  Es lo más valioso que yo misma he encontrado en el mío y no lo cambiaría por nada...

aunque en el momento de la realización haya pensando en abandonar.

Las máscaras tienen que caer,  una por una.  Y es sólo tarea de gente muy valiente acuerpados por Titanes.  Yo tengo un par detrás y por eso me considero inmensamente privilegiada.  Sólo así  es posible romper en este mundo las cadenas de la Ilusión,  el Maya,  el Samsara Hala Hala.

Así que lo que ES no se fuerza:  simplemente ES.  Escogemos a nuestro maestro desde nuestro corazón... y si estamos listos para escuchar,  es tan obvio como un amanecer.




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