lunes, 28 de marzo de 2016

Somos Uno

He vivido en el último mes dos experiencias que me han confirmado al mil por mil que somos una sola energía presente en muchos cuerpos distintos. Una cosa es el concepto y las palabras y otro comprender dentro del corazón que lo que le sucede a otro ser nos sucede a cada uno de nosotros.

Tengo una amiga que sigue viva en todos los sentidos para mí.  Su cuerpo físico no funcionaba más pero su alma está tan vibrante y conectada como siempre.  Hay un muchacho, amigo cercano de mi propio hijo,  quien también surca el cielo con alegría y velocidad en estos momentos,  con menos peso y toda la libertad.  Sus presencias han conmovido mi vida y la de muchos en los últimos días y su misión era clara:  abrirnos a todos los ojos.

El amor en este plano de consciencia es tan difícil de aprehender.  Creemos que amar es aferrarnos al ser amado hasta asfixiarlo,  incluyendo padres, hermanos,  parejas e hijos.  Como si tuviéramos derecho sobre ellos. Cada uno de nosotros es un ser de luz y las construcciones familiares parte también de este condicionamiento.  Mal enfocadas nos aprisionan y aprisionan a aquellos que supuestamente "amamos".  Bien enfocadas son una tribu incondicional.  Somos almas todos en camino que encarnamos cercanos a seres que nos ayudan a evolucionar,  a veces de formas sumamente dolorosas que no comprendemos en el momento,  pero que después tienen todo el sentido.

Las almas cercanas son espejos potentes si escogemos dejar nuestra identificación con lo falso e indagar más profundo.  Son aliados,  nunca enemigos,  a menos que decidamos defender la identidad falsa e insistir en sostenerla.

Ir más profundo que la identidad que todos hemos luchado y trabajado tanto por construir parece una contradicción.  Soltar el condicionamiento es la labor más absurda para el ego y se siente como derrumbar una casa que hemos construido con mucho miedo y deseo de encontrar un lugar seguro en este mundo tan áspero a veces.  Pero esa casa tiene que irse,  tiene que caer y desmoronarse.  Algunos seres vienen a este mundo a ayudarnos con esta difícil labor:  algunos son muy contundentes y sus acciones nos desgarran el alma.  Y eso nos ayuda a despertar a la única realidad posible:  que somos algo inefable,  eterno y parte de algo más grande que nunca muere.

Nunca necesitamos la casa.

Tengo siete hermosos y amorosos hijos y cada uno de ellos es un ángel en mi vida desde que los concebí.  No puedo imaginar mi vida sin sus presencias.  Pero sé también que son seres autónomos con caminos propios,  almas fuertes y destinos desconocidos,  incluso para mí siendo su madre.  Su ausencia sería inconsolable pero tengo una fe profunda e inquebrantable en la energía que los creó, que los formó en las entrañas de mi cuerpo y me los ha prestado por todos estos años.  Esa energía sabe qué hacer con sus vidas.  Sé que todas las madres costarricenses sentimos en este momento una herida en el corazón:  un muchacho como los nuestros,  un ser de luz,  un joven sano y jovial, inteligente y sensible,  amoroso,  ha salido de este plano abruptamente.  Todo estaba escrito y cuesta mucho entender el sinsentido.   Pero su paso en esta tierra nos ha dejado una lección importante a todos,  al igual que mi amiga:  somos afortunados de este pasaje vital,  dure lo que dure.  Es una oportunidad única de compartirnos desde lo más importante, desde quién somos en verdad.  Ir más allá de todo lo que nos dice que somos seres individuales,  separados.

Somos la energía del Amor en muchos cuerpos por un tiempo limitado en esta tierra.  

Al igual que Denise y Alejo:  que nuestro paso por esta vida sea un paso amoroso y amable.  Que dejemos una huella de consciencia y de plenitud,  no importa lo sucedido a nivel físico.  El cuerpo es apenas una capa superficial de todo el poder de un ser humano.  Somos cada uno de nosotros herederos de una responsabilidad con ellos:  no seguir negando nuestra conexión,  nuestra hermandad.

Afianzarla,  transmitirla, compartirla y crearla cada día con valentía y confianza,  a pesar del dolor.

Todos son hijos nuestros,  todos somos hermanos.  Sólo sabemos una cosa con seguridad en esta vida y esa es que vamos a tener que despedirnos muchas veces.  Ojalá que cada despedida sea un chance para recordar lo verdaderamente importante.  No lo urgente.  Hoy es lunes después de semana santa y todos estamos llenos de logísticas atrasadas.   Pero hoy es día de rezar,  de intentar perdonar desde lo más profundo de nuestro corazón la locura,  la oscuridad y la inconsciencia.  Y de enviar mucho amor a todos los seres,  en todos los planos,  que están tan presentes como en vida y ahora libres de comprender su paso por esta tierra.

A todos los que amamos,  vivos o muertos,  con profunda gratitud por enseñarnos tanto.




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