domingo, 20 de marzo de 2016

Carbunclos

El mar me recibe como siempre:  con sus caricias,  besos y espuma.  La arena fina llena de conchitas y erizos reconoce mis pies.

Qué fácil es soltar aquí el peso de la ciudad,  el estrés del tráfico y las mil y un vueltas que parecen consumir mi vida citadina.  Una vez que estoy aquí siento que nunca me fui. Y es que todo mi ser se ha acostumbrado en los últimos años a este bello Caribe,  pleno de luciérnagas y chicharras al atardecer,  suave en su oleaje y masivo en su exhuberancia y verdor.

Sólo respirar este aire es ya una terapia profunda.  Sumada al gran placer de su océano,  la delicia de su brisa y ese legítimo rice and beans que acabamos de cenar.

Mientras escribo,  Gael duerme a mi lado.  Jugó como nunca con sus hermanos mayores:  es una semana bastante especial para todos nosotros.  La familia está unida,  varios de ellos viajaron desde lejos para esta confluencia.   Los ojitos de los más pequeños no se despegan de sus hermanos mayores,  emblema para ellos de la fuerza,  potencia y solidez de machos más formados.  Los aturden con sus juegos y risas hasta el punto de fatiga muscular y yo sólo me maravillo de pensar que estos seis maravillosos muchachos llegaron a esta tierra a través mío.

Al igual que este frondoso Caribe,  mis hijos son cada uno de ellos un especímen exótico.  No son muchachos normales ni aspiran a serlo,  gracias a Dios.  A pesar de estar educados en el sistema son por naturaleza exiliados de él sin quererlo.  Tienen todos padres y madre bastante sui generis.  No en vano los tres hemos recorrido mucho camino en cuestiones del alma-  sin que por ello pensemos que nuestra labor está terminada ni mucho menos.  Creo que mis dos ex esposos y yo coincidimos en que nuestros retoños son nuestros mejores maestros y que es gracias a ellos que hemos podido entender nuestra búsqueda.

Faltó mi niña al paseo pero  entiendo su deseo de quedarse en el silencio de la finca adentrada en su propia introspección.   Falta pero está muy presente porque es inevitable punto de referencia diario para todos nosotros.  El alfa y el omega no pueden sobrevivir el uno sin el otro y en una familia de seis hombres y una mujer,  la polaridad es necesaria y esencial.

Termino un día intenso a nivel personal acunada por los sonidos de la selva antes de dormir.  Estoy a las puertas de decisiones importante en mi vida y estando todos juntos siento el apoyo energético y deseo de continuar con fuerza y determinación.  Fue una semana difícil y me sentí flaquear algunos días.  Pero estoy en el mar que amo con la gente que amo,   rodeada de la belleza salvaje de mi país que me abraza de mil formas.  Mi cuerpo y alma están sedientos de esta semana de sol, cielo,  nubes, mar, risas escandalosas,  baile,  juegos y comidas juntos.  Mi corazón pleno.  No necesito nada más en esta vida y todo lo que me traiga está de más,  sin prisas ni tensiones.  Hay una calma muy hermosa que llega al corazón de una mujer cuando ve a su progenie encaminada en buenas lides,  con fe y entusiasmo por esta aventura llamada vida y exhudando pasión e intensidad.

Siguiendo sus corazones.

El sistema nos obliga a usar máscaras,  a ponernos encima trajes y roles a veces tan trillados y pesados.  Así fue también la primera tarde de mi vida.  Pero hoy soy tan feliz en la profundidad de la selva costarricense,  rodeada de lucecitas en las copas de los árboles que llamamos carbunclos, cantos de pájaros y monos y abajo otro montón de luces,  mientras la guitarra de uno de ellos ameniza la noche.  Los pequeños ya duermen y la casa está en paz.

La vida dulcemente me acuna, aquí en este Caribe costarricense.

El lugar más bello del mundo.


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