viernes, 31 de octubre de 2014

De traiciones y otros dramas

El camino espiritual consiste básicamente en no detenerse.  No importa las veces que uno quiera tirar la toalla.  Consiste en aferrarse con pasión y fuerza a los maestros que sentimos guías.  Y por supuesto,  evitar en la medida de lo posible caer en las garras de la oscuridad.

No es tarea fácil por cuanto la oscuridad sabe exactamente cómo engañarnos.  En mi caso,  he pasado mi vida buscando verdad y se me ha escondido tras falsos maestros.  Ya he tenido varias experiencias muy tristes y dolorosas y las recuerdo como una señal de que Dios está cerca cuidándome y protegiéndome.  Se lleva lo que no necesito y me deja lo que sí.  Siento una gran confianza en que mi camino está siendo guiado y que no tengo que preocuparme de nada.  Aunque las acciones ajenas a veces me dejen con la boca abierta.

Todos estamos siempre sujetos a esta dualidad en este plano de mortalidad.  Incluso los mismos maestros son humanos,  influenciables,  con preferencias,  con desatinos.  Todos los seres humanos tenemos esa mezcla y estoy aprendiendo a aceptarla en mí misma y por tanto,  en los demás.  Pero todavía no he descubierto cómo no llorar de tristeza al comprender que,  una vez más,  me he equivocado.  He visto mi propia luz proyectada allá afuera y he perdido tiempo valioso.  Todo  parte de una enseñanza más profunda: eventualmente incluso el camino y el maestro hay que rendirlo.  Así que todos estos dramas y traiciones los veo como un entrenamiento para ese momento en que todo tenga que irse.  No sin lágrimas y mucha desilusión en mi corazón,  tengo que confesar.

Le pido a Dios que me ayude a perdonar de corazón a mis detractores.  Mi sexto sentido siempre me ha dado la alarma cuando algo no está bien:  siento aversión hacia ciertas personas,  casi intuitiva y luego resulta que precisamente ellas son las que salen con el domingo siete.  Pero una parte mía quiere creer.  Quiere pensar lo mejor de los demás.  Quiere sentir que estoy equivocada.  A esa parte todavía no logro acallarla.  Y vuelvo a intentarlo.

Hasta que ya no más.

Esto aplica no sólo a mi vida espiritual sino también a mis relaciones.  Uno da hasta que siente que el dar es absurdo.  Que uno está perdiendo el tiempo en el lugar equivocado.  Y en vez de lamentarme de mi suerte,  decido enfocarme en el maestro que con su ejemplo me muestra las cualidades que amo:  fuerza interior,  determinación,  coraje, humildad y capacidad de tomar acción.  Mi maestro es un ejemplo vivo de todo esto,  aunque sean otros las que las nombran y lastimosamente no las viven.

Cada cualidad es un reto y veo hacia adentro cómo puedo ser yo canal de alguna de ellas al menos.  En estos momentos,  pido mucha determinación.  Uno tiene que amarrarse las enaguas cuando siente que tiene que apartarse de algo o de alguien.  Vienen todas las memorias,  los recuerdos,  la añoranza....y en la otra mano,  la certeza interna de estar mal apuntado.  Desapegarse sin anestesia cuesta.  Pero mayor pérdida es continuar dando tumbos en lugares en que no crecemos.  En que se nos usa.  Y es mi decisión en este momento decir no más.

No más.

Mañana es un día hermoso.  Viene mucha gente al estudio por primera vez.  Me voy a la cama agradeciendo las fuerzas a mi alrededor que me permiten ver- aunque sea un poquito.  Que me aman lo suficiente para quitar de mi camino aquello que me atrasa y confunde.   Y me entregan la visión y la capacidad de aceptar que todo está ya escrito en mi camino.  Sólo tengo que fluir y moverme con suavidad como el sauce.

Y al igual que el sauce,  afianzar mis raíces para que cualquier viento no me bote.  Porque crezco unida a la sombra de quiénes creo y respeto y su influencia no es en vano.

Robles sabios que me cubren con su sombra.

Y a su sombra,  no tengo nada que temer.


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