martes, 14 de octubre de 2014

Arráncame la vida

El próximo domingo son seis meses desde la hecatombe.

Me parece mentira que ya pasó medio año desde que mi mundo se derrumbó. Todo lo conocido,  lo que creía mío:  de un día para otro se volvió una pesadilla,  un caos,  un dolor perenne.

Han pasado seis meses y veo para atrás,  aquí desde una hermosísima casa en Los Angeles,  rodeada de bambú y muchos celajes rosas y naranjas y después de estar en una deliciosa piscina caliente por más de una hora.  Mis músculos adoloridos agradecen el calor.  Mi práctica de yoga más vibrante que nunca.  Mi maestra una de las grandes.  Mi mente en un estado de calma y gratitud que no conocía.  Mi corazón abierto como una flor.

Si me hubieran dicho que seis meses después de la bomba me iba a sentir tan bien, no lo hubiera creído.
Definitivamente,  el yoga nos puede arruinar la vida.  Lo hizo con la mía.  Se llevó un puño de miedos que cargaba desde siempre.    Y tengo que decir que, a pesar de todo el dolor, ha sido la lección de amor más grande que he recibido.

 Dios tiene una forma muy sabia de sacudirle a uno los apegos.  

Cuando tenía mis apegos,  mi vida se sentía muy limitada y pequeña.  Constantemente me estaba preocupando cuándo iba a perderlos,  qué tenía que hacer para retenerlos.  Cuando todo se cae- y no que fuera elección mía pero así fue,  dice Osho que uno tiene simplemente que relajarse y dejar que todo se caiga.  Y lo que queda es lo que realmente es de uno.

Lo demás nunca lo fue.

Me siento llena de amor, plena en mi práctica,  rodeada de pocos pero excelentes amigos incondicionales.  Siento mi corazón abierto,  lista para dar lo mejor que tengo.  Dispuesta hasta el infinito a no darme por vencida.  Siento que la perfección de estos últimos seis meses no tiene parangón en mi vida.  No pudo ser más perfecto.  No pude haberlo imaginado nunca.

Quisiera poder anticipar qué viene.  Sólo sé que estoy en un momento lleno de potencial y posibilidades.  No sé que viene y estoy cómoda con eso.  No estoy moviéndome,  sólo lista para recibir lo que sea que Dios tiene para mí.  Se llevó muchos de mis miedos en este vendaval y estoy tan agradecida.  Vivir con miedo nos pone tensos: vivía en una contante rigidez interna y ahora me siento tan flojita,  por dentro y por fuera.  Todos mis dolores físicos se fueron. Mi cuerpo me habla ahora en sensaciones llenas de éxtasis y fuerza.  Posturas nuevas están llegando sin buscarlas.  La intención se vislumbra clara y la devoción se intensifica.  No hay mejor medicina para el buscador espiritual que la pérdida. Porque ahí es donde uno se da cuenta de que no necesita nada más que la conexión con Dios.  Y eso me ha dado una libertad inmensa,  desconocida para mí hasta este año providencial.

Estoy lista para compartir desde mis profundidades.  No puedo conformarme.  No puedo decir sí cuando siento un no.  No puedo fingir.  Sólo quiero honrar el estado de mi verdad más completa desde esta ciudad de Angeles.  Mi ciudad Meca después de Mysore.  Mientras espero la confirmación de mi escuela en India,  comprendo que mi India está dentro mío en cada instante de mi vida.  Que no necesito cruzar los océanos para encontrarla.  Y eso vale todo para mí.

Anochece en LA.  Después de un delicioso pad thai acompañado de una copa de vino tinto,  me siento a escribir con el alma a flor de piel.  Los grillos cantan,  a lo lejos el tráfico de la ciudad se escucha en el valle.  Todo fluye dentro de mí.  Sin anticipar nada,  sin recrear nada.  Una fe sólida que ha llegado desde la más profunda tristeza y desengaño.  Todo se equilibra.  Todo está donde tiene que ser.

El frío de la noche me invita a buscar abrigo.  Pienso en mis seres amados en Costa Rica y mi corazón se pone cálido.  A pesar de todo, el Amor siempre prevalece.  Por más que se pisotee,  que se vapulee,  que se insulte.  Por más que te arranque la vida,  el amor continúa.

Los que seamos valientes para aceptarlo,  Dios nos manda la fuerza.  Más allá de nuestra mente,  más allá de cualquier idea o concepto del pasado.  Nos arranca todo,  nos deshace para reconstruirnos.  Y a aquellos que sobrevivimos nos bautiza con su cáliz.

Arráncame la vida,  una y mil veces.  
Porque gracias a este dolor he aprendido de qué se trata esta aventura apasionada,  intensa y hermosa llamada existencia.

Para M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.