miércoles, 5 de noviembre de 2014

Yoga es habilidad en acción

Mientras saboreo una vez más las páginas sagradas de mi Gita,  entiendo el destierro de los buenos a manos de los malos por doce años.

Doce años es el número mágico en Yoga.  Doce años nos toma empezar a comprender esta ciencia y arte y sus efectos en nuestra vida.  Doce años me ha tomado a mí poder empezar a usar la espada del discernimiento.  Descubrir que tengo la habilidad de elevar mi vida a dimensiones de amor y unidad y también, de morder el polvo.

Hoy escribo para alguien que amo profundamente y que no está tomando las mejores decisiones en su vida.  Ser sensible, tierno y profundo,  lleno de talento,  insiste en colocarse en situaciones que le causan sufrimiento y temor.  Pero lo hermoso de este camino de la vida es que siempre que nos equivocamos podemos retractarnos,  enderezar el rumbo y seguir adelante.  De las experiencias malas también aprendemos:  creo que de hecho,  es de ellas que aprendemos.  Cuando todo está fácil, cómodo y fluye sin contratiempos tendemos a dormirnos en los laureles.  Cuando el corazón sangra por un amor perdido, por una enfermedad apremiante,  por la ausencia de los seres amados,  ahí es que no tenemos más opción que voltear nuestra mirada a nuestros guías.

Agarrarnos de Dios.

Este ser de quién hablo tiene un deseo espiritual profundo.  De hecho,  podría casi definirla por él.  Su corta vida no ha sido obstáculo para que realice verdades profundas a tan corta edad.  Pero por una cuestión de karma se encuentra atrapada en una situación insostenible que ella misma ha creado.  No es fácil salirse de un laberinto que uno mismo ha construido:  yo misma viví esa situación en mi vida personal por los últimos años y tuve que realmente morder el polvo para poder salirme.  Pero Dios siempre nos muestra una ventana-  a pesar de que parece que nos dan un portazo en la nariz.

Mi deseo por este ser de luz y amor es todavía más fuerte que por mí misma.  He ahí el poder el Amor.  No hay oscuridad que aguante la Luz y en este momento mi enfoque está en nutrirme hasta las orejas para poder brindarle un consejo sabio.  Nadie puede vivir la vida por otros, pero sí podemos sentir cuando alguien está triste o desesperadamente infeliz.  El problema es que todos fallamos en decir la verdad a quién amamos por miedo a herirlos y que el reconocimiento de la verdad también nos golpee a nosotros con su cola.

Cuánto hubiera deseado que mis amigos cercanos me hubieran ayudado a abrir los ojos a mi propia realidad mucho antes de que todo colapsara como un castillo de naipes!  Y los tuve:  me advirtieron, trataron de hacerme ver.  Pero estaba demasiado ciega ante mis propios apegos.  Y los apegos ensordecen y nos impiden escuchar incluso las palabras de quienes nos aman bien y desean vernos brillar.

La vida tiene una forma inteligente de abrirnos los ojos.  A veces es a través de puñaladas profundas y otras pocas porque entendemos solitos que aferrarnos sólo nos hace leña.  Si podemos ver ese es el regalo más grande de la vida:  el discernimiento y la habilidad de crear nuestras vidas a partir de decisiones coherentes con nuestra alma y nuestro corazón.

Coherencia. 

Así que de eso trata mi libro sagrado:  de cómo el yoga nos puede ayudar a tomar decisiones más inteligentes.  A veces la decisión más inteligente es la más difícil, la que más duele.  Pero si anteponemos nuestro deseo por Verdad y Luz a cualquier otra cosa,  no podemos más que recibir bendiciones.   Ha sido mi caso en este año providencial.

El año casi cierra y podría decir que este 2014 se llevó muchas de mis ilusiones.  Ilusiones en el sentido de apegos de mi ego,  ideas de cómo tenía que vivir mi vida,  conceptos sobre gente y relaciones.  Me siento más libre porque ya todo ese ruido se fue de mi vida.  Me encuentro en un campo de batalla descampado donde en algún momento hubo dos ejércitos en guerra:  mi propia mente tratando de sostener algo insostenible,  negociando estrategias absurdas y violentando mi propia verdad.  La guerra pasó,  la paz reina ahora en mi mente. Ya Krishna ha empezado a regalarme amistades nuevas,  oportunidades y sueños.  Me siento una persona nueva.  Y sólo puedo agradecer ese instante en que sentí que todo terminaba:  mi vida como me la había imaginado,  con las necesidades creadas sólo por mi ego asustado en un afán pequeño de seguridad y alegría falsas.

El campo de batalla irradia paz y serenidad.  Los caballos y elefantes se fueron,  los guerreros sobrevivientes regresaron a sus hogares,  en el césped sólo quedan resabios de una batalla encarnizada entre la luz y la oscuridad.  Pedazos de flechas y escudos rotos.   Mi propia luz y sombra se agarraron hasta  los dientes.  Y el resultado fue más allá de ninguna expectativa de mi ser falso:  estoy recibiendo lo que siempre anhelé sin siquiera saber que lo necesitaba como el aire.

La habilidad de vivir nuestra vida con destreza,  como un arte, como una historia bellísima que podremos ver en retrospectiva con satisfacción es el poder que tenemos los seres humanos cada día de nuestra existencia.   En eso estoy y cada día es un milagro que puedo construir a través de mis decisiones.  Estoy empezando a entender,  después de muchos años de batalla campal,  que ese lugar de paz que buscaba está al otro lado de lo predecible.

Y en medio de ese campo de batalla que en su momento ardió con furia y terror,  respiro.  La brisa me acaricia y me dice:

"Todo está bien.
Todo está perfectamente bien."



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