jueves, 18 de septiembre de 2014

Relaciones

Todos tenemos momentos difíciles.  Se ponen todavía más difíciles cuando la situación externa nos alumbra nuestros ángulos ciegos.  A nadie le gusta que le señalen sus errores.  Todos reaccionamos:  nos enojamos,  proyectamos culpa en otros,  nos resentimos, etc etc.

La maestría del yoga es que nos ayuda a encontrar el centro aún después de una debacle. Cuando me siento perdida,  cuando no entiendo bien qué está pasando conmigo misma o con alguien más, acudo a los textos sagrados y en ellos encuentro consuelo,  sabiduría y una respuesta en medio del caos.

Cuando siento separación con otro ser humano entiendo que es mi labor ver dentro de mí qué es lo que esa persona me está haciendo el favor de enseñarme.   Puedo agarrarla en contra del "mensajero" o puedo ir hacia adentro y observar qué no quiero ver dentro de mí.

Hay cuatro hermosas reglas que intentamos seguir en nuestras relaciones en el camino del yoga. Aplican para todos los colores y tamaños y le dan a uno una idea bastante acertada de cómo desenvolvernos aún en medio del conflicto más agudo.  La primera nos invita a ser amorosos con nuestros amigos. Esta es fácil:  a quién no le gusta compartir con gente que piensa como uno,  que tiene los mismos gustos,  que anda en la misma vibración?  Pero siempre es importante recordarlo y apreciar a aquellos que nos hacen la vida más hermosa.  Decirlo.  Actuarlo.  Manifestarlo.

La segunda nos invita a tener compasión por quiénes sufren.  A mí esta me cuesta mucho.  Veo tanta gente que actúa inconscientemente,  que daña a otros con arranques,  palabras y acciones.  A una parte mía lo que le da es cólera.  Me enoja ver un ser que dañe a otro.  Tengo un caso específico de un estudiante que quiero con todo el corazón.  Es un ser bueno, profundamente bueno.  Alguien lo dañó recientemente y mi impulso protector es atacar.  Pero vuelvo al sutra y trato de sentir compasión por esa persona que está sufriendo tanto que el odio y la amargura se le salen por los poros.  El problema es que cree que anda muy bien.  Pero no es mi labor despertar a nadie,  a menos que me lo pidan. Así que simplemente me conformo con pedir compasión por ella.

La tercera regla es sentir alegría por los éxitos ajenos. Celebrar los triunfos de todos a nuestro alrededor,  en vez de sentir envidia.   Nos han educado para competir, para sentirnos menos cuando alguien lo logra.  Nos han distorsionado el panorama.  Así que esta intención es de vital importancia para convivir.  Alegrarnos por la alegría ajena como si fuera nuestra.

Y el último es uno que todavía no he aprendido a aplicar.  El texto habla de indiferencia ante los necios.   Ecuanimidad ante aquellos que nos dañan.  Me declaro inútil:  a mí todavía me saca la gente que no se da cuenta que sus acciones pueden herir profundamente a otros.  Pienso en todas esas veces en que yo misma he sido instrumento de dolor y me da mucha pena,  la verdad.  He pedido disculpas,  he hecho enmiendas. He aprendido, sobre todo,  que un ser cuyas emociones lo dominan puede ser un arma mortal.  Mi práctica espiritual me está ayudando a domar los sentidos.  No que sea fácil,  no.  A veces son como un caballo desbocado que amenaza con destrozar todo a su alrededor.

Así que enfrento esta situación o aquella otra con la guía de estos maestros antiguos en India.  A ellos también los trataron mal,  sufrieron ingratitudes, chismes,  arranques,  hipocresía,  serruchadas de piso,  envidia,  odio, indiferencia,  separación.  Comprendieron que la separación primero sucede dentro de uno y el afuera es sólo un espejo.  Entendieron que no hay nadie allá afuera a quién culpar:  el mundo lo percibo como yo soy.  Si estoy en mi centro,  percibo el centro en los otros.  Si estoy off,  proyecto esa energía en los demás.

Agradezco a todos aquellos que me han ayudado y ayudan a  verme los ángulos ciegos.  Sin su ayuda mi camino sería muy plano.  He aprendido enormemente de mis errores gracias a maestros y amigos verdaderos.  Sin ustedes no podría escribir esto hoy. También agradezco a todos aquellos que con sus acciones me hirieron y hicieron sentir muy mal.  Gracias a ustedes desarrollé una cualidad interna que no tenía ni conocía: la cualidad de la humildad.  Sus acciones me ayudaron a verme como soy,  sin disfraces ni pretensiones.  Y hoy puedo ver como cada relación en mi vida me trajo a un lugar de serenidad y aceptación incondicionales de lo que es cada ser,  sin expectativas.

Desde ahí puedo decir que soy mucho más feliz hoy que antes.  Ya no es tan grave cuando alguien incumple su palabra,  traiciona o hiere.  Puedo verme en esos seres que sufren y anhelan, como todos,  una luz en el camino.  Mi deseo es que más seres despierten a las posibilidades reales de salirse de todos esos rollos- issues.  Y que podamos compartir cada día más con amor y compasión mutua y hacia el mundo,  hacia los amigos,  los enemigos,  los que sufren y también hacia los que nos aman.

Así sea.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.